Hester Stanhope, arqueóloga y excéntrica
Este artículo se publicó bajo pseudónimo de Julia Tamiris en la revista Cartografias, núm. 5, edición de febrero de 2022, pp. 81-84. Puede leerse en versión electrónica en este enlace.
Si tuviéramos que escribir una historia de la excentricidad humana, Hester Lucy Stanhope (Kent, 1776- Djoun, cerca de Sidón, Líbano, 1839) debería ocupar un capítulo por su propio mérito. Era la hija mayor de Charles Stanhope (1753-1816), conocido activista radical inglés que se opuso a las medidas represivas en Inglaterra durante la Revolución francesa, como la supresión del Habeas Corpus, en 1794. Es decir, también un excéntrico: aunque de noble cuna, fue miembro de la Cámara de los Comunes desde 1780, y luego presidente de la Sociedad de la Revolución, que demandaba una mayor democratización del sistema inglés, apoyó a la Asamblea Nacional francesa, se opuso al enfrentamiento entre Inglaterra y Francia, a la unificación con Irlanda y al comercio de esclavos en las colonias inglesas. Entre la extensa obra de Stanhope destaca su Carta a Burke (1790), en la que discute su postura frente a la Revolución francesa expresada en unas densas Reflexiones sobre la Revolución francesa (1790).
La madre, Hester Pitt, era hija de William Pitt (el Viejo), primer ministro inglés, y primera mujer de Charles Stanhope. Su hermano era William Pitt (el Joven), también primer ministro inglés y autor de la política represiva a la que se enfrentó Charles Stanhope, su cuñado. Dado este vínculo familiar con los Pitt, se entiende mejor que Stanhope actuara con cierta comodidad, por no decir impunidad, como político radical, puesto que todo quedaba en el círculo de una familia perteneciente a la élite social y política. Las élites se protegen a sí mismas formando círculos concéntricos que actúan como barreras que protegen del afuera, y habitando en eso que se denomina círculo interior. De ahí la facilidad para desembocar en el excentricismo, aunque en el caso de Hester, las cercanas élites nunca aceptaron sus extrañas acciones y aficiones, seguramente por el mero hecho de ser mujer.
Hija de un hombre excepcional, pues Charles Stanhope destacó también como
científico (inventor de dos máquinas de calcular, de un tipo de imprenta y de
las lentes para microscopio que llevan su nombre, así como un método para
evitar la fabricación de monedas de oro falsas), Hester heredó esta
característica de su padre, la excepcionalidad, o más bien la excentricidad
(calificativo favorito de sus enemigos). Desde niña ya mostró ser diferente:
se resistía a ser educada según los cánones formales de la aristocracia,
mostraba cierto espíritu aventurero y amor por cabalgar. De mayor alcanzó el
metro ochenta de altura, y cierto parecido físico con su tío. Mujer de
conversación inteligente y directa, dotada de una gran memoria, pero carente de
tino y diplomacia, a pesar de lo cual acabó ganando ascendencia en una tierra
extraña, en medio de una lengua muy diferente a la inglesa, llegando a liderar
tribus árabes en Siria, según resalta su biógrafo y médico Charles L. Meryon en
el prefacio a su libro Travels of Lady H. Stanhope (1846).
En 1800, el padre la envía a vivir con su abuela, Hester Pitt. Más tarde,
en 1803, se instala en la casa de William Pitt, su tío. Ella tiene 24 años y él
44. Pitt ha sido primer ministro desde 1783 hasta 1801, y volverá a serlo
brevemente entre 1804 y 1806, año de su fallecimiento. Se establece una
estrecha relación entre ellos, hasta el punto de semejar su esposa, pues Pitt
es soltero. Otra excentricidad más solo tolerada en una sociedad puritana por
darse en el profundo interior de una familia de la élite.
Pitt fallece en 1806, a los 46 años, lo que supone un cambio radical en
la vida de Hester, que queda sola y sin amigos, y con pocos recursos
económicos. Decide entonces viajar a Oriente, al parecer tras un desengaño
amoroso. Le acompañan el médico Charles L. Meryon, luego editor de sus
memorias, su criada Anne Fry, y Michael Bruce, un aventurero que se convertirá
en su amante tras unirse al grupo en la escala que hicieron en Gibraltar. La
relación entre Meryon y Hester se inicia con el viaje, pues recién licenciado
en medicina fue nombrado médico del barco que los había de llevar hasta
Sicilia, en 1810. La acompañó durante buena parte de sus correrías por Oriente
Medio, y cuidó de ella hasta casi el final de sus días.
Tras un viaje que les lleva a Gibraltar y Malta, hacen escala en Atenas y
luego Constantinopla. Rumbo a Egipto, buscando un clima más suave, y en ruta
hacia El Cairo, el barco naufraga en Rodas. Pierden el equipaje y han de usar
ropas orientales, dado que resulta muy difícil conseguir atuendos occidentales.
Como se niega a llevar velo, decide vestir de hombre, con turbante e incluso
sable (pág. 95 del escrito de Meryon). Más tarde, una fragata inglesa los deja
en El Cairo. Poco después se establece en Damasco. Los dos años siguientes
viaja por el Mediterráneo: Gibraltar, Malta, islas Jónicas, Peloponeso, de
nuevo Atenas, Constantinopla, Egipto, Palestina, Jerusalén, Líbano y Siria.
