LAS IDEAS INNATAS DE DESCARTES
Las
ideas innatas son contenidos puros de la mente (sin la interferencia de los
sentidos o la imaginación). Los contenidos puros son aquellos que no pueden ser
fruto de los sentidos: alma, Dios, causa, sustancia, etc. Su origen no puede
atribuirse a un principio externo al yo. Descartes otorga validez a tales
conceptos puros desde el principio, ya que desconfía de los sentidos. Pero en
el momento en que comienza a indagar en el interior de su mente y descubre
tales contenidos, tampoco puede apoyarse en nada más que el cogito. La
reflexión cartesiana no puede trascender el propio yo, de modo que esas ideas
puras o innatas que Descartes encuentra en su mente de forma más o menos
espontánea sólo pueden atribuirse a la propia razón, al pensamiento en sí mismo.
Así,
pues, las ideas innatas son contenidos de la razón, forman parte del bagaje
racional humano. Con ese bagaje no nos representamos imágenes sino que se nos hacen
inteligibles objetos no imaginables, a los que Descartes llamará ideas innatas,
dado que las descubrimos en la mente con independencia de los sentidos. Con
estas ideas, según Descartes, podemos acceder a la realidad sin tener que
confiarnos a los caprichos de los sentidos, que no engañan constantemente. En
esta consideración se pre-supone que hay una conexión entre nuestra razón y la
realidad, conexión que Descartes no pone bajo la duda, y eso que aún no se ha zafado de la amenaza del genio maligno, que apunta precisamente contra la conexión
entre nuestro pensamiento y la realidad, contra la fiabilidad de nuestro
pensamiento. Si el genio maligno pone en cuestión en funcionamiento de la racionalidad, entonces no debería presuponer una eventual conexión entre la razón (logos) y la realidad, ni mucho menos apoyarme en ella para fundamentar todo el edificio que Descartes pretende construir. Es como levantar un castillo sobre arenas movedizas.
Estamos,
pues, siguiendo la misma senda, la que une la lógica y la ontología desde
tiempos de los presocráticos. Pero no basta con decir que el logos
expresa al ser. Descartes busca una certeza de que esa conexión es correcta, y
la certeza no se deriva en absoluto de la pretensión de semejante conexión. La
certeza que Descartes busca radica en el criterio de verdad antes definido, a
partir de la primera verdad obtenida, verdad indudable, clara y distinta, de la
existencia del yo. Cuando define la certeza del cogito como derivada de una
evidencia racional, caracterizada por la claridad y la distinción, Descartes
está poniendo las bases epistemológicas del conocimiento posterior a esos
primeros hallazgos, el cogito y las ideas que pueblan el interior de esa
cosa que piensa y que sólo puedo concebir con claridad y distinción como cosa
pensante.
La
teoría de las ideas innatas de Descartes conduce al establecimiento de verdades
racionales según el criterio de la evidencia (claridad y distinción). En
tanto que las ideas innatas son concebidas de esta manera, con claridad y
distinción, Descartes les otorga la hegemonía epistemológica sobre los
conceptos derivados de la experiencia (las ideas adventicias y las facticias). Pero, coherentemente, Descartes aplazará la certeza sobre la conexión entre razón y realidad hasta poder tener garantías de que el genio maligno no puede convertirla en un engaños, es decir, hasta haber demostrado la existencia de Dios, que anula por completo el poder y al existencia del genio maligno. Otra cosa es si las pruebas cartesianas de la existencia de Dios pueden sustraerse a la actividad del genio o no, pero eso ya es otro asunto.
Algunas
de estas proposiciones evidentes por sí mismas, porque por sí mismas son claras
y distintas, son estas que siguen, a modo de ejemplo:
- Lo que ha sucedido no puede no haber sucedido.
- No puedo pensar la idea de montaña sin la idea de valle.
- Es imposible que un objeto sea y no sea al mismo tiempo.
