RESEÑA: Fouché, por Stefan Zweig
FOUCHÉ.
RETRATO DE UN HOMBRE POLÍTICO
Stefan Zweig
Traducción de
Carlos Fortea
Barcelona,
Debate, 2003
232 págs.
Confiesa el
bueno de Zweig (1881-1942) que escribió este libro para
advertir de la maldad de los diplomáticos
que, con sus secretas maniobras y sabedores de los
secretos de los demás, echaban por tierra los
planes de algunos políticos, pocos, realmente
bienintencionados. El maestro de todos ellos es Joseph
Fouché, máximo ejemplo de ese trabajo
refinado, oculto, frío y aparentemente desinteresado,
protagonista estelar de esta biografía.
Desde entonces,
1929, hasta hoy ha corrido mucha sangre, tanta
como en la época de Fouché (diez millones de
muertos en Europa entre 1795 y 1815), pero han
cambiado las circunstancias de la diplomacia: el
mal ya no se oculta, es tan vulgar que habla por los
codos y sale en la televisión. Como resultado, los
diplomáticos han de esforzarse continuamente en
corregir los desastres provocados por unos
políticos que ya no necesitan esconder sus intenciones y
las anuncian descaradamente. Ahora, para bien o para
mal, parece que sólo podemos confiar en los
diplomáticos.
De todas formas,
Fouché era más político que diplomático, y
en última instancia era el poder lo que Fouché deseaba.
Careciendo, sin embargo, de dotes políticas, es
decir, del suficiente dominio del escenario público (débil
voz, extremadamente delgado, mal orador), tuvo
que buscar caminos más tortuosos, burocráticos,
oscuros y aparentemente indiferentes ante el poder de
sus superiores. Pero como ministro de Policía de
varios regímenes sucesivos, desde el Directorio hasta
la Restauración, conservó _porque los demás lo
perdieron_ más poder en sus manos que los titulares de
los cargos ejecutivos del gobierno francés. Su
historia es la fascinante aventura del burócrata que
tiene el control de los hilos del poder porque tiene el
conocimiento de los hechos. Una red de espías,
mejor, una red oficial y otra personal, alimentaban la
máquina de procesar datos que era el cerebro del
Fouché.
Naturalmente,
Fouché es el malo de la película y coincidió con
otro gran malo de la historia, Talleyrand, de quien
envidiaba su nobleza de cuna y sobre todo su cargo de
ministro de Asuntos Exteriores. La mejor manera de leer
el libro de Zwieg es leyendo, al mismo tiempo, la
biografía que Crane Brinton escribió en 1936 sobre
Talleyrand (hay una vieja edición en castellano en
Espasa-Calpe), porque ambos textos combinan ideas y
personajes en visiones que son complementarias,
y a veces contradictorias, pero siempre rozando
la perfección literaria.
Comentarios
Publicar un comentario
Deja un comentario, a ser posible relacionado con la entrada. Gracias.