[1] Empeño de la moral en aniquilar las pasiones, en todas las épocas, en el sentido de espiritualizar o divinizarlas, que es algo más profundo que arrancarlas de raíz. Pero en el primitivo cristianismo, y pone como ejemplo el Sermón de la Montaña de Jesús, considera Nietzsche que sí hay ese sentido de arrancar, porque el sentido de espiritualización era demasiado elaborada para aplicarlo a los pobres de espíritu que eran los primeros cristianos, y no podían llevar a cabo una guerra inteligente contra las pasiones. En este sentido, la Iglesia primitiva “combatía la pasión con la extirpación”, castrándola, disciplinando y exterminando el apetito, la sensualidad, el orgullo, el ansia de poder, de venganza. Pero, dado que las pasiones son parte de la vida, en ese ataque a las pasiones la Iglesia es hostil a la vida misma. [2] Los débiles, los pobres de espíritu luchan contra las pasiones según esa lógica castradora, de extracción, de exterminio, porque son incapaces de una moderació...