SISTEMA EDUCATIVO EN LA GRECIA ANTIGUA

 

Los sofistas, como maestros o profesores, aportaron una nueva forma de educación superior, ausente de las costumbres educativas griegas. Esta es su principal innovación y la clave de su éxito. Por ello se les puede considerar como los fundadores de la reflexión pedagógica.

Eran formadores de hombres hábiles en la discusión, de gran capacidad argumentativa, con el fin de poder participar en los asuntos públicos y enfrentarse, convencer y dominar a las masas. Su finalidad educativa era eminentemente práctica, pero también teorizaron sobre la manera de llevar a cabo esa tarea formadora.

Con esta actitud se enfrentaron los sofistas a los modos tradicionales griegos de considerar la educación de las personas: la areté no se puede enseñar. Con su metodología, los sofistas se enfrentan a la concepción tradicional y aristocrática de la pedagogía, basada en la imitación dentro del ámbito familiar, cerrado a las otras clases. La propuesta de los sofistas permite a esas otras clases el acceso a la competencia intelectual hasta entonces privilegio de la aristocracia, lo que supone una ruptura de las rígidas barreras de clase y, por tanto, una democratización del saber y de la posibilidad de acceder a la participación política (Romilly, Los grandes sofistas…, págs. 20-21).

Según la forma tradicional, la virtud y la excelencia son transmitidas por la herencia familiar, como los rasgos físicos, y se desarrolla imitando a los propios antepasados. La areté, la virtud aristocrática tiene un carácter clasista, que proviene de la naturaleza propia de los nobles, es decir, algo que no se puede adquirir mediante el aprendizaje (lo que hace innecesaria toda reflexión pedagógica). Esto significa que esa excelencia sólo puede reproducirse en las familias excelentes, en la aristocracia, a partir de la base de una historia de excelencia familiar (Melero, pág. 13; Adrados, La democracia ateniense, parte 1, cap. 1.8, págs. 70-71; Romilly, Los grandes sofistas…, págs. 20-21). Es durante la evolución democrática del siglo V en Atenas que se presentará la virtud como algo enseñable, es decir, accesible a cualquier persona.

En el momento de la eclosión del movimiento sofista, la educación ateniense era puramente tradicional, es decir, orientada hacia la adaptación de la juventud a los parámetros sociales ya establecidos y tenidos por inamovibles:

  • Herencia del pasado, modelos tradicionales que se aprenden dentro de la familia.
  • Imitación de los héroes del pasado, según un listado de virtudes atribuidas a esos héroes y a la clase social que todavía manejaba la organización de la ciudad (aun en democracia, los mandatarios atenienses siempre habían pertenecido a la aristocracia, salvo a partir de la muerte de Pericles).
  • Valores militares, luego reconvertidos en valores deportivos (juegos, simulaciones bélicas). Recuérdese el inicio del diálogo Laques, de Platón.

Aunque en Atenas el proceso de democratización había extendido la educación a la vida ciudadana, era para trasladar a ésta los valores aristocráticos y las normas tradicionales. El modelo tradicional pervivió como base educativa durante la época democrática Romilly, Los grandes sofistas…, pág. 45). La educación la pueden realizar los buenos ciudadanos y la ciudad misma, que es una escuela gratuita de ciudadanía que no exige comerciar con el saber sino sólo amistad y gratitud hacia los maestros (dicen Sócrates en Apol. 19e y Jenofonte en Recuerdos I 2, 7-8, respectivamente). Sólo la llegada de los sofistas alteró esta situación, y en eso se explica que la educación tradicional aún tenga en Sócrates y Jenofonte una posible vía de realización: como alternativa al precio que los sofistas ponen a sus enseñanzas (Adrados, La democracia ateniense, parte 2, cap. 3.2, pág. 166).

En cualquier caso, la educación tradicional proporcionaba una formación de corto alcance intelectual. La herencia pesaba tanto en la educación que el aprendizaje apenas tenía relevancia desde un punto de vista intelectual: el joven aristócrata aprendía a ser adulto imitando a sus mayores, y se suponía que los rasgos de la casta se transmitían por la sangre, y en consecuencia también el poder.

La educación tradicional constaba de varias fases (Melero, 10-14; Romilly, Los grandes sofistas…, págs. 46-47; Protágoras 312b ss):

