Una reflexión sobre "Adolphe", de Benjamin Constant

Adolphe, de Benjamin Constant (1816)



Obra casi autobiográfica, da cuenta de la ruptura de Benjamin Constant con Mme de Staël, diez años atrás, y de su relación con Charlotte von Hardenberg. Se considera un texto pionero de la novela psicológica moderna. Hay una segunda edición en ese mismo año, y una tercera en 1824. Es un gran éxito literario. 

Adolphe puede leerse en formato digital (pdf) en versión original, en este enlace.



Cartel de la película basada en esta novela, estrenada en 2002

Es un tópico aludir que ésta es una novela autobiográfica, cosa que se afirma hasta el punto de poner en duda que sea una genuina novela. Algunas frases de los diarios de Constant (Cahier Rouge) están casi íntegramente en sus novelas. El momento histórico en que fue pensada y escrita no se deja entrever, porque la acción no lo alude y podría situarse tanto cien años antes como cien años después. En cuanto al género, Adolphe va más allá del rupturismo de su época (sentimentalismo, libertinismo) y da inicio a una nueva forma de narrar, sin romper con los esquemas clásicos: la exploración de la propia consciencia, la novela psicológica, llenando el esquema formal de la novela con nuevos contenidos, inauditos entonces.



Las primeras referencias biográficas las encontramos en el primer capítulo: un padre soldado siempre en campaña, que parece servir de modelo para el padre de Adolphe (rigidez, timidez, ternura reprimida), con quien tiene tantos problemas de comunicación como Constant con el suyo; una mujer mayor que inicia al joven en los primeros pasos de la vida adulta, y que remite sin duda a Mme de Charrière, que le acogió siendo muy joven y le proporcionó una cierta educación social para poder adentrarse en los medios parisinos; el mismo carácter burlón, frío, irónico y áspero del protagonista, el joven Adolphe, perdido en una ciudad alemana de provincias que no menciona (Brunswick), se corresponde con el carácter de Constant, tal vez heredado de su padre. 

Isabelle de Charrière, 1777
Esos rasgos los describió Constant en su diario: captaba la ironía como estilo de vida de su familia, el desprecio de los sentimientos y las emociones ante la inteligencia y la gloria. Y sufrió las consecuencias que traslada a su personaje: dificultades para amar. Ya en el capítulo II aparece la protagonista femenina, Eleonora, una mujer diez años mayor, que vive con un conde al que ha dado dos hijos sin haberse unido en matrimonio. Mme de Staël, Charlotte von Hardenberg, Anna Lindsay; quizás todas ellas, pues Eleonora comparte rasgos, al menos, con las dos primeras: 

Charlotte (1769-1845) (ella es sobrina de Karl August von Hardenberg (1750-1822), que fue el canciller prusiano que hizo frente a Napoléon, estableció la alianza con Alejandro I de Rusia, y tuvo un importante papel en el Congreso de Viena) pasa por un par de matrimonios que no funcionan. Se conocieron en 1793 cuando estaba en pleno proceso de divorcio de su primer marido. Ella volvió a casarse en 1798, para divorciarse en 1807 y poder casarse, casi en secreto, con Benjamin, en 1808. Eso sí, permanecieron juntos hasta la muerte de Constant, en 1830.

La joven Germaine Necker, junto a un busto de su padre

Pero sin duda lo que más atraía a Constant era el carácter dominante, volcánico y receloso de Germaine, una mujer excesiva y tendente al escándalo, que no acaba de saber cómo retener a los hombres que se le acercan; un poco como Eleonora. Se conocieron en 1794, poco después de haberse separado Constant de un desgraciado matrimonio con Minna de Kramm, en Brunswick. Germaine estaba casada desde hacía tiempo, y ya había tenido varios hijos, no todos de su legítimo esposo. Germaine y Benjamin se emparejan, se juran amor eterno en Coppet, viven juntos en París, Germaine tiene una hija, pero Constant duda de su paternidad (parece ser que con razón); se mudan con frecuencia, se son infieles. Una vez conquistadas Germaine y Eleonora, acaban siendo un lazo, no un objetivo de seducción, y desaparece el hechizo; es lo que ocurre cuando se confunde la vida con los libros: primero es la carta de amor, y luego el amor. Mantuvieron una tormentosa relación sentimental hasta 1806, durante los cuales Constant pidió varias veces a su familia que le buscaran una novia para poder comprometerse en serio y abandonar a Germaine. Su fecunda relación intelectual se prolongó hasta la muerte de Germaine, en 1817.


 
Anna Lindsay (1764-1820) estuvo relacionada con Constant entre 1800 y 1801. Más que otra cosa, fue un affair, acompañado de correspondencia. Anna era sólo tres años mayor que Benjamin, había llegado a París hacía poco siguiendo a uno de sus amantes, Christian de Lamoignon, de vuelta de la emigración. Constant, que se sentía particularmente hastiado de la autoridad dominante de Germaine, trató incluso de casarse con ella, aunque se volvió atrás después de alguna escena de Germaine.













