CURIOSIDAD E INTERÉS: UN EJEMPLO PRÁCTICO

El caso de Raimondo di Sangro, principe de Sansevero (1710-1770), constituye un buen ejemplo de la dinámica de la curiosidad y el interés, factores que operan de forma entrelazada, solapando sus impulsos: la curiosidad genera interés por algo, y sucesivamente, la necesidad de satisfacer la curiosidad mediante el interés por investigar tal asunto, despierta la curiosidad por nuevos elementos que van a apareciendo al tiempo que se cubren los diferentes pasos de una investigación.

El fragmento que sigue es una excelente muestra de que esa dinàmica entrelazada funciona de forma pulsional (hasta el punto que algunos estudiosos como Freud la relacionan con la libido). Satisfacer la curiosidad sería una forma más de satisfacción de la libido, una forma más de sublimación, quizás. Ahí queda la cuestión. Nos quedamos con el ejemplo de este personaje tan curioso, tan ávido de saber que cayó bajo la sospecha del Santo Oficio; ya se sabe, cualquier manifestación libidinosa es pecado a los ojos de quienes prefieren restringir a curiosidad de los hombres.

Debemos este fragmento al libro de Alberto Manguel, Una historia natural de la curiosidad. Madrid, Alianza, págs. 114-116:


Empezó su caleidoscópica carrera como historiador de temas militares, autor de una Diccionario universal del arte de la guerra, desafortunadamente interrumpido en a letra "O". Su interés en las técnicas bélicas lo llevó a experimentar con pólvora y pirotecnia, y en este campo descubrió cómo lograr varios tonos de verde en los fuegos artificiales que hasta ese momento eran inconseguibles: verde mar, esmeralda claro y el color de la hierba fresca. Eso le permitió inventar lo que llamó "teatros pirotécnicos", en los que los fuegos artificiales creaban escenas que retrataban templos, fuentes, e intrincados paisajes. Los diseños de estos escenarios incandescentes inspiraron al príncipe, que ya era un voraz lector, un interés en el diseños de los tipos de imprenta y fundición: siempre ingenioso, inventó un método de un único paso para imprimir imágenes a color en láminas de cobre que se adelantó medio siglo a la litografía de Alois Senefelder.

En 1750, Sansevero instaló en su palazzo napolitano la primera imprenta del reino de Nápoles, con caracteres diseñados por Nicolás Kommareck y Nicolà Persico, bajo la supervisión del príncipe. Las autoridades eclesiásticas reprobaron las publicaciones  de Sansevero, en especial la de un libro sobre las denominadas "ciencias secretas" del abad Montfaucon de Villars, y una defensa de la condena de Tito Livio a la superstición por el panfletista inglés John Toland. Como resultado, dos años más tarde ordenaron el cierre de lla imprenta. Para eludir la prohibición, Sansevero tuvo la astucia de donar tanto la imprenta como los tipos a su majestad Carlos III, quien, con ese regalo, creó la Real Imprenta de Nápoles.

La imprenta no fue la última empresa de Sansevero. Los manuscritos y libros extranjeros que consideró para su posible publicación lo llevaron a interesarse en las artes de la alquimia; los experimentos alquímicos sobre la creación de la vida lo impulsaron, a su vez, a construir unos autómatas exquisitos, y la construcción de los autómatas le hizo estudiar la tecnología de las máquinas y las ciencias de la metalurgia, mineralogía y química. En 1753 se produjo un incendio en el laboratorio de Sansevero que tardó seis horas en extinguirse; como resultado, el príncipe anunció que había descubierto "una lámpara de luz perpetua o eterna" cuyo combustible estaba formado por cráneo humano molido y pólvora.


Otras combinaciones casuales lo llevaron a nuevas y prodigiosas invenciones: una tela impermeable, un tapiz hecho con hilos superpuestos en lugar de entretejidos que parecía una pintura al óleo por la perfección de los detalles, un lino que no se arrugaba, un papel hecho de seda vegetal ideal para dibujar y escribir, un método para limpiar cobre que no requería bruñirlo y no dejaba marcas, una técnica para fabricar láminas de bronce más delgadas que las que habían existido hasta entonces, un procedimiento para hacer porcelana traslúcida y el cristal más delgado posible, un sistema para colorear vidrio sin tener que calentarlo, crayones indelebles que no requerían fijar el color con barniz, una cera artificial y colores "oleohídricos" que se parecían a la pintura al óleo pero no precisaban una preparación previa del lienzo o de la madera. También inventó una máquina para desalinizar el agua de mar, y otra para fabricar ágatas y lapislázuli falsos, con los que engañó a muchos joyeros reputados. Diseñó un método para endurecer el mármol que les permitió a los escultores cincelarlo hasta una delgadez inaudita, y poder así esculpir velos transparentes y delicados encajes de piedra. También construyó máquinas anatómicas, aún visibles en a cripta de la familia Sansevero en Nápoles, que reproducían el sistema circulatorio de un hombre y una mujer, desde el corazón hasta los vasos capilares más diminutos. Entre sus creaciones más fantásticas se encuentran una mesa que se ponía sola para la cena sin necesidad de sirvientes, así como una carroza acuática con caballos hechos de corcho que podían cubrir una buena distancia en las aguas de la bahía de Nápoles.
[...] 

Entre los libros publicados por la imprenta de Sansevero en el año de su fundación, 1750,tal vez el más curioso fuera una Lettera Apologetica ("Carta apologética"), compuesta por el propio príncipe y acompañada de soberbias placas a color. El tema de la Lettera era el sistema de los quipus de los antiguos incas. Nuestro curioso príncipe, interesado como estaba en todo, se enteró de los quipus a través de los libros del Inca Garcilaso, pero también gracias a un tratado jesuita sobre el lenguaje inca ilustrado con varios dibujos a color de una variedad de nudos y explicaciones de su significado. También logró ver el objeto real: un quipu original traído de las colonias hispánicas. Los libros y el quipu habían ido a parar a manos de una padre jesuita que había estado en el Nuevo Mundo y que le vendió el conjunto al príncipe en 1745.


Muestra de un quipu, supuesto sistema de comunicación de los incas


Página de la Lettera de Sansevero




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