MITOS Y POLÍTICA: Gilgamesh

El poema de Gilgamesh


Gilgamesh, personaje protagonista de un poema épico mesopotámico, de carácter no teológico, e impresionante reflexión sobre la naturaleza mortal y finita de los hombres. El texto hace referencia a una figura legendaria, pero real: fue el quinto rey de la primera dinastía de Uruk, hacia el 2600 a. C. Reinó en el momento de mayor esplendor de esta ciudad, y la construcción de sus inmensas murallas fue obra suya, cosa que contribuyó a su fama.


La leyenda de Gilgamesh fue primero oral, y luego se fijó en tablillas de arcilla. Es el llamado Poema de Gilgamesh. El texto se compone de 12 tablillas de arcilla, escritas en lengua akkadia, y halladas en la biblioteca del palacio de Arsubanipal, rey de Niniveh durante el siglo VII a. C. El texto no se conserva completo, pero las partes que faltan pueden componerse a partir de fragmentos textuales hallados en Anatolia, Mesopotamia y en textos sumerios muy anteriores, del II milenio a. C., es decir, mil años después del reinado del Gilgamesh histórico. 

El poema narra el viaje épico de un rey que no quería morir. En el poema hay antecedentes del mito de Heracles: acciones semejantes a sus trabajos, como matar al gigante Huwawa en el bosque de los cedros, la lucha con un toro celeste y leones, con cuya piel se viste Gilgamesh, y un viaje al mundo inferior en busca de un tambor.


El amigo del héroe, Enkidu, representa a un tipo poderoso, y es una de las primeras formulaciones de las condiciones del hombre en estado natural, así como las consecuencias de su interacción con las condiciones de vida en la ciudad.

Es la primera narración de la lucha del héroe (encarnación del bien) contra el monstruo (encarnación del mal), así como una primera alusión a la insolencia humana (la hybris griega). 

La propuesta moral del texto: “Renunciar a las glorias vanas y a las esperanzas quiméricas e irracionales, gozar de la vida, aceptar la muerte y (si acaso) poner el orgullo en las cosas perdurables, tal es la filosofía de la vida que se desprende del poema de Gilgamesh. Cuatro mil años más tarde no está nada claro que hayamos encontrado otra mejor" (Jesús Mosterín, Historia de la filosofía 1. El pensamiento arcaico. Madrid, Alianza, 1983, pág. 114).
 

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