Lo que sí se refleja perfectamente en el personaje de Adolphe es el carácter vacilante con las mujeres tan propio de Benjamin (igual de vacilante en política). Vacila entre Germaine y Charlotte: se casa en secreto con ésta, pero es incapaz de dejar a la otra, por temor a sus arrebatos de cólera, hasta que los acontecimientos se precipitan por sí mismos y se produce la separación sentimental. Ésta es la constante en la vida sentimental de Benjamin, y esa continua vacilación se refleja perfectamente en su personaje: la eterna irresolución, el divorcio entre decir y hacer, la imposibilidad del entusiasmo y del amor, la apatía. Sin embargo, el personaje de Eleonora no hace justicia a Germaine, que tuvo siempre una actitud mucho más independiente y poco convencional de lo que se refleja en la novela, y era mucho más inteligente que Eleonora, que es un espíritu vulgar y carece de ideas interesantes (¿se trata entonces de Charlotte?). Eso sí, ambas son mujeres en contra de su destino: dos refugiadas políticas y apartadas de la dignidad de su posición original. 

Charlotte von Hardenberg
Por otro lado, las frecuentes discusiones entre la pareja de ficción, que se desarrollan en los capítulos V y VI, pueden darnos una idea de las idas y venidas de la pareja real por los caminos del desamor, sobre todo debido a los titubeos de Constant a la hora de romper la relación con Germaine, una vez ya comprometido con Charlotte. En la novela, Eleonora se transforma en un lastre que Adolphe soporta con resignación, incapaz de zafarse de ella porque es incapaz de tomar decisiones con firmeza. Adolphe se siente sometido a la voluntad de Eleonor, y a la vez horrorizado ante el imperio de las mujeres (cap. V); un personaje secundario le recuerda más adelante a Adolphe que es un hombre que no ama, sólo se deja dominar por una mujer exigente, que le exige su presencia y su dedicación, y añade: “No hay un solo hombre que no se haya visto alguna vez en la situación de desear romper una relación inconveniente, y que al mismo tiempo no haya temido ofender a esa mujer amada. [...] No existe una sola de estas mujeres apasionadas que tanto abundan que no haya preferido morir a ser abandonada; pero todas ellas viven y no han dejado de hallar consuelo” (cap VII). Choca, por eso, que Benjamin se ganara el corazón de Germaine simulando un intento de suicidio, en Coppet, pero se trataba de una estratagema muy propia de Adolphe. 

Sin duda ese vacilar en torno a una decisión dolorosa es la constante de Adolphe a lo largo de esta novela: desea liberarse del jugo que le impone la mujer, pero no se atreve a confesarlo ni a actuar para resolver la situación, aunque el desencanto del amor agotado se traslada inevitablemente a la convivencia de la pareja y la arrastra hacia un desenlace trágico. Los capítulos centrales son un ir y venir de justificaciones y vacilaciones, todas ellas fruto de la reflexión y la emoción nunca conciliadas (caps. VII al X). 

Otro elemento que resalta en esta novela es la presencia de las ideas de Rousseau. Cuando dice que la sociedad no tiene nada que temer de los excesos de la juventud, pues pesa tanto su sorda influencia sobre las personas, tan potente, que no tarda mucho en ajustarnos al molde común (al final del cap. I). O en otro pasaje, donde dice que “No es el placer, no es la naturaleza, no son los sentidos la fuente de la corrupción; son los cálculos a los que la sociedad nos habitúa y las reflexiones que la propia experiencia genera” (cap. III). “La sociedad es demasiado potente, se reproduce bajo infinitas formas y castiga con crueles sufrimientos todo amor que no haya sancionado” (Carta al editor, al final de la novela). Parece evidente que Constant es consciente del peso de los convencionalismos sociales en la dirección que apuntaba Rousseau, es decir, como moldeadores y corruptores de lo humano. En buena medida, su novela es una protesta contra tales limitaciones. Sin embargo, sobre este punto hay que señalar que tampoco hace justicia a Germaine de Staël, pues fue ella quien asumió genuinamente las ideas de Rousseau y las puso en práctica a lo largo de su vida. La vida de Constant, en cambio, se halla inmersa en una pugna con los convencionalismos, de la que no supo sobresalir.

Un apunte final. Hay una película francesa, basada en una obra teatral homónima, que está directamente relacionada con el texto de Constant, Adolphe. No es una versión de esta novela, pero la usa como excusa para desencadenar una corrosiva reflexión sobre los convencionalismos sociales y las dependencias ideológicas de la burguesía intelectual. 

Ofrecemos el trailer:




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