PÍNDARO (518-438 a. C.) Y EL PODER DEL LENGUAJE

El poeta, según la visión de Píndaro, es un educador, capacitado para ello en virtud de su propia condición, de su naturaleza como poeta. El poeta es un sabio, tiene un conocimiento profundo de las cosas, relacionado con verdades intemporales reflejadas en los mitos. Es veraz frente a otros poetas mentirosos, que saben usar los recursos poéticos para el engaño. Aquí aparece tempranamente la polémica sobre si la poesía es engañosa o no. Píndaro reconoce que hay poetas que usan los recursos de su arte para engañar, pero distingue entre estos y los verdaderos poetas, los que reciben inspiración divina y usan las técnicas poéticas para canalizarla en un lenguaje bello, atractivo y seductor. No obstante, hay que reconocer el poder seductor de la poesía, como arma para el engaño. “El arte alado del poeta sabe revestir de majestad hasta las mentiras, y las ficciones del genio nos seducen y nos engañan”, escribe (Nemeas, VII), o “la poesía, de la que nacen todos los encantos para los ojos de los mortales, recoge estas fábulas y gracias a ella, lo que es inverosímil se convierte en objeto de convicción” (Olímpicas, I). Podemos apreciar aquí una reflexión crítica en unos términos muy semejantes a los que hallaremos en Platón contra la sofística.

Pero la verdad está garantizada, según Píndaro, porque la inspiración procede directamente de los dioses, como un don innato, que no se adquiere. El poeta es un mediador entre lo humano y lo divino. La técnica sirve para saber conducir poéticamente el mensaje de la divinidad. El poeta debe unir inspiración, técnica y oportunidad para transmitir aquello que le es encomendado. Por eso critica a los poetas que han debido aprender su arte a través de los libros o de la experiencia: “Sabio es quien por naturaleza conoce muchas cosas, mas cuantos han tenido que aprender, ¡que dejen oír sus hueras palabras con su parloteo de cuervos desabridos ante el ave divina de Zeus!” (Olímpicas II, 81-94). En Píndaro hay una constante: el origen divino del talento de los hombres: “Bravo o inteligente, a voluntad de los dioses nace” (Olímpicas IX, 28). El poeta cabal está poseído por las Musas y se transforma en un mero intérprete de ellas, que realmente dominan todo el proceso creativo. El poeta poseído por las Musas no puede cometer engaño, porque no es él quien escribe, sino la divinidad a través de él (Nemeas III, 1-8). Esto tiene importancia dentro del papel del poeta como educador y vehículo ideológico, lo que para Píndaro es la transmisión de verdades, dado que el origen divino del talento y la inspiración sirve como criterio de verdad de los mensajes emitidos por el poeta.

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