NI LA PSICOLOGÍA NI LA PEDAGOGÍA SON CIENCIAS (como sí lo son la física o la biología)

Mucho menos la psicopedagogía, que es la rama híbrida con que se intenta orientar a los docentes en cuestiones metodológicas, y a los políticos en cuestiones legislativas. Platón ya lo advirtió en su momento, si nos atenemos a un pasaje del Protágoras, cuando Sócrates intenta convencer a Hipócrates del riesgo de dejarse llevar por las enseñanzas de los sofistas sin antes asegurarse de los beneficios de esas enseñanzas para su alma, su conciencia moral, su vida en suma. 

Y como Hipócrates parece desconocer lo que es un sofista, Sócrates intenta abrirle los ojos: un sofista es un traficante o un tendero de alimentos para el alma (Protágoras 313c; traficante o émporos se refiere al comerciante al por mayor, mientras que tendero o kápelos es el que comercia al detalle o al por menor, según nota 12 de la edición de Gredos). No debe fiarse uno de la propaganda de los sofistas, sigue Sócrates, porque quizás alaban sus productos, como hace el tendero, sin estar seguros de su calidad, de sus beneficios para el alma, así que es un riesgo adquirir sus productos sin saber lo que se compra (313ce). Es como dejarlo todo al azar y arriesgarse en lo que es más precioso, sin poder probar antes el valor de esas enseñanzas en otra vasija que no sea la propia alma, siendo entonces demasiado tarde si el daño ya está hecho (314ab).

Es decir, que estamos ante unas supuestas ciencias en las que no es posible aplicar el método experimental sin incurrir en riesgo de daño a los elementos que participen en el experimento, cosa que sería inmoral e incluso ilegal. Pero los gobiernos hacen leyes educativas, y los docentes prueban métodos nuevos asumiendo los mensajes de estos nuevos sofistas, psicólogos y psicopedagogos, que les venden una mercancía que, evidentemente, no han podido poner a prueba en otras vasijas.




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