STUART MILL Y LAS CONSECUENCIAS DE LA LIBERTAD
En el
capítulo 4 de su libro Sobre la libertad,
Stuart Mill considera los límites del poder político sobre la libertad del
individuo. Es un tema problemático: se trata de delimitar dos ámbitos que
inevitablemente se cruzan, el de la libertad individual y el del necesario
orden social.
En este
sentido se entiende que la sociedad sea el resultado de un pacto:
- La sociedad nos protege. A cambio, los individuos son libres pero se comprometen a respetar unos límites a sus libertad, una “cierta línea de conducta hacia los demás”, que consiste en:
o No
entrometerse en los asuntos privados de los demás.
o Hacerse
cargo de los deberes que cada cual adquiere para mantener la sociedad, de forma
equitativa.
o Asumir
que la sociedad puede imponer tales deberes a quien no los quiera aceptar, sea
legalmente o por la vía de la opinión pública. No obstante, Stuart Mill
desaprueba que la opinión púbica tenga demasiado peso en la consideración de
las acciones privadas. Es probable que el control social sobre la libertad
individual se atreva a ir más allá de la disuasión de las conductas
antisociales y sea totalmente desacertado, porque la opinión pública sobre lo
que es bueno o malo generalmente no repara en el interés de agente objeto de
control. La opinión pública generalmente no sabe distinguir entre lo privado y
lo público en relación con la moralidad, y tiende a extender la vigilancia
moral hasta violar la libertad del individuo y su derecho a comer carne de
cerdo, ser holgazán, beber hasta emborracharse, leer libros prohibidos, gustar
de lujo, etc. El control social no debe aplicarse sobre quien bebe excesivamente,
sino sobre quien vende el alcohol, por ejemplo, que es un acto estrictamente
público.
·
Pero la sociedad no intervendrá en el ámbito de
la vida privada de los individuos, el de los intereses privados que no afectan
a otros individuos. En este ámbito, el sujeto debe tener completa libertad.
En este
punto no hay que olvidar el referente político de Stuart Mill: su defensa de la
esfera privada es también una defensa del liberalismo económico frente a las
limitaciones de la moral calvinista y puritana: ninguna mayoría moral puede
oponerse al afán de enriquecimiento y la propiedad privada. Los derechos
sociales no se pueden convertir en derechos absolutos contra la libertad de las
personas, afirma. Proteger a la sociedad no puede ser excusa para prohibir
conductas que no traspasan el ámbito privado, como beber alcohol o enriquecerse
en los negocios.
¿Qué
fundamentos morales tiene esta idea de la libertad en el seno del pacto social?
En este punto confluyen las doctrinas utilitaristas con la defensa de la
libertad: el principio de la propia estimación (egoísmo) es el motor de nuestra
voluntad de obtener un beneficio, y necesitamos la libertad para poder llevar a
cabo ese impulso. La sociedad no debe interferir en los movimientos de cada
individuo en pos de su propio contento, salvo determinadas condiciones:
- Sólo se admite tal interferencia en el caso que el egoísmo de un sujeto afecte a otros de forma negativa.
- Hay que considerar que el egoísmo como principio moral no es incompatible con la benevolencia, si ha habido la educación adecuada.
Stuart
Mill defiende el ejercicio de la propia individualidad ante los demás, allá
donde sólo dependa de nosotros, aunque se manifieste socialmente. No estamos
obligados a aceptar a alguien que no nos agrada, por ejemplo, pero no por ello
le haremos la vida imposible (dice más adelante).
Para
regular las relaciones entre la sociedad y los individuos, Stuart Mill
contempla la acción disuasoria de la opinión pública en relación con conductas
individuales contrarias a las costumbres. Pero deja al individuo la capacidad
de aceptar esa sanción o no, mientras que la sociedad no puede ir más allá de
la sanción de la opinión si alguien tiene costumbres que no encajan en ella,
salvo que altere la vida de los demás en un sentido material. Los vicios
morales son susceptibles de reprobación social, pero sólo eso si no van más
allá de la persona que los comete. Por ejemplo, la ley no debe intervenir
contra alguien demasiado aficionado a la bebida, si se queda en casa y se
emborracha; pero sí actuará si en su estado provoca un accidente.