- De la nada, nada viene.
- No puede haber más realidad en el efecto que en la causa.
Esta
relación no está exenta de problemas. Descartes no distingue tajantemente entre
lo que analítico y lo que es sintético, no aprecia diferencia lógica entre la
primera y la última de las proposiciones citadas, de la misma manera que no
verá diferencia alguna entre todos los triángulos tienen tres ángulos y Dios
es necesariamente existente. Para él, ambas proposiciones son idénticas en
tanto que le parecen igualmente claras y distintas. A pesar de ello, como se
verá, dedicará muchas páginas de las Meditaciones a demostrar la
segunda, mientras que es evidente que la primera se capta inmediatamente sin
necesidad de argumentos, dado que se trata de una proposición analítica, una
definición geométrica verdadera aunque no exista el mundo exterior, porque los
objetos matemáticos son entes del pensamiento racional; pero a Dios se le
supone en ese mundo exterior a la mente.
Por
otro lado, tampoco considera que algunas proposiciones aparentemente
racionales, puras, tengan implicaciones empíricas que cuestionen la certeza que
les atribuimos. Por ejemplo, al afirmar que de la nada, nada puede venir,
estamos presuponiendo que una proposición lógica exprese un juicio que pueda
tener validez empírica, sin haberla contrastado empíricamente. En realidad, no
hay ninguna razón para afirmar que un hecho precisa de algo que lo cause, que
sea efecto de una causa. Semejante construcción lógica no tiene conexión
necesaria con la realidad, podría no ser una descripción correcta de la realidad.
Suponer que sea una descripción correcta de la realidad presupone que ya hay
una conexión entre logos y realidad, pero no prueba nada. Descartes,
simplemente, identifica plenamente lo mental con lo real, presupone sin dudarlo
que el pensamiento racional capta la realidad correctamente sin necesidad de la
experiencia.
Esta
idea es válida porque nace de la razón. Confiamos en la razón porque no nos
engaña como sí lo hacen los sentidos, cosa que comprobamos al contrastar la
información de los sentidos con diversas experiencias seguidas. No siempre los
sentidos aciertan. Pero la razón sí. Sin embargo, queda pendiente la cuestión
de la validación de la razón misma. ¿Con qué la contrastamos? La cuestión es si
esas proposiciones que Descartes considera válidas por sí mismas,
autoevidentes, son genuinamente válidas, esto es, si la razón, causa de tales
proposiciones, es válida.
Para
apoyar la validez de la razón, Descartes echa mano de la idea de infinito,
según el llamado argumento de la causalidad (Discurso del método
IV y Meditaciones III, más adelante comentado). Descartes se considera
un ser finito (imperfecto, puesto que tiene dudas), pero posee sin embargo la
idea de infinito. ¿De dónde viene esa idea? Deduce que la causa de esta
idea de infinito no puede proceder de él mismo, puesto que ha de haber tanta
realidad en la causa como en el efecto, y él mismo no es infinito. Así, pues,
la idea de infinito debe haber sido causada por algo a su vez infinito, y lo
mismo ocurre con la razón que la piensa, con el pensamiento que posee esa idea
de infinito. De modo que la razón, en tanto que es creada por algo infinito,
participa de esa misma propiedad y se identifica con ese ser creador, que es
infinito por necesidad, dado que ha creado la idea de infinito. Esta identidad
necesaria entre creador y creado dan a Descartes la garantía de que la razón es
válida, y que las proposiciones que de ella derivan también.
