LA NOCIÓN DE PREJUICIO
RESEÑA DEL ARTÍCULO
Florack, Arnd (Universidad de Basilea) & Scarabis, Martin (Universidad de Münster), "Los prejuicios", en Mente y cerebro 08/2004, pp. 30-34.
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Los autores de este estudio exponen los últimos avances en la investigación de campo sobre los vínculos
cognitivos de la formación de los prejuicios en los individuos. Consideran que
para enfrentarse a ellos es necesario comprender qué funciones desempeñan en
nuestro modo de pensar.
Para los
autores, "con el término 'prejuicio' se designan las asociaciones
negativas, ancladas profundamente en la memoria, respecto a personas de otras
culturas". Esto es sólo un aspecto intercultural del prejuicio; habría que
considerar que muchos componentes de nuestras costumbres y creencias sobre
nosotros mismos y nuestra cultura, es decir, el aspecto intracultural, también
están determinados por prejuicios, por ideas heredadas de nuestra cultura que
no han sido revisadas ni contrastadas con la experiencia de una manera más
crítica; es más, incluso conceptos relacionados con el mundo natural y los
fenómenos que suceden a nuestro alrededor todos los días están tergiversados
por la participación de nuestras ideas preconcebidas sobre el comportamiento
del mundo. A menudo lo que esperamos del mundo y de sus acontecimientos está
mediatizado por prejuicios. La cotidianeidad está llena de prejuicios. Lo que
los últimos estudios demuestran es que los prejuicios actúan en un plano inconsciente,
de modo que la asociación entre grupos de personas y culturas enteras con
propiedades negativas se establece en un nivel cognitivo que queda fuera de
nuestro control, e influyen nuestra conducta por esa vía inconsciente. En
cuanto entramos en contacto con lo extraño, se disparan las alarmas y se
deslizan las ideas preconcebidas sobre eso extraño, a las que podemos acogernos
de una manera rápida y sin esfuerzo cognitivo.
Pero, se
preguntan los autores, "¿a qué se debe esta extraña predilección de nuestra
razón por modelos de pensamiento imprecisos y, a menudo, nocivos? Hemos llegado
a conocer una ventaja de los estereotipos: nos ahorran un esfuerzo mental
agotador al simplificar el procesamiento de las informaciones. Además, en
determinadas ocasiones, nos sirven de escudo protector de nuestra
autoestima". Pero hay que tener presente que es posible decidir a qué
informaciones damos más paso, si a las categorías automáticas suscitadas por
nuestro cerebro, o a los hechos empíricos. Es una cuestión de esfuerzo
cognitivo: efectivamente, requiere invertir más energía reconocer los
prejuicios y sustituirlos por un juicio equilibrado.
Los mecanismos
cognitivos que operan en la generación de prejuicios son tales como:
- Vemos a nuestro grupo diversificado, pero a los
extraños los vemos como una masa homogénea; eso favorece que se produzca
la típica confusión de la parte por el todo.
- Lo que contradice al estereotipo se toma como una
excepción. Las vivencias positivas son excepcionales: la mujer que aparca
bien ha tenido suerte, el funcionario diligente aún no se ha apoltronado,
etc.
- Buscamos informaciones que confirman nuestro
prejuicio, y eludimos las que lo cuestionan (como hacen muchas veces los
científicos con sus hipótesis). Se generan correlaciones ilusorias: se atribuye
a la minoría una criminalidad más alta, por ejemplo, basándose en que
sobrevaloran los acontecimientos aislados protagonizados por inmigrantes.
- Se interpreta de distinta manera una conducta, en
función de quién la realiza.
- El portador y la víctima de los prejuicios se
comportan de tal manera que acaban confirmándolos. Es la profecía auto
cumplida. Los estigmatizados colaboran con el prejuicio, porque temen
verse reducidos a él y actúan de una manera forzada. Los negros fracasan
más en la escuela porque parten, de manera preconcebida, es decir,
mediante otro prejuicio, de que los blancos rinden más en la escuela.
Incluso la discriminación positiva puede ser malentendida como un "en
el fondo, no confiamos en ti."
También interviene en el mecanismo de los prejuicios un elemento de socialización: "la pertenencia a un grupo puede reforzar nuestra autoestima", pues "nos definimos por las unidades sociales que nos destacan positivamente sobre los demás. Esta actitud determina que se favorezca a personas del propio entorno y se menosprecie a los otros". Así, las bases de los prejuicios están sujetas a los vínculos grupales del individuo.
Un aspecto
importante: las conductas violentas y la hostilidad para con los extranjeros no
se puede atribuir exclusivamente a la naturaleza inconsciente de los
prejuicios. Una cosa es el esquema cognitivo con el que nos enfrentamos al
mundo y a sus irregularidades, así como nuestras necesidades defensivas en ese
plano cognitivo, y otra que basados en ese esquema reaccionemos hostilmente
contra lo extraño; ni lo explica, ni lo justifica. "Para convertir una
postura activada automáticamente en una opinión expresada explícitamente o
incluso en una acción decidida, los prejuicios deben pasar el control de
nuestra conciencia", de modo que aparece la responsabilidad moral o penal
por una decisión tomada.
Además, la
violencia contra las etnias o los grupos culturales y religiosos minoritarios,
los pogromos, la limpieza étnica, etc., se producen en el seno de ambientes de
radicalismo ideológico que consiguen deshumanizar al otro. Amalio Blanco, en
esta misma línea, considera que la violencia que no se puede explicar en el
simple prejuicio, se explica por su vinculación con los valores fanáticos de un
grupo cerrado, en el fanatismo identitario (Blanco, "El avasallamiento del individuo", en Claves
144, julio-agosto 2004).
La solución que
proponen los autores es compleja y dificultosa, dada la resistencia del
prejuicio a dejar de influir en el espacio cognitivo de los humanos. Se supone
que la convivencia con los extranjeros tiende a relajar las presiones de los
estereotipos. En última instancia, todo queda en manos del individuo, de su
capacidad para una "autocrítica laboriosa y una lucha por opiniones
objetivas."
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