MATERIALES: PLATÓN EN 30 MINUTOS
UN RESUMEN DE LA FILOSOFÍA DE PLATÓN
PARA ALUMNOS CON PRISA
INTRODUCCIÓN
Para comprender el sentido de la filosofía de
Platón hay que tener en cuenta dos elementos importantes:
- Antecedentes filosóficos
- Problemas que Platón intenta resolver
En cuanto a los antecedentes, la filosofía de
Platón recibe influencia de varias corrientes de ideas:
- Sócrates y su interrogación sobre el significado esencial de los conceptos. Sócrates no admite definiciones extensionales (denotativas, referenciales, aquello que podemos señalar), descriptivas o sujetas a relaciones culturales (convencionales), sino que exige, y así lo demanda a sus interlocutores, definiciones intencionales (connotativas), es decir, esenciales; Sócrates pregunta por el sentido de lo bello o la virtud, no por ejemplos de belleza o de virtudes concretas (meros referentes). Pero no la obtiene de esos interlocutores a los que molesta con sus preguntas.
- Pluralismo atomista y sofística, que son vistos por la aristocracia y también por el pueblo como responsables del deterioro político de Atenas. Platón pertenece por nacimiento y educación a la aristocracia.
- Filosofía de Heráclito, transmitida a través de su primer maestro: de ella hereda la cuestión del cambio, que Heráclito afirma como una constante cosmológica. El aristócrata que hay en Platón se rebela contra esa concepción, e inicia una búsqueda de la estabilidad perdida.
- Filosofía eleática: Parménides, pitagorismo y orfismo, que proporcionan al Platón post-socrático las claves conceptuales necesarias para desarrollar sus teorías: la idea unitaria del ser, la negación absoluta del cambio y la idea del alma (esencia divina y transmigración).
LOS PROBLEMAS QUE INTENTA RESOLVER
Con estos elementos como punto de partida,
Platón se enfrentará a tres cuestiones esenciales en la filosofía clásica
griega:
- El problema del cambio físico (qué es la realidad)
- El problema del conocimiento (cómo podemos conocer la realidad)
- El problema político (cuál es el mejor sistema de gobierno). Como se verá, en Platón es imposible desgajar el tema político de los otros dos anteriores. De hecho, se piensa que desarrolló los dos anteriores para poder justificar sus propuestas políticas (inmovilismo social y político basado en una concepción inmovilista del ser y en el conocimiento de la realidad restringido a los sabios).
1.
EL PROBLEMA DEL CAMBIO
Problema metafísico por excelencia, en tanto
que tras él se esconde el problema de qué es la realidad: según la respuesta
que demos al primero, responderemos de una determinada manera al segundo.
Punto de partida: la teoría eleática del
cambio.
Para Parménides, el cambio es un paso tal que
se puede describir así:
A pasa a ˥A
Cuando una hoja verde se transforma en
marrón, se produce una negación de lo que antes era, es decir, que A pasa a ser
su propia negación, ˥A. Esto, en términos estrictamente lógicos, es imposible,
A no puede ser su negación, lo que es no puede dejar de ser, no es admisible el
paso del ser a la nada, o viceversa.
Este planteamiento arcaico es asumido por la
filosofía griega desde Parménides y Heráclito. El primero niega el cambio, el
segundo lo convierte en constante cosmológica, nada es. Platón se acoge a
Parménides: dado que ese paso lógico no es posible, el cambio no existe, el ser
es una constante cosmológica, todo es y el ser lo es todo. La realidad es la
permanencia absoluta, de manera que el cambio es irreal, dado que no es posible
en la lógica.
Los cambios que vemos son apariencias, en
realidad no se producen, son cosas que percibimos pero que no son reales. La
realidad, allá donde reside el ser, es un mundo inmutable y constante. El ser
de Parménides es el Ser, una inmensa bola de materia, donde nada se mueve.
De ello cabe deducir que el mundo que
percibimos no es real, porque es incompatible con la lógica del ser, que no
puede dejar de ser.
De este planteamiento se derivan grandes
consecuencias para la filosofía griega e incluso la filosofía occidental
posterior. Se abren dos líneas de pensamiento:
Las Ideas o Formas son instancias
inmateriales que poseen las características del Ser de Parménides y la
multiplicidad de los átomos: a cada cosa corresponde una idea primaria, su
esencia (su significado único e inmutable, no sometido a la variabilidad de las
convenciones, tal y como pretendía Sócrates). Los conceptos tienen una
definición esencial, es decir, son esencias que permanecen como tales allá
donde residen, aunque en su versión material, copia del original, están
sometidos a mutaciones, transfiguraciones o sombreados que dificultan el acceso
a esa definición esencial. Es por eso que los conceptos están sometidos a
tantas variaciones en el lenguaje, enredado en los múltiples significados
convencionales.
El Bien, por ejemplo, no es un concepto con
una definición que pueda cambiar según la perspectiva cultural; el Bien tiene
un significado inmutable del cual se derivan los otros como aproximaciones
imperfectas. No podemos conformarnos con ellas, hemos de acceder al significado
real. En términos lingüísticos: buscamos la connotación, conformarnos con las
denotaciones es quedarnos a medias. Golpe bajo al relativismo sofista.
Sin embargo, las Ideas no están en nuestro
mundo, no podemos señalarlas para identificarlas, cualquier ejemplo es imperfecto.
El referente único de los conceptos no está en el mundo material, y por eso no
lo podemos señalar. Sólo lo podemos señalar si accedemos a él, pero no podemos
acceder a él por la vía de los sentidos (apariencias), sino por la vía de la
intuición, que es el camino que conduce al mundo inteligible, donde sí podemos
señalar el referente que corresponde a la definición esencial de un concepto.
En el mundo material sólo tenemos ejemplos de
ellas, copias de su significación, es decir, referentes que no nos proporcionan
una idea precisa de su sentido. Nuestro mundo está sometido al cambio físico y
a la indefinición de las ideas. Cada cual tiene una idea del bien relativa a su
cultura o su religión. Cuando hablamos del bien, cada cual señala una cosa
diferente. Ese conocimiento no es el que busca Platón, porque en tanto que
sujeto a cambio, no pertenece al ámbito de lo real. Vivimos en una caverna
donde sólo vemos sombras, a partir de las cuales no podemos entender la esencia
de lo real. Para poder conocer la realidad hemos de salir de la caverna y
acceder al mundo de las ideas.
El mundo de los sentidos es una especie de
copia defectuosa del mundo real, el mundo de las ideas. Nuestro mundo y
nosotros mismos somos como mutaciones imperfectas del ser, copias de copias.
Cuanto más nos acercamos a lo material, más nos alejamos del ser y de la
realidad. La realidad es inteligible, puramente inteligible, y para conocerla
debemos iniciar un camino de separación de lo material y una ascensión al mundo
de las ideas (salir de la caverna como proceso intelectual).
El símil de la línea, usado por Platón para
explicar las implicaciones que hay entre su concepción de la realidad y el
conocimiento de la misma:
2.
EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
Como se puede apreciar, el asunto de cómo
podemos conocer la realidad depende directamente de lo que entendamos por
realidad.
Si la realidad es ideal o puramente
inteligible, podemos descartar estrategias empiristas para conocerla. Para
Platón, el mundo de las sensaciones nos proporciona un conocimiento imperfecto.
Conociendo lo que ocurre en los cuerpos naturales obtenemos un conocimiento
erróneo del ser, puesto que los objetos están sujetos al cambio y el ser no. De
las cosas que cambian sólo obtenemos errores u opiniones, conjeturas, aproximaciones,
pero no verdades, ciencia, sabiduría.
El conocimiento de lo real, del ser, sólo
podemos obtenerlo a través del conocimiento del mundo de las ideas, que es
puramente inteligible. Conocemos el ser conociendo las definiciones esenciales
de las formas originales, de las cuales derivan las cosas, que son copias de
las primeras, pero copias imperfectas.
La episteme, conocimiento científico
verdadero, sólo puede obtenerse por esta vía. El conocimiento de las cosas
naturales es sólo doxa, opinión sujeta a cambios. Platón, a través del
símil de la línea, desarrolla también un esquema de los grados de perfección
del conocimiento:
Esta estrategia de conocimiento de la
realidad, opuesta a la empirista o sensorial, tendrá importantes desarrollos en
la filosofía moderna (racionalismo): detrás de Descartes y el cartesianismo
(Spinoza y Leibniz, sobre todo), está la sombra de Platón señalando el camino
correcto.
Asumida cuál es la estrategia correcta, ahora
hay que explicar el proceso: cómo es posible conocer el mundo de las ideas.
Platón supone que algo de ese mundo está en nosotros, en nuestra mente o alma
(nuestra parte vinculada a lo inteligible). Si no fuese así, ¿cómo explicar que
cuando alguien señala un color, que sólo puede definirse señalando un referente
de ese color, sepamos a qué cosa se refiere y a qué idea relativa a esa cosa?
Podemos señalar mil veces el color rojo, pero algo hay dentro de nosotros que
nos indica, intuitivamente, en qué debemos fijarnos cuando nos señalan algo y
nos dicen: “rojo”.
Platón sostiene que el mundo de las ideas ya
ha sido conocido por nosotros, que los conceptos están incorporados en nuestra
mente, como estructuras previas que no están desarrolladas, aunque sí
implantadas, y que hemos de desarrollar a lo largo de un proceso de
aprendizaje, dialéctico, que explicaremos más adelante.
