ESBOZO BIOGRÁFICO DE PITÁGORAS DE SAMOS

Datación cronológica

Sobre la vida de Pitágoras apenas se conocen datos seguros, pues las noticias que hay sobre él no son absolutamente fiables para los estudiosos. La biografía de Pitágoras se halla envuelta en una nebulosa de leyendas y anécdotas generadas por sus seguidores para crear un aura alrededor del maestro. Se ha llegado a sospechar incluso que la figura de Pitágoras sea inventada, aunque algunos pasajes doxográficos confirman que sí hubo un Pitágoras histórico, aunque sea difícil trazar con claridad su recorrido biográfico, su pensamiento original y mucho menos su obra.
Según Apolodoro, llegó a su plenitud en 532. Si tenemos en cuenta que los cómputos doxográficos atribuyen 40 años a este momento, podemos situar el nacimiento de Pitágoras antes de 570. Otros cómputos, quizás más fiables, lo sitúan en 582.





Primeros años y viajes

Criado en la isla de Samos, su padre pudo ser un artesano (grabador de anillos, según Diógenes, VIII 1).
Viaja a Lesbos, donde toma contacto con Ferécides de Siros (Diógenes, VIII 2). Viaja a Egipto, donde aprende su lengua y las doctrinas secretas de su religión (Diógenes, VIII 3). Alguna información señala que Pitágoras pudo haber llegado hasta la India.
Después de este período de viajes, vuelve a Samos. La intensificación de la tiranía que impera en la ciudad le lleva a abandonar la isla nuevamente, y se establece en Crotona, una floreciente colonia griega en el sur de Italia.
 En Crotona establece su escuela, que atrae numerosos alumnos de todas partes. Esta escuela se configura como una hermandad religiosa, que en ocasiones parece asociarse a las comunidades de culto a Orfeo, más antiguas. Se sospecha que hubo al menos intercambio de influencia entre estas órficos y pitagóricos, aunque algunas prácticas pitagóricas coinciden también con rituales mágicos egipcios.

La comunidad pitagórica y sus reglas

La escuela o comunidad se organizaba en sentido piramidal, donde la cabeza de Pitágoras actuaba como mente pensante dueña de los pensamientos de sus acólitos. A su alrededor se generaba un ambiente de absoluta veneración y misterio, cosa que ha dificultado incluso la distinción posterior entre el pensamiento original de Pitágoras y los desarrollos de sus seguidores, dado que todas las realizaciones eran atribuidas indiscriminadamente al maestro, sobre todo los descubrimientos matemáticos. Por esta razón, muchas de las teorías que se atribuyen a Pitágoras, especialmente las relativas a la matemática, deben tomarse con precaución y considerarse anónimas.
La comunidad pitagórica se regía mediante numerosas reglas, que están ligadas a las ideas místicas del pitagorismo y se justifican en la teoría del parentesco de todos los seres vivos, unidos por la reencarnación de las almas. Algunas de estas reglas, que imponen alguna prohibición o abstinencia, son de orden moral y ritual, vinculadas a primitivas prácticas de magia (K. & R., frag. 275, de Yámblico, que puede leerse en el siguiente enlace: reglas pitagóricas).
La prohibición de llevar anillos grabados con figuras divinas (Diógenes, VIII 1) puede estar relacionada con el oficio del padre de Pitágoras, que era grabador de anillos, en Samos.
Algunas de las anteriores reglas (4, 6, 12, 25 y 26, por ejemplo), pueden interpretarse como un telón protector para evitar filtraciones desde fuera y desde dentro de la comunidad pitagórica, y así mantener a los acólitos aislados de malas influencias mundanas.
La regla del secreto o silencio es parte esencial de esta estrategia de aislamiento. Tiene como finalizar que los iniciados puedan guardar silencio durante las lecciones, e “impedir la revelación de todas las cosas a todos los hombres” (K. & R., frag. 265), de modo que este orden interno sirve como protección respecto del mundo externo. Los alumnos novicios se mantenían en silencio durante los primeros cinco años de formación, sólo pudiendo escuchar sus palabras sin ver al maestro hasta superar un examen de admisión al círculo interior de la comunidad (Diógenes VIII 10). Había un ejercicio final de autocrítica, de autoconfesión de aquellos rasgos que les apartaban de lo establecido en la comunidad.
La posición de Pitágoras como líder de la comunidad era indiscutida, su persona era venerada en desmesura (Diógenes VIII 11, 14 y 15). Cada noche daba lecciones ante audiencia de 600 personas, y si algún afortunado conseguía verle el rostro, escribía a su familia para contarlo como un acontecimiento excepcional (Diógenes VIII 15). Pitágoras era lo que hoy llamaríamos una figura mediática.
Por esta causa, era un tipo que cuidaba su imagen personal: nunca se le vio evacuando, ni haciendo el amor, ni borracho. Se abstenía de risas y de cualquier jolgorio con burlas y frases vulgares (Diógenes VIII 19-20).
Otra muestra de este afán de prestigio es el famoso autós efá, “lo dijo él”, con que solían terminar sus lecciones, con este signo que sirve de sello de un autoridad indiscutible (Diógenes, VIII 46). Este lema, lo ha dicho él, supone un sello de autoridad intelectual, no hay discusión posterior, el maestro controla el pensamiento de los discípulos.

