RUSSELL CONTRA EL MONISMO METAFÍSICO

 

La controversia sobre la teoría de las relaciones internas es la respuesta de Russell al monismo de Bradley, al que se opone a partir de 1898. Esta discusión está descrita en el cap. 5 de La evolución de mi pensamiento filosófico, de Russell. 

Se puede entender mediante un ejemplo que proporciona Leibniz: si un hombre reside en Europa y su mujer en la India, y ésta se muere sin saberlo él, este hombre sufre un cambio intrínseco en el momento de la muerte de su mujer. En otras palabras, Bradley supone que una entidad debe guardar las relaciones que guarda. Se supone que entre dos elementos dados, A y B, cualquier suceso que afecte a A afectará también a B, ligados por un nexo común. Para Russell, esta relación funciona pero sólo en algunos casos, cuando se trata de relaciones simétricas: A y B se aman, por ejemplo. Ambos comparten una propiedad común que pertenece al conjunto, en sentido de totalidad. Tal cosa en una relación interna entre A y B.




Sin embargo, las relaciones asimétricas no se pueden describir de la misma manera: cuando hay una relación de A hacia B pero no de B hacia A, por ejemplo si A es algo que se produce antes que B. En tal caso, resulta imposible, sostiene Russell, hallar una propiedad conjunta o común a A y B, que es lo que daría sentido a una relación interna entre ambas cosas, de manera que deberíamos hablar de una relación externa entre ellas, es decir, que lo que las relaciona es algo que difiere de ellas, está fuera de ellas.

Para Russell, esta distinción es importante dado que en las matemáticas aparecen relaciones asimétricas, pero además tiene consecuencias metafísicas.

Para profundizar en la crítica a idealismo-monista de Bradley, Russell se sigue refiriendo al axioma de las relaciones internas, que critica a partir de una conferencia (leída ante la Sociedad Aristotélica en 1907) sobre el libro de Harold Joachim titulado La naturaleza de la verdad. Este axioma se explica de esta manera: toda relación está fundada en la naturaleza de los términos relacionados. Si la realidad o la verdad es un todo significativo, el axioma de las relaