DESCARTES Y EL PROBLEMA MENTE-CUERPO
"...conocí por ello que yo era una substancia cuya total esencia o naturaleza es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno ni depende de ninguna cosa material. De manera que este yo, es decir, el alma por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta es más fácil de conocer que él, y aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es" (Descartes, Discurso del método IV).
En este breve fragmento se plantea uno de los principales problemas de la antropología cartesiana, el llamado "problema mente-cuerpo", o de las tres substancias. Cuerpo y mente son tan diferentes que no conectan entre sí, según la idea de que una substancia es aquello que existe por sí mismo. Descartes contempla la existencia de tres substancias: el yo (res cogitans, inextenso y finito); Dios (res infinita, inextensa); y el mundo (res extensa, infinita). El yo queda las otras dos, pero al ser inextenso no tiene relación alguna con la materia del mundo, no comparte nada con ella.
La cuestión es qué parte del ser humano es mente y qué parte cuerpo. Por un lado, Descartes establece una diferencia substancial entre los animales y los humanos, aunque ambos tienen una parte material. Los animales son como máquinas, se rigen por las leyes naturales (mecanicismo), mientras que los hombres tienen capacidad para decidir acciones con su cuerpo. Es decir, que de alguna manera hay que explicar la interacción manifiesta entre la parte pensante y el cuerpo material. Y parece evidente que no se trata de una equivalencia entre alma y cerebro: Descartes tiene claro que el cerebro es material, y que se ve afectado por los estímulos sensoriales (la luz, por ejemplo), que es conducida desde los ojos al cerebro a través de los nervios. En este punto, parece evidente que el alma no es el cerebro, sino que si acaso, está en el cerebro, con el que interacciona de alguna manera.
La solución cartesiana es la glándula pineal, un interesante órgano del cerebro: para Descartes, este órgano es un lugar de intercambio, el receptáculo del alma, un lugar que es a la vez extenso y cogitans.
Naturalmente, se trata de una solución precipitada a un problema muy complejo. Algunos pensadores de la órbita cartesiana recogieron sus planteamientos pero considerando su solución insatisfactoria. De manera que el punto de partida de sus propuestas sería el mantenimiento de la separación ontológica de las substancias y la necesidad de explicar alguna forma de conexión entre ellas.
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