  • En la infancia, un esclavo enseña los rudimentos de la comunicación. Se puede aventurar que era éste el paidagōgós (de paidós, niño, y ágō, acompaña, conducir), es decir, una especie de ayo o preceptor, que conduce a los niños por las primeras sendas del aprendizaje, como un guía, e incluso qua acompaña a los niños a la escuela.
  • El paidotribes se ocupa del entrenamiento físico del niño. Exaltación de la fortaleza y la belleza, que remiten a la sociedad guerrera en la que floreció la aristocracia. Es un entrenamiento deportivo, que abarca todas las formas de deporte practicadas por los griegos. Muestra el valor que se daba a la educación física, al cuidado del cuerpo.
  • El citarista proporciona formación musical, canción y danza, en coro; va más allá del aprendizaje de este instrumento; es una forma aristocrática de introducir armonía y disciplina en la vida del joven.
  • El grammatistés enseña a leer y escribir. Es lo más semejante al maestro de la actual escuela primaria. Proporciona una primera formación intelectual. Desde el siglo V esto se produce en una escuela, es decir, un espacio dedicado a este propósito, al que asisten numerosos niños. Protágoras describe este lugar como “amueblado con hileras de bancos” (Protágoras 325e-326a). Aquí se realiza la transmisión de la tradición literaria, base de la cultura y formación de los griegos. Se leen a los poetas tradicionales como iniciación a una formación moral, política y ciudadana. Los hijos de la aristocracia reciben la formación a través de preceptores privados. La base literaria de esta etapa es primordialmente Homero, se usa para todo tipo de objetivo educativo, desde el puramente gramatical hasta el poético, pasando por el moral como fuente de lecciones de vida.
  • El progymnasmata se ocupa de algo equivalente a nuestra educación secundaria, a través de una serie de 12 ejercicios de carácter literario y argumentativo (narración de fábulas, comentarios de citas poéticas, argumentación en pro y en contra, etc.)

Hasta los 18 años, los efebos son educados dentro de la familia o en instituciones pedagógicas; a partir de esa edad y hasta los 21, llega el momento de recibir una formación cívica, política y militar que le lleva a alejarse del entorno familiar: los jóvenes hacían un servicio militar, vivían comunidad (nomadelphia, comunidad de amigos) y aprendían las formas propias de la vida pública.

Tras esta última fase, la mayoría de los jóvenes entraban en la vida adulta con el bagaje cultural adquirido hasta entonces, y se incorporaban a la dinámica social y laboral de los adultos, donde el aprendizaje se concretaba en la práctica cotidiana de un oficio o una especialidad (escultura, edificación, construcción de barcos o medicina, aunque la formación médica era más restringida, estaba vinculada a la pertenencia a familias de médicos), mediante el proceso de mirar e imitar las técnicas de los maestros, pero sin añadir mayor formación intelectual (Romilly, Los grandes sofistas…, pág. 47).

Sólo unos pocos seguían durante un tiempo a algún filósofo de moda (como Sócrates hizo en su juventud y luego hacían con él mismo los jóvenes atenienses). Pero esto funciona en un círculo cerrado y restringido, condicionado por la relación entre maestro y discípulo, de un carácter más privado o personal.

A los 21 años accedían al estatus de personas adultas (aner), podían formar una familia y acceder a la Asamblea. En general, el último proceso educativo ha sido realizado fuera de los lazos familiares, y esto influye en la formación del carácter cívico ateniense: los ciudadanos pertenecen más a la ciudad que a su familia, aman las leyes de la ciudad porque forman parte esencial de ella. Pero ocurría también que los jóvenes recibían una formación cívica dentro de los cauces ideológicos de la aristocracia, más propios de la época arcaica que de su propia época: ideales caballerescos, guerreros cercanos al estilo de Ulises y de la moral homérica, etc.

Tras las reformas democráticas en Atenas y los cambios en el escenario cultural y político (eso que se ha llamado la Ilustración ateniense), la educación tradicional tiene un competidor de altura: los sofistas, que ofrecen una formación intelectual superior que no existe en el programa tradicional, pero sobre la que hay una cierta demanda. Lo que enseñan los sofistas es nuevo y se añade a la formación tradicional (de alguna manera la necesitan como base o premisa, aunque la critican por sus deficiencias; véase un fragmento del Protágoras platónico en este enlace), pero viene a satisfacer una necesidad creada a partir de la apertura democrática a la participación popular. Los sofistas enseñan a hablar en público, a razonar y argumentar para defender ideas, que es lo que los ciudadanos han de asumir en un sistema asambleario como el ateniense y el de otras ciudades griegas (Romilly, Los grandes sofistas…, pág. 48). Lo sofistas enseñan la manera de ganar influencia y poder en la ciudad, saltando la barrera de las clases sociales. De esta manera, la areté se transforma en una virtud política que puede enseñarse, y el poder se puede alcanzar mediante la persuasión, no sólo por la herencia familiar. Además, libera a los ciudadanos de la vía mimética como aprendizaje (Adrados, La democracia ateniense, parte 2, cap. 3.2, pág. 167), porque es una enseñanza instrumental: los sofistas enseñan a pensar, sin decir lo que se tiene que pensar.




FUENTES

Adrados, F. Rodríguez, La democracia ateniense. Madrid, Alianza, 1985.

Melero, A. (ed.), Sofistas. Testimonios y fragmentos. Madrid, Gredos, 1996.

Romilly, J. de, Los grandes sofistas en la Atenas de Pericles. Barcelona, Seix Barral, 1997.





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