El
crítico Mersenne aportó una objeción a esta propuesta cartesiana, reprochándole
su circularidad: que para dar validez a los postulados de la razón y a la razón
misma, Descartes utiliza a un ser infinito cuya existencia ha de ser probada a
partir de alguno de esos postulados racionales, a saber, que ha de haber tanta
realidad en la causa como en el efecto. De hecho, Descartes pretende deducir de
la existencia en el pensamiento de la idea de infinito, la existencia de Dios
como causa necesaria de la existencia del concepto en su mente. Es evidente que
una prueba de la validez de la razón no puede ser dada por al razón misma. Pero
Descartes cree que puede escapar de ese círculo aduciendo que se trata de un
proceso intuitivo: la validez de la razón descansa sobre la intuición de
aquellas proposiciones que son evidentes de forma inmediata (que equivale a
poder sortear las trampas de aquel genio maligno).
Buen resumen para introducir(se) al pensmiento Cartesiano.
ResponderEliminar¿Existen las ideas innatas?
ResponderEliminarEn el mundo, según Descartes, hay diferentes tipos de ideas: las ideas adventicias, que se encuentran de la experiencia sensible; las ideas facticias, que nacen de combinar más de una idea; y las innatas, que son conocimientos no adquiridos por medio del aprendizaje o la experiencia. Se dice de éstas últimas que nacemos sabiéndolos o que estamos determinados a adquirirlos. Pero… ¿Existen de verdad las ideas innatas?
Nuestras ideas claras y distintas de las naturalezas simples son innatas, y también lo es nuestro conocimiento de los principios universales y ciertos, y las leyes de la física. Esto fomenta la idea del carácter deductivo de las ciencias y un cierto olvido del experimento. La física depende de la metafísica: podemos llegar por el análisis a naturalezas simples como la extensión y el movimiento, y a partir de éstas podemos deducir las leyes generales que gobiernan cualquier mundo material.
Las ideas adventicias las construye la mente a partir de otras ideas. Por ejemplo, si me imagino un ser formado por el cuerpo de un perro y la cabeza de un dragón, el pensamiento o idea de esta entidad fantástica pertenecería a este grupo.
Las ideas facticias, las que pueden explicarse a partir de la experiencia perceptual que tenemos del mundo, por lo tanto, las ideas que dan lugar al conocimiento empírico.
Si no existieran las ideas innatas, el mundo no sería el mundo tal y como lo conocemos. Por ejemplo, la ley de la gravedad, la cual todos tenemos conciencia, se anularía, con lo que las cosas podrían caer hacia todas direcciones, puesto que no hay gravedad. Así pues, si quisiéramos saber hacia dónde caen las cosas, deberíamos de: hacer estadística y probabilidades para tener un porcentaje de aciertos, o vivir la propia experiencia para demostrarlo a ciencia cierta con nuestros propios ojos.
En conclusión, y desde mi punto de vista, considero que sí existen las ideas innatas (un buen ejemplo de éstas es la existencia de Dios) porque existen varios conocimientos que ya sabemos. Aun así, hay personas que creen que no existen las ideas innatas, como los empiristas. De los demás filósofos, tales como Aristóteles, Sócrates…, se desconocen sus pensamientos sobre los tipos de ideas. Creo que existen este tipo de ideas, ya que los ejemplos obtenidos explican la razón por la cual tenemos unos conocimientos sobre unas leyes o las verdades universales.
Marc Martín
Desde la infancia, los seres humanos muestran una curiosidad innata por explorar el entorno que les rodea. Esta búsqueda activa de conocimiento y experiencia se considera un instinto fundamental en el proceso de aprendizaje, ideas innatas, pensamiento no experimentados antes, desarrollo de sentimientos o emociones sin antes haberlos visto o escuchado, el niño que por instinto llora o ríe, el animal que huye o el que ataca, la idea de un presentimiento que se convierte en realidad, el pecado original en el cielo santo donde no había pecado antes, por una idea innata de supremacía, orgullo, falsedad etc. considero que si existen tales ideas, en mi humilde aprendizaje inicial de este extenso estudio.
ResponderEliminarEl pecado original no es, desde la posición cartesiana, ni desde ninguna otra que no sea teológica, una idea innata. Saludos.
EliminarMuy buena informacion relacionada con René Descartes. saludos
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