Acción política

Desde su posición de prestigio (gozaba de una gran veneración, que él mismo alimentaba rodeándose de misterio), él y sus seguidores colaboraron en la organización política y legislativa de la ciudad.
La pretensión de Pitágoras es intervenir en la organización de la ciudad, aunque las recomendaciones morales que el pitagorismo ha legado parecen alejarse de una pretensión interventora, por su interés en no alterar el estado de cosas del mundo y no molestar a los demás ni hacerles cambiar de sitio ni de parecer: obrar de manera que no hagamos enemigos a nuestros amigos y sí hagamos amigos a nuestros enemigos; socorrer a la ley y combatir la ilegalidad; ser discretos y no dejarse alterar, evitando los excesos de ánimo; no hacer nada ni decir nada en estado de irritación o enfado, etc.
Hay una carta de Pitágoras a Anaxímenes, no se sabe si auténtica, citada por Diógenes, donde Pitágoras expresa su voluntad de intervenir en lo mundano, en la política (se puede leer en este enlace).
Entrometerse en lo mundano equivale a trasladar las costumbres de la comunidad pitagórica en la ciudad de Crotona. Quizás al principio fue bien recibido por los crotonenses, porque el pitagorismo político manifestaba austeridad, honradez y desinterés por las riquezas, cosa que no es habitual en los políticos. Posteriormente debieron comprobar que habían dejado colarse en las calles de la ciudad el autós efá con que se regía la comunidad intramuros. Crotona se debió convertir en una réplica de la comunidad pitagórica, una república ideal. No sólo se trataba de prohibir la carne, las habas, el sexo y la risa, los crotonenses advirtieron con el tiempo que los pitagóricos habían ocupado los puestos clave de la política, que gente seria, austera, aburrida, competente y sosegada pero intransigente, les gobernaba impasiblemente. Esto explica la rebelión posterior.

Rebelión en Crotona y muerte de Pitágoras

Con el tiempo, los pitagóricos más vinculados al maestros, unos 300, tomaron el control político en Crotona (Diógenes, Vidas VIII 3). Dado que su gobierno se basaba en las normas internas de cu comunidad, los crotonenses no soportaron durante mucho tiempo ese régimen, convertido en una dictadura pitagórica; acabaron rebelándose y derrocando a los pitagóricos.
Pitágoras tuvo que huir a la vecina ciudad de Metaponto, donde murió. Hay algunas versiones dispares sobre este punto, proporcionadas por Diógenes Laercio (Vidas VIII 39-40).
Según la primera de ellas, Pitágoras se hallaba reunido en casa de un amigo (acólito) llamado Milón, cuando ésta fue asaltada e incendiada. No se sabe quién la asalto, si un aspirante a la comunidad despechado por haber sido rechazado, o por un grupo de crotonienses temerosos del poder de Pitágoras en la ciudad. El caso es que Pitágoras consiguió escapar de la casa en llamas, y huyendo fue a parar a un campo de habas, ante el cual se detuvo para no pisotearlas, por lo que fue alcanzado y degollado allí mismo.
En otras versiones proporcionadas por Diógenes, Pitágoras murió tras haber ayunado en demasía, no queda claro si por descuido o voluntariamente; también señala que participó en una guerra entre Agrigento y Siracusa, comandando a los agrigentinos, y que pudo haber muerto cuando perseguido por un grupo de siracusanos se disponía a rodear un campo de habas (Vidas VIII 40).

Indro Montanelli proporciona una divertida versión de este episodio, en este enlace.


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