Esto
tiene que ver con el tema de los deberes
morales: los deberes morales no son
socialmente obligatorios. A efectos personales sólo cuenta el deber hacia sí
mismo, el amor propio, del cual no somos responsables ante los demás, no
debemos cuentas a nadie de como realizamos nuestro amor propio si para ello no
afectamos a otros (los derechos de los otros). Esto significa que el papel de
la moral en la sociedad queda reducido al ámbito privado. Stuart Mill no niega
la validez de la moral, sino sólo su alcance. Cualquier consideración moral,
sea de carácter religioso o racional, puede ser válida para cualquier persona
que la asuma, pero esa persona no debe pretender que aquellos principios que
haya aceptado y los deberes correspondientes derivados de tales principios sean
generalizados a todos los individuos que le rodean. Como bien dice, cada cual es
responsable ante sí mismo de la manera que
tenga de procurarse el propio bien, pero no debe ir más allá de sí mismo.
Contra
esta idea se aduce el argumento de que el hombre no es una isla, como bien
recoge Stuart Mill en este capítulo IV de Sobre
la libertad. Es difícil establecer los límites entre lo que afecta exclusivamente
a uno mismo y lo que afecta también a los demás, en términos de libertad de
acción. Cualquier acción puede tener consecuencias más allá del agente que la
inicia. Es difícil establecer claramente los límites del ámbito exclusivamente privado
en la acción humana, reconoce Stuart Mill, en tanto que todas nuestras acciones
acaban teniendo consecuencias sobre los demás, aunque no tanto en su sentido
estrictamente moral como en cuanto que acciones sobre el medio. De nuevo, pues,
se trata de dejar la moralidad al margen. Toda acción individual puede tener
inconvenientes, pero si no suponen una violación del espacio público vale la
pena proteger la libertad de llevarla a cabo y dejar que los individuos sean
libres allá donde les sea posible, a pesar de los pequeños inconvenientes que
una moral privada pueda hallar en ello. Al fin y al cabo, ser libre es una
forma de autonomía (el poder controlar mis cosas sin la interferencia de los
demás), y eso representa también un bien colectivo: que las personas sean
libres en una sociedad hace mejor a esa sociedad.
La
libertad individual en el sentido de poder
hacer conlleva numerosos riesgos para los demás, riesgos colectivos:
- Prácticas excesivas en la esfera social, laboral y política.
- Dictadura de las mayorías sobre la base de costumbres, creencias religiosas o ideológicas, etc.
- Posibilidad de políticas populistas.
Stuart
Mill contempla todos estos riesgos y se plantea cómo evitarlos o sortearlos.
Las medidas que deban tomarse han de tener en cuenta estas condiciones:
- La libertad individual no puede ser restringida de forma injustificada. El único límite que debe tener es el bienestar colectivo y la protección de la libertad de los demás.
- No se puede legislar sobre la esfera privada, sino sobre las consecuencias públicas de las conductas.
- Ha de haber una separación clara entre gobierno y religión, para preservar la libertad individual de pensamiento. Laicismo.
- Ninguna legislación ha de inspirarse en la religión ni en creencias morales.
- La definición de delito no puede depender de la definición de pecado. Delito es una acción sancionable por la ley porque altera el mandato de la ley, que es público.
- Ha de establecerse el sufragio universal (femenino incluido).
- Fomento de la educación para evitar los riesgos de la ignorancia combinada con el sufragio universal. La educación es la garantía del orden social y de una democracia de calidad, con participación activa de los ciudadanos. Esto ya lo suponían los sofistas.
- Defensa del relativismo cultural: no hay culturas superiores o inferiores, ninguna civilización tiene derecho a forzar a otra a civilizarse. Pero relativismo cultural no es lo mismo que relativismo moral. Podemos entender el fondo cultural de las conductas, pero no todas las conductas son aceptables, no aquellas que son contrarias a la condición humana, es decir, la libertad individual.
- Stuart Mill se apoya en la idea de que hay principios éticos universales, básicos, que todos los pueblos aceptan (universales morales), y que se transmiten por contagio (no deben asumirse por la fuerza).
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