¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA? (1995)

La filosofía es un gran conjunto de ideas y teorías contrapuestas y rivales, entre las que se establece una pugna dialogada que sirve de acicate para conseguir ciertos avances en el conjunto de los conocimientos que puede aportar. Naturalmente, este conjunto de ideas tiene una dimensión histórica que no aparece en el terreno de las ciencias; la filosofía crece con la historia, se alimenta de ella, establece relaciones internas entre las distintas teorías a través de sus deferentes desarrollos históricos. Su búsqueda de explicación del mundo en su conjunto enlaza con la tarea de las ciencias más que las religiones. En ese sentido se explica que todas las ciencias hayan formado parte de la filosofía antes de separarse de ella.

Deleuze y Guattari
Pero, ¿qué define específicamente la actividad filosófica, y la diferencia de otras actividades intelectuales? Para Deleuze y Guattari, esta cuestión lleva a intentar definir la actividad de forma contrapuesta a la actividad misma: qué es lo que hago cuando hago filosofía, visto desde fuera. Es un error que ocurre porque la filosofía es una actividad, la única, que no puede definirse (objeto y método) desde fuera, pues intentar definirla es también una actividad filosófica. El libro mismo de Deleuze y Guattari es el mejor ejemplo de que para explicar qué es la filosofía, su objeto y método, hay que hacer filosofía y no se puede abordar la cuestión desde fuera de la filosofía, como sí ocurre con otras disciplinas, como la numismática, la física o la medicina, que se definen desde fuera de su propio ámbito.

En este sentido, la postura de Deleuze y Guattari va a intentar situarse a cierta distancia del hecho de filosofar, es decir, lo que se llama metafilosofía (ver capítulo correspondiente). Para estos dos teóricos, “filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos”. “El filósofo es un especialista en conceptos, y, a falta de conceptos, sabe cuáles son razonables, arbitrarios o inconsistentes, cuáles no resisten ni un momento, y cuáles por el contrario están bien concebidos y ponen de manifiesto una creación incluso perturbadora y peligrosa.”

Intentar definir el “concepto” como resultado de la creación filosófica supone entrar en un terreno muy resbaladizo, en tanto que Deleuze y Guattari usan un lenguaje no siempre preciso para dar cuenta de lo que quieren explicar. Lo que sigue es un intento de resumir sus ideas recurriendo a un lenguaje más natural. El concepto es una cuestión de articulación de sus componentes, de separación e intersección de los mismos. La consistencia interna de un concepto depende del grado de consistencia entre sus diversos componentes. El concepto es un punto de coincidencia, una condensación y acumulación de sus propios componentes (sus rasgos intensivos, es decir, aquellos que designan al concepto, específicamente, los elementos que lo componen; se opone al sentido de extensión o denotación, en tanto que los rasgos extensivos equivaldrían a ejemplos derivados del concepto, pero no su definición), de modo que resulta en sí mismo inalterable, una ordenación específica de los mismos, de modo que si se mueven sus componentes cambia el concepto. Pero estos rasgos no tienen relación con las variables y constantes que nutren el lenguaje científico. Esto es importante en cuanto que la filosofía es una actividad diferente de la ciencia. “Un concepto es una heterogénesis, es decir, una ordenación de sus componentes por zonas de proximidad. Es un ordinal, una intensión común a todos los rasgos que lo componen”, rasgos que no se pueden alterar sin alterar el concepto mismo. El concepto es un acto del pensamiento, un acontecimiento puro. En este sentido, su consistencia es dinámica, está sometido a los vaivenes del filósofo que lo somete a reajustes permanentes e incluso a cambios completos a partir de pequeños detalles que se hacen grandes en el seno de un concepto y acaban provocando una nueva condensación, un concepto nuevo. Pero el concepto puede plantearse a sí mismo y ante otros conceptos, es autorreferencial.

Por otro lado, afirman los autores, el concepto no es una proposición ni un conjunto de proposiciones. Esto es una confusión derivada de la ciencia y la lógica, como si hubiera una gramática filosófica, como si los conceptos fuesen proposiciones extraídas de las frases en las que estos aparecen. El concepto es una intensión, y las proposiciones son siempre extensionales, se refieren a estados de cosas. Intentar mostrar el concepto mediante proposiciones puede dar lugar a proposiciones carentes de sentido desde un punto de vista lógico o gramatical (que es precisamente la crítica de la lógica a la metafísica y la fenomenología).

Otra cuestión será el para qué crea el filósofo conceptos, su empleo posterior (para entender o explicar el mundo, quizás). En la actividad de la filosofía, ese crear conceptos, hay una finalidad, se hace para un empleo posterior. Decir que la filosofía no sirve para nada “constituye una coquetería que ya no divierte ni a los jóvenes”: la filosofía sirve para plantear problemas, y los conceptos que crea intentan explicar o resolver esos problemas. Todo concepto remite a un problema o problemas sin los cuales carecería de sentido. En filosofía, sólo se crean conceptos en función de los problemas que se consideran mal vistos o mal planteados.

