GILLES VERNET CONTRA LA VELOCIDAD

Sin prisa llegas lejos

¿Adónde va a parar todo ese tiempo que ganamos corriendo de un lado a otro? ¿No será que, en realidad, lo perdemos? ¿Por qué se lo vendemos a una empresa a cambio de dinero que metemos en un banco, que lo transforma en más dinero, que presta a otros que también lo pierden? ¿Por qué cambiamos el tiempo que siempre nos falta por dinero para comprar cosas que, en realidad, no necesitamos? El tiempo, la muerte –que está aquí viviendo cada día con nosotros– y cómo disfrutarlo dándole sentido en vez de gastarlo con prisas es lo que explica a sus alumnos Gilles Vernet, antaño acelerado mago de los traders parisinosy hoy relajado maestro de primaria y padre feliz y dedicado.



Aconseja a sus alumnos que no compitan: ¿Miedo a perder?
Yo creo que competir ya es ser un perdedor. Necesitar compararse es no entender el sentido de nuestra existencia.
No somos caballos de carreras, pero los chinos aprietan y los coreanos, más.
Para ganarse a uno mismo, lo primero es controlar el tiempo. Aprender a gestionarlo. Eso es mucho más importante que competir para mis alumnos, porque lo ha sido para mí.
¿Al estudiar una carrera, entonces, lo primero es no correr?
Lo que advierto en mis alumnos es que la tecnología digital y el vivir corriendo de pantalla en pantalla tiende a separarnos de nosotros mismos, de nuestro cuerpo, de nuestras emociones. Nos disocia y nos condena a la neurosis.
¿Qué les recomienda?
Limitar al mínimo las horas ante la pantalla y respirar hasta volver a percibir el tiempo na­tural del cuerpo: cuando estamos cansados; cuando necesitamos una pausa. La tecnología nos aturde y nos hace olvidar al cuerpo.
Mis profesores en el colegio me decían de todo menos que descansara.
Pues yo les enseño a los míos a autovigilarse y a tomar distancia cuando se aceleran. Quiero que aprendan a hacer como los grandes deportistas, que, tras grandes competiciones, toman largos periodos de descanso y regeneración.
¿Y luego aprenden más?
¿Más? ¿Más para qué? Una imagen zen explica nuestro espíritu como un estanque que removemos constantemente y sólo cuando dejamos que el lodo baje al fondo, el agua se hace transparente y en el fondo nace la flor de loto.
¡Espléndida idea para las vacaciones!
Le decía que luchar contra el reloj ya es haber perdido, pero estamos en una sociedad cuyos valores nos empujan a esa carrera imposible.
Nadie le gana nunca a un reloj en marcha.
Habrá siempre 24 horas, así que el único modo de no perderlas no es apurarlas contra el tiempo, que siempre va a derrotarnos, sino ganarlas con su ayuda.
¿Cómo?
Pues dejando que actúe. Viendo en el tiempo el aliado que es. Confiemos en él. Es algo que intento enseñar a los adolescentes, siempre alocados. El modo de llegar más lejos a menudo es quedarse quieto.
¿Usted lo hace?
Yo era un buen matemático y trabajaba de trader en los mercados parisinos.
¿Por qué lo dejó? ¿Algún error grave?
El error fue no dejarlo antes. Mi madre se puso muy enferma y yo tuve la lucidez de detenerme para decidir qué era más importante en mi vida: estar con mi madre o con mis bancos.
¿Se ha arrepentido alguna vez?
No me he arrepentido ni un solo momento de ser quien soy. De hecho, soy tan feliz que quiero compartir mi vida recuperada con los demás. Creo que damos demasiado tiempo y esfuerzo a un sistema que nos cambia la única cosa que necesitamos, tiempo, por muchas que no necesitamos.
Hay que pagar el alquiler o la hipoteca o el yate o la tercera residencia...
Habría que devolver, en nuestra escala de va­lores, el sistema financiero a su lugar y que él nos devuelva el tiempo que nos quita.
¿Cómo?
Simplemente hay que abandonar ese complejo de culpa que nos inculcan por no ir acelerados de un sitio a otro para ganar más; para tener un ascenso, una promoción...
Con la que creemos que tendríamos más tiempo y dinero para la familia y los amigos.
Así es: alimentamos ese paradoja absurda y las tecnologías digitales todavía nos aceleran más al hiperconectarnos a esa mentalidad. Mis alumnos llegan a casa y, en vez de hablar, van perdiendo tiempo de pantalla en pantalla hasta que llegan sus padres, a los que ven meterse de nuevo en otras pantallas a contestar mails.
¿Perdió mucho sueldo al dejar la bolsa y hacerse profesor de primaria?
Gané mucha vida. Y mis hijos y mi mujer tuvieron más padre. Tiene más sentido enseñar a mis chicos que especular. Me siento más útil.
He visto que les mentaliza y hasta ponen multas a los viandantes acelerados.
El sentido del humor es uno de los mejores modos de enfrentar la lógica del sentido común a la del capitalismo acelerado. Y los chavales lo captan enseguida
¿Cómo se lo explicaría a los mayores?
Deje de sentirse culpable por no hacer nada y verá cómo empieza a hacer un montón de cosas que valen la pena; muchas más que las que hacía porque creía que no tenía más remedio.
Nada por obligación: todo por ilusión.
Y acepte que no puede ser perfecto; que no va a ser el mejor ni el más guapo ni listo ni más jefe ni más rico que nadie. Asúmalo de verdad y empiece a pensar en sus necesidades y a no ser esclavo de sus ambiciones. Verá qué liberación.
¿Cómo explica eso a sus estudiantes?
Empiezo la clase con ejercicios de respiración y meditación. Y desarrollo la cooperación: los mejores en cada área ayudan a los menos buenos. Así logro que dejen de competir como posesos y que todos se sientan mejores.
¿Qué dicen los inspectores de Enseñanza?
Lo valoran. Les gustan mis películas. Y les ­hablo de la muerte. Mamá morirá algún día fue el libro que escribí tras dejar el banco. Y sigo reescribiéndolo para vivir mejor.
VERSIÓN DIGITAL ORIGINAL: en este enlace.

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