BÁRBAROS, SALVAJES Y PRIMITIVOS

BÁRBAROS


Herodoto es uno de los principales pioneros de la etnografía, aunque en él historia y reportaje se confunden con aportaciones geográficas diversas. En Herodoto hay un interés por dar información sobre las tierras extrañas del Asia Menor, señalando el modo de vida de sus habitantes, los mitos que reverenciaban y los acontecimientos claves de su pasado. Es importante señalar que Herodoto da cuenta de la preferencia por lo propio ante lo ajeno en tales culturas, como también ocurre entre los griegos. Es decir, esa especie de conciencia étnica que afecta a todas las culturas particulares y bien delimitadas. También Herodoto formula la distinción entre griegos y bárbaros, es decir, señala como bárbaro todo aquello que no es griego para que así, distanciándolo, se convierta en objeto de estudio (operación semejante a la que hace el antropólogo al distinguir entre pueblos civilizados y pueblos salvajes o naturales.



SALVAJES


A partir del siglo XIII d. C. hay un cambio de actitud: se inicia la exploración colonial. El libro de Marco Polo es un buen ejemplo, pero no fue tomado en serio en su momento a pesar de que investigaciones comparativas permiten constatar su veracidad descriptiva-

Desde el Islam también hay aventuras exploratorias, como la de Ibn Battuta, en el siglo XIV, que recorrió más de 120 mil kilómetros y viajó con espíritu etnográfico (motivado por conocer) por todas las zonas de influencia islámica, hasta China y Sumatra, pasando por la India, siendo autor del famoso libro Viajes; Ibn Khaldun (siglo XV), quien en su Historia de los bereberes formula nociones etno-sociológicas.

Los viajes exploratorios de los europeos, al entrar en contacto con pueblos que habitan las selvas de África, América y Oceanía, sirven para descubrir la figura del salvaje o el buen salvaje, de amplio recorrido en la ideología occidental y en la antropología que produce. Nótese que hay una diferencia entre el salvaje y el bárbaro, del que no cabe decir el buen bárbaro. Ambos conceptos connotan, sin embargo, un cierto exotismo, es decir, de fuera, ajenos a los de dentro, a los observadores que miran desde lo que creen el centro del mundo. En Francia, Jean de Léry y André Thevet son los propagadores de la idea del buen salvaje, el hombre exótico, amable y a la vez diferente, que vive en un espacio de libertad y felicidad y ha sabido ganar su inocencia original y permanecer en armonía con la naturaleza, en conjunción con la idea de hombre natural de Montaigne; idea que tanto sedujo a Rousseau.

Sin embargo, este concepto de salvaje es una trampa, a la vez que una proyección de la imaginación occidental: al contraponer la idea del hombre europeo blanco, cristiano y observador de la realidad, con la del salvaje, se olvida que estos salvajes tan diferentes del hombre occidental difieren tanto entre sí como se diferencian de los europeos, pero son puestos todos en el mismo saco, bajo la misma clase.

El racionalismo pone por delante lo universal que hay en el ser humano, así que no se interesa por el aspecto salvaje de los salvajes, de manera que supone un cierto freno al desarrollo de la temprana antropología.

No obstante, a partir de la Ilustración se renueva el interés por el hombre natural, al que se sitúa en el estado de naturaleza. Locke, en su descripción del concepto no puede evitar hacer referencia a ejemplos de épocas pasadas y a datos que recoge de las recientes exploraciones en el Nuevo Mundo, sobre todo en Norteamérica. Rousseau recoge también la idea del buen salvaje que vive feliz (los felices indios Caribe, mencionados en Emilio).




PRIMITIVOS


Considerando que la idea de progreso entra en juego al analizar las formas de vida de tales salvajes, se habla ya del hombre primitivo, es decir, el original, el primero, el más antiguo (del latín primitivus). Esta palabra introduce nuevas connotaciones en la observación y análisis etnológicos. Ya no se trata sólo de un ser salvaje, es decir, selvático, diferente del civilizado; ahora hay además un componente temporal y dinámico asociado a este ser: el hombre primitivo sirve de revelador del proceso histórico del desarrollo humano desde una infancia salvaje hasta la edad adulta o civilizada, una historia de progreso. De este modo, los salvajes se convierten en primitivos.

A finales del siglo XVIII se dan los primeros impulsos para hacer de la etnología una ciencia empírica. Y la primera intención es clasificatoria, diferenciar los diferentes especímenes humanos a partir del exótico hombre salvaje. La antropología será, en este momento, historia natural, clasificación de las razas y los pueblos humanos de forma empírica. Pero sin dejar de lado la idea de progreso, para explicarse la evolución desde el salvajismo primitivo a la civilización del presente europeo como una historia inevitable, un conjunto de pasos que todos los pueblos han de recorrer.

Desde el plano teórico, la idea de progreso interviene en el próximo desarrollo de la teoría de la evolución: el ser humano ha trazado un camino desde el estadio salvaje hasta el actual, civilizado, un camino por el que todos los pueblos del planeta deben circular para alcanzar el mismo destino, representado en la cultura europea. Es la teoría evolucionista unilineal.

En Ancient Society (1877), Lewis Henry Morgan (1818-1871) traza el camino que ha seguido el salvaje, convertido en primitivo, hasta llegar a civilizado, un camino que han de pasar obligatoriamente todos los pueblos:
  • Estadio de salvajismo: previo a la cerámica.
  • Estadio de barbarismo: cerámica.
  • Estadio civilizado: escritura.

Además, Morgan establece un vínculo entre las relaciones de parentesco, las formas de producción y las formas de cultura o conciencia social que caracterizarán a cada estadio de la evolución social humana. Al parecer, Marx y Engels se fijaron en esta teoría de Morgan.

A partir de la comparación entre la sociedad europea moderna y los pueblos salvajes, se desarrolla a partir del siglo XIX la idea de sociedad primitiva, que se define como “una comunidad armoniosa, con las relaciones sociales medidas y donde no aparecen ni la explotación del hombre por el hombre ni la desigualdad”. Esta idealización de lo primitivo es el correlato inverso de las sociedades industrializadas, donde el hombre ha sido reducido a mercancía (nótese el acento marxista de esta consideración). Parece que en las sociedades primitivas el ser humano es auténtico en su vida cotidiana, transparente en sus relaciones sociales, nunca sometido a la alienación económica y siempre creativo porque dispone de tiempo libre, ya que no existe el trabajo organizado como lo conocemos en las sociedades industrializadas del siglo XIX.

Más adelante, el francés Lucien Lévy-Brühl (1857-1939), propone el concepto de mentalidad primitiva, mística y pre-lógica, en contraste con la moderna, de carácter lógico y racional. Ambas formas se presentan en todos los grupos humanos, de manera que en las sociedades modernas hay residuos de la mentalidad primitiva, y en las sociedades primitivas hay indicios de haber comenzado a elaborar una mentalidad lógica. Es un intento de entender los factores irracionales presentes en la religión y la mitología primitivas. Utiliza el concepto de representaciones colectivas, desarrollado por Durkheim, para explicar cómo determinadas formas de pensar afectan a los grupos humanos. Es autor de La mentalidad primitiva (1922) y El alma primitiva (1927).

El propio Lévy-Brühl reconoció la debilidad de esta hipótesis, que da por supuesta una cierta finalidad en el desarrollo humano, pasar de lo mítico a lo racional.




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