Esta actividad creadora de conceptos es específica de la filosofía. Las artes y las ciencias también son creadoras, pero sólo la filosofía es creadora de conceptos, y estos conceptos creados son nuevos en tanto que están ligados a la figura de quien los crea. En este sentido, el filósofo no acepta los conceptos que encuentra a su disposición, heredados de la creación de otros filósofos, ni se limita a hacer con ellos una remodelación o a darles lustre. El filósofo comienza de cero en cada momento. De hecho, el filósofo ha de desconfiar de todos los conceptos heredados. Los conceptos son nuevos en relación con el momento, pero todo concepto tiene su historia, remite a otros conceptos anteriores e incluso a otros problemas planteados anteriormente; pero no es una historia lineal, sino que zigzaguea y discurre por otros problemas situados en diversos planos. Además, los conceptos remiten a otros conceptos aunque sean creaciones nuevas, ya que contienen trozos o componentes derivados de otros conceptos y combinados de otra forma. Los conceptos no se crean de la nada.

En cuanto a las ciencias y las artes, también pueden crear ideas, pero no son conceptos. La filosofía tiene la exclusividad como creadora de conceptos, aunque eso no le garantiza preeminencia alguna sobre las otras disciplinas (aunque la pretenda en ocasiones), “pues existen muchas más formas de pensar y crear, otros modos de ideación que no tienen que pasar por los conceptos”. La filosofía es la creación de conceptos consistentes, cuyos componentes no pueden ser alterados sin cambiar el concepto mismo. En esto se diferencia la ciencia de la filosofía. El de la filosofía y la ciencia son terrenos diferentes, incompatibles, sin interferencias posibles: el concepto es territorio de la filosofía, atribuir a la ciencia la posibilidad  de generar conceptos es erróneo, ni siquiera se considera la posibilidad de que la ciencia se ocupe de aspectos de un concepto a los que la filosofía no alcance, porque en realidad la filosofía abarca la totalidad del concepto que genera; o tampoco que la filosofía se ocupe de aquellas zonas que quedan al margen de la ciencia o de los conceptos que la ciencia pretenda generar, porque en realidad la ciencia no genera conceptos, sino funciones, prospectos. “El concepto pertenece a la filosofía y sólo pertenece a ella.”

La ciencia formula proposiciones, elementos extrínsecos (extensivos) definibles en relación a unos ejes de referencia (funciones, prospectos). Los conceptos filosóficos, en cambio, son intrínsecos (intensivos) e independientes de cualquier plano de referencia. El arte, a su vez, formula preceptos y afectos. Como colofón, los autores consideran que la filosofía no es interdisciplinaria, tan sólo tiene algunas resonancias con otras disciplinas, algunas intersecciones e incluso algunas interferencias, pero la filosofía se entiende a sí misma como completa
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Deleuze y Guattari, en su intento de acotar la especificidad de la actividad filosófica, ceñida a la creación de conceptos, consideran qué no es filosofía, o al menos no lo es específicamente. Consideración problemática:

·        La filosofía no es contemplación: eso es posterior a la creación del concepto, cuando se ha cosificado.
·        La filosofía no es reflexión, puesto que la reflexión interviene en el ámbito de numerosas disciplinas.
·        La filosofía no es comunicación ni discusión. La comunicación busca crear consensos, pero no crea conceptos. La conversación entre amigos es un idealismo estéril. Podemos añadir que el diálogo es esencial en el discurso filosófico, contrapuesto enteramente al discurso del pensamiento dogmático. Pero en la filosofía no hay lugar para la discusión, porque en realidad los interlocutores no hablan de lo mismo, ni comparten el mismo plano o marco conceptual; cada filósofo es único como creador de conceptos que pretender ser indiscutibles, apodícticos _igual que las obras de arte_, con la intención de encarar un problema que el filósofo se ha planteado dentro de su propio marco de presupuestos y creencias. Sin nombrarlo, los autores critican así la idea de Habermas sobre a racionalidad comunicativa. La filosofía puede llegar a ser un discurso afirmativo, pero esencialmente es una interrogación, un discurso dubitativo, por lo cual se abre a todo tipo de relaciones entre teorías filosóficas y con otras disciplinas no filosóficas. La filosofía es curiosidad por el mundo y escepticismo ante las explicaciones sobre el mundo; es un preguntar que hace que busquemos nuestras propias respuestas. La filosofía es un lanzamiento de dados sobre una mesa. La crítica entre filósofos se mueve en un plano diferente y desde presupuestos no siempre compartidos, de modo que toda discusión es fútil (aunque todos los conceptos filosóficos de un mismo momento comparten un plano de inmanencia). Criticar sin crear, sólo para constatar que un concepto se desvanece porque ya no explica los problemas o porque los problemas ya no son los mismos y no encajan en la solución que el concepto propone, es “la auténtica plaga de la filosofía.”

Contemplación, reflexión y comunicación se han asociado a la filosofía como un engendro de sus propias ilusiones, pero en realidad la filosofía no contempla, no reflexiona ni comunica, sólo crea conceptos que luego son manejados por quienes contemplan, reflexionan y comunican. Si la filosofía ha asumido alguna vez esas funciones es porque necesitaba establecer mediante ellas un dominio sobre las demás disciplinas, refugiándose en ese poder.


FUENTEDeleuze, G., & Guattari, F., ¿Qué es la filosofía? Barcelona, Anagrama, 1995, especialmente el capítulo I.


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