SCHILLER Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA

THOMAS CARLYLE ESCRIBE SOBRE SCHILLER


"A finales de 1792, un nuevo objeto parecía llamar su atención: por esta época había pensado seriamente intervenir en política. La Revolución francesa le había despertado desde el principio esperanzas nada corrientes; el curso de los acontecimientos, sobre todo la prisión de Luis, las fueron convirtiendo rápidamente en temores. Por la suerte del desdichado monarca y por la causa de la libertad, que parecía amenazado por el trato que se sospechaba iba a recibir, Schiller se sintió tan profundamente interesado que había resuelto _determinación no sin riesgos en su caso_ dirigir un llamamientos sobre estas materias al pueblo francés y al mundo en general. La voz de la razón, abogando por la libertad y por el orden, podía aún a su juicio ejercer una influencia saludable en este período de terror y de decepciones; la voz de un hombre destacado sonaría como la voz de la nación que parecía representar. Schiller andaba buscando un buen traductor francés y daba vueltas en su cabeza a los variados argumentos que podían emplearse y a la conveniencia relativa de su empleo o de su omisión, pero la marcha de las cosas rebasó la necesidad de tal deliberación. En pocos meses, Luis pereció en el cadalso; la familia Borbón era asesinada o dispersada por Europa, y el gobierno francés se había convertido en un caos terrible, en medio de cuyos errores tumultuosos y sangrientos la verdad serena no tenía ya posibilidad de ser oída. Schiller se apartó de estas escenas repulsiva y espantosas para volverse a otras regiones más familiares a su corazón y donde sus facultades tenían más probabilidades de producir efecto. La Revolución francesa le había disgustado y repugnado, pero no disminuyó su apego a la libertad, cuyo nombre había sido tan profanado en estas salvajes convulsiones. Quizás en sus escritos posteriores pueda hallarse un sentimiento más respetuoso hacia las viejas instituciones; más reverencia por la majestad de la costumbre, y, junto a un mismo fervor, una fe más débil en la perfectibilidad humana: cambios que son, en efecto, el fruto corriente de los años, sea cual sea el clima o época en que hayamos recogido nuestras experiencias."


FUENTE: Thomas Carlyle, Vida de Schiller. Buenos Aires, Espasa-Calpe Argentina, 1952, pág. 116. Este es el primer libro de Carlyle, que había publicado por entregas en la revista inglesa London magazine, entre 1823 y 1824, dirigida entonces por Thomas De Quincey, que le animó a editarlos en forma de libro. El texto completo fue publicado en 1825.

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