Zagreo, avatar de Dioniso |
Cuando un hombre percibe
los objetos del mundo empírico, su alma es estimulada por algo que le recuerda
aquello que pudo contemplar antes de estar apresada en un cuerpo: percibe la
copia del modelo y puede así captar la correspondencia entre ambos, modelo y
copia. Conocer es, para Platón, más bien reconocer algo que se conoció en su
momento y que se había olvidado. De manera que para conocer hemos de recordar (anámnesis), y el
proceso dialéctico ha de permitir recuperar esa información esencial olvidada.
Recordar las definiciones de las esencias es lo mismo que conocer el Ser, la
realidad; es un ascenso desde lo material hasta lo inteligible.
El proceso dialéctico que permite acceder
a las definiciones de las ideas es de inspiración socrática (y a la vez
sofística), pero Platón aporta nuevos contenidos metodológicos. El
análisis dialéctico de los conceptos a través de su definición trata de separar
lo simple de lo compuesto mediante el género y la especie en una sucesión
dicotómica.
La dialéctica tiene dos
momentos:
- Síntesis, recopilación en busca de la unidad.
- Análisis, división, separación de las partes de la unidad.
Estos dos momentos se
articulan a través del diálogo y la antilogía (que es de origen sofista),
manifestar las partes y a la vez manifestar la unidad de las mismas. Desde este
punto de vista metodológico, incluye procesos como la hipótesis, la inducción,
la síntesis y la clasificación.
3.
EL PROBLEMA POLÍTICO
En la filosofía de Platón no se pueden
separar las cuestiones metafísicas (el problema del cambio y de la realidad) y
epistemológicas (el problema del conocimiento de la realidad) de un asunto muy
importante para la vida humana: la organización social. No hay que olvidar que
Platón es un aristócrata que ha conocido el proceso de pérdida de poder de la
aristocracia, el establecimiento de la democracia ateniense, su fracaso y la
derrota de Atenas en manos de Esparta, así como la condena de Sócrates en manos
de un pueblo que le responsabilizó del desastre. Por todo ello, Platón
desconfía de los cambios sociales y políticos, de la democracia que pone la
cambiante opinión popular por encima de la solidez de la perspectiva
aristocrática. A Platón no le gusta el cambio, lo vivió como un gran desastre,
y eso se traduce en una metafísica y una epistemología que santifica la
inmovilidad y la negación del mundo de los sentidos; y se traduce también en
una teoría política muy crítica con la democracia y la formulación de un ideal social
y político basado en lo permanente y el gobierno de los sabios.
El problema de fondo de la teoría política de
Platón es cómo conseguir alcanzar el mejor gobierno posible y que sea estable,
paralizarlo para que no se corrompa; de hecho, cualquier tipo de cambio ya es
un indicio de corrupción, así que cualquier tipo de régimen que consiga ser
estable comienza a aproximarse a lo ideal, lo perfecto, aunque en realidad lo
ideal no reside en el mundo material. Se trata, pues, de reproducir en este
mundo una copia lo más cercana posible al ideal. De ello se deduce que la
democracia, el régimen del cambio por definición, es uno de los más
imperfectos.
Platón considera que la forma de asegurar la
estabilidad de un régimen consiste en conseguir que ciudadanos e instituciones
políticas se parezcan a las características del ideal: evitar los cambios,
paralizar las dinámicas sociales, es decir, que cada cual esté ocupando el
lugar natural que le corresponde, y de allí no se moverá. Lo semejante tiende
hacia lo semejante.
Esto significa que las personas deben ocupar
el lugar que corresponde a su naturaleza. El alma humana, con una parte divina,
tiene otros componentes, porque es también mundana, tiene tres esencias:
racional, irascible y concupiscible. Cada parte tiene una fuerza, y en cada ser
humano se da un temperamento resultado del equilibrio particular de fuerzas en
su alma (prudencia, valentía y templanza), de manera que cada uno de estos
temperamentos busca alcanzar determinadas cosas (conocimiento, gloria y riquezas
materiales), cosa que determina su lugar en la pirámide social (gobernantes,
soldados, artesanos-comerciantes).
Como puede verse, la teoría política de
Platón, en busca de la estabilidad, se inspira en una teoría de la naturaleza
humana: las diferencias entre los hombres ha de servir de criterio para
distribuirlo en la sociedad y en la asignación de funciones, mediante el
establecimiento de castas. El criterio de pertenencia a una casta no es por
nacimiento, ni por herencia, ni por elección, sino mediante la educación, a
través de la cual se pueden observar las diferencias tendencias de un ser
humano particular y a conveniencia de darle un puesto u otro en la ciudad. Sólo
así se asegurará que no haya revoluciones ni imperfecciones en el gobierno.
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