LA PARADOJA DEL ABUELO

 



La paradoja del viaje en el tiempo, o paradoja del abuelo, es una paradoja probablemente acuñada por primera vez por el escritor francés de ciencia ficción René Barjavel en su novela Le voyageur imprudent (El viajero imprudente), de 1942. El concepto ya había sido mencionado previamente por el escritor estadounidense Mark Twain en su novela póstuma El forastero misterioso (publicada en 1916), que a pesar de no pertenecer al género de "ciencia ficción", el argumento llega a centrarse por momentos en la infinidad de vidas alternas que podrían ser posibles de no ser por una simple acción o inacción.

En la paradoja del abuelo se parte del supuesto de que una persona realiza un viaje a través del tiempo y mata al padre biológico de su padre/madre biológico (abuelo del viajero), antes de que este conozca a la abuela del viajero y puedan concebir al padre o madre del viajero. Entonces, el padre/madre del viajero (y por extensión, ese viajero) nunca habrá sido concebido, de tal manera que no habrá podido viajar en el tiempo; al no viajar al pasado, su abuelo entonces no es asesinado, por lo que el hipotético viajero sí es concebido; entonces sí puede viajar al pasado y asesinar a su abuelo, pero no sería concebido, y así indefinidamente.

Esta paradoja presupone la posibilidad de los llamados universos paralelos, pero es el resultado de que puedan interferirse, es decir, que una misma persona pueda saltar de uno a otro. Que el resultado de tal posibilidad sea una paradoja sirve para mostrar que en el caso de que los universos paralelos fuesen posibles serían inconexos.

Hay una variante, conocida como la "paradoja del asesinato de Hitler": alguien viaja al pasado para asesinar a Hitler y evitar la II Guerra Mundial. Ocurre que se abre así una línea espacio-temporal diferente pero de la cual no podemos tener noticia alguna, no podremos conocer sus consecuencias. En resumen, aunque pudiésemos viajar al pasado, no podríamos notar las consecuencias de nuestras acciones.

Hay un relato de Issac Asimov, cuyo título no recuerdo, en el que un físico consigue crear una máquina del tiempo, y envía a la Grecia Antigua un libro de química traducido al griego clásico, con la esperanza de que los griegos comprendan antes las claves de la materia. Sin embargo, tal cosa no produce ningún resultado en el presente. Asimov da una explicación más bien culturalista: los griegos que recibieron ese libro no lo pudieron entender, para ellos no contenía nada significativo. De hecho, los griegos ya conocían los principios de la máquina de vapor, pero no tuvieron necesidad de explotar técnicamente ese conocimiento.




El tema de los universos paralelos es muy interesante, sobre todo si se conecta con la historia y el nazismo. Hay una serie reciente, producida por Ridley Scott, que explota esta combinación de temas. The Man in the High Castle es una adaptación de la novela homónima de Philip K. Dick (autor también de ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas?, sobre la que el propio Scott se basó para su Blade Runner, en 1982). Se trata de un escenario post-nazi, en el que alemanes y japoneses han ganado la guerra y gobiernan en Estado Unidos. Pero la Resistencia posee imágenes de un pasado reciente donde los aliados han derrotado al Eje. En esta serie no se respeta el principio de la paradoja del abuelo, que los universos paralelos son inconexos) porque algunos personajes pueden saltar de un universo a otro.


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