Una vez establecida en Siria, viaja a Palmira en 1813. Decide visitar la
ciudad a pesar de que la ruta es peligrosa por la presencia de beduinos
potencialmente hostiles. Llevan una caravana de 22 camellos, y ella viste como
un beduino más. No es la primera en llegar a esta ciudad en ruinas. En 1750,
Robert Wood, John Bouverie y James Dawkins visitaron el lugar, junto con un
dibujante italiano, Borra, autor de los grabados que sirvieron para componer
los libros Ruinas de Palmira (1753) y Ruinas de Baalbek (1757).
Estos escritos desencadenaron un gran interés por los monumentos antiguos, y a
partir de este momento se sucedieron nuevos viajes a la zona. Entre 1805 y
1807, el alemán Seetzen exploró Transjordania, y las ciudades de Aman y Gerasa.
El suizo Nurckhardt redescubre Petra entre 1810 y 1812, así como las ciudades
helénicas de Apamea y Larissa, en Siria. Fruto de esta moda es sin duda el
famoso libro de Volney Las ruinas de Palmira. Meditaciones sobre las
revoluciones de los imperios (1791), que aprovecha el asombro de los
europeos por los restos de esta ciudad para hacer una reflexión filosófica
sobre el frágil devenir de las sociedades humanas.
Hester Stanhope es, si bien no la primera en pisar las ruinas de Palmira, una auténtica pionera en la historia de las relaciones entre los europeos, civilizados, y los pueblos de Asia Menor, vistos como semibárbaros. Pionera porque intervino en ese mundo que los ingleses miraban desde la distancia de sus cómodos alojamientos, y, adoptando parte de las costumbres de los beduinos, consiguió que los habitantes de la región de Palmira la aceptaran y trataran con respeto, hasta el punto de ganarse el apodo de Reina blanca de Palmira, o Queen Hester.
En 1815 lleva a cabo una excavación arqueológica en Ashkelon (Ascalón),
al sur de la actual Tel Aviv, hoy considerada la primera realizada en Palestina
con criterios modernos (estratigráficos, que permiten observar diferentes
momentos en los lugares excavados y las construcciones asociadas a ellos),
habiéndose documentado sobre la historia del lugar a partir de fuentes
francesas.
En un monasterio de Siria, Hester había encontrado un manuscrito medieval
italiano, donde se mencionaba la existencia de un tesoro de tres millones de
monedas de oro bajo las ruinas de una mezquita en el puerto de Ashkelon. Viaja
a la zona y persuade a las autoridades otomanas para que le permitan excavar
allí, con cuadrillas de 200 a 300 campesinos. Nunca antes un occidental había
recibido permiso para tal cosa. Encuentran las monedas de oro y una estatua
greco-romana de más de dos metros de altura, sin cabeza, enterrada a una
profundidad de entre 8 y 10 metros. Un emblema de Serapis hallado en las
cercanías demostraba el carácter sacro de la estatua, así como los restos de
pavimento original del templo, de mármol blanco. Como no quiere que la estatua
acabe en Europa, cuyos museos comenzaban a demandar piezas para darlas a
conocer al público, documenta el hallazgo y ordena que sea destruida y hundida
en el mar. Hester no albergaba intereses crematísticos en esta excavación, y
las piezas de oro encontradas allí fueron cedidas al sultán otomano, aunque hay
sospechas de que no encontró moneda alguna.
No obstante, su supervisor otomano, Muhammad Aga, sospechaba que ella era
una simple anticuaria en busca de reliquias. Pero tras la expedición a Ascalon,
Hester ganó una gran reputación en Siria, mientras que en Inglaterra fue
condenada por haber destruido la estatua. Vuelve a Damasco y reside en varios monasterios,
junto a su médico, Meryon, hasta 1831, año en que este regresó a Inglaterra. Se
instala después en otro monasterio, en Djoun, un antiguo palacio-monasterio de
la época de las Cruzadas, cercano a Sidón. El lugar es conocido como Dahr El
Sitt. Allí establece una especie de embajada para los viajeros ingleses que
comienzan a aventurarse por los lugares. Pero también acaba siendo un santuario
para refugiados drusos. Con el tiempo, Hester se convirtió en la autoridad del
lugar, provocando el recelo de los otomanos, que sin embargo respetaron su
posición a cambio de que ella mantuviese la neutralidad en relación con los
movimientos bélicos otomanos.
En 1836, el gobierno inglés le retira la pensión y tiene que despedir a
criados y ayudantes. Se queda sola, vive como eremita, rodeada de gatos. Cae en
una depresión que, se sospecha, era en realidad una demencia senil prematura. En
1837 cae enferma. Su amigo, el doctor Meryon, la asiste durante un tiempo, pero
debe regresar a Inglaterra y ella queda sola. En 1839 muere en soledad y en
pésimas condiciones higiénicas, mientras duerme. Es enterrada en los jardines
del castillo de Djoun.
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