PROTÁGORAS Y LA CUESTIÓN DE LOS DIOSES


La crítica epistemológica al tema de los dioses

Protágoras ejerció la crítica en este terreno, de forma coherente con sus ideas escépticas y relativistas, pero a la vez, rozando con un ámbito peligroso como la opinión pública ateniense. La crítica que Protágoras recibió desde ese lugar tendía a simplificar su tesis tapando el rigor filosófico de las mismas. Y aún más, las tesis de Protágoras arrastraron a otros sofistas por el mismo camino, un sendero de radicalización y de reacciones a su vez más contundentes. Es el caso de Pródico y Critias (o Eurípides, según se dé autoría al escrito que se atribuye a ambos. Para Romilly, la reflexión de Protágoras, inicialmente racionalista, inicia una oleada de irreligión que se prolonga por espacio de un cuarto de siglo.

Estas teorías fueron progresivamente radicalizándose y acabaron siendo recibidas con escándalo, puesto que iban dirigidas al núcleo de las tradiciones morales arraigadas en las mentes de los ciudadanos, bajo la línea de flotación de la racionalidad, más aún cuando lo divino interfiere en el plano de las leyes, como fundamento último de la justicia.

Problema historiográfico: la tesis de Protágoras se remite a una sola frase, con la que se iniciaba su tratado Sobre los dioses (frag. B4, citado por Romilly):

 

Sobre los dioses, no puedo saber siquiera si existen, ni si no existen, ni qué forma es la suya; muchas circunstancias impiden saberlo: la ausencia de datos sensibles y la brevedad de la vida.

Es una tesis epistemológica, no teológica: en su coherente escepticismo, dice “no saber nada de los dioses”, ni afirma que no existan, por lo que no estamos ante un ateísmo. Protágoras no ejerce una fe atea, sino simplemente una duda razonable que justifica su agnosticismo y su silencio (la afasia de los escépticos posteriores) (referencia a Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses I, 1.2).

El problema de esta formulación es que no es recibida cabalmente, no es entendida en su propio contexto, el epistemológico, sino como un ataque a las tradiciones religiosas, por lo que “suscita el escándalo al abrir el camino a la impiedad” (Romilly).

Hay otro texto de Protágoras sobre esta cuestión: Sobre qué ocurre en el Hades. Se desconoce su contenido, tampoco se sabe si es un texto independiente o un capítulo de Sobre los dioses.

La reacción contra esta tesis agnóstica no se explica bien, es extraña dado el carácter específico de la religión griega (del mismo modo que no se explican las acusaciones de impiedad que sufrieron Aspasia, Pericles y Sócrates). La religión griega no tiene dogmas, carece de clero, de texto sagrado, es permeable a nuevos dioses de otras creencias, su mitología es flexible y admite reformulaciones, reescrituras y reinterpretaciones; más aún, es capaz de aceptar una redefinición antropomórfica, como la que expuso Jenófanes en el siglo VII a. C., que de alguna manera insinuaba la posibilidad de que los dioses fueran una invención humana (sin negarlos explícitamente).

La reacción popular contra Protágoras se entiende mejor si entendemos el momento histórico en que se dio la tesis de Protágoras. ¿Qué dijo Protágoras que enfadó a los atenienses? Según Romilly, todos los poetas anteriores a él que habían dicho algo sobre los dioses, analizaban la religión desde dentro, con afán de mejorarla; Protágoras, en cambio, la pensaba desde fuera, desde la epistemología, y no tuvo en cuenta el componente moral y político de los dioses griegos. Al admitir la posibilidad de que no existieran, ponía en peligro el lazo que une a los dioses con su ciudad, pues los dioses la protegen, así como a sus leyes y al orden social. Religión viene de religare, es decir, remite a la cohesión social. Y los críticos de Protágoras ven en su reflexión un riesgo social, la posibilidad de una relajación del orden moral. De ahí el inicio de procesos de impiedad contra él, precisamente en ese contexto de una guerra con Esparta que comenzaba a dar indicios de un final desastroso para Atenas.

Protágoras fue acusado de impiedad y sus libros fueron quemados públicamente, entre 416 y 411, según varios autores (por ejemplo, Plutarco, Vidas paralelas. Nicias, 23). Plutarco vincula su destierro al mismo proceso que se levantó contra Anaxágoras, años atrás. Recordemos que Protágoras tuvo que huir de Atenas en 411, tomando un barco que finalmente naufragó.


FUENTE

    Romilly, Los grandes sofistas en la Atenas de Pericles. Barcelona, Seix Barral, 1997.

Comentarios

ENTRADAS MÁS VISITADAS EN LA ÚLTIMA SEMANA

LAS IDEAS INNATAS DE DESCARTES

CRONOLOGÍA DE LAS OBRAS DE PLATÓN

DESCARTES Y LOS DIFERENTES TIPOS DE IDEAS

DESCARTES Y LA DUDA (actualización)

KANT Y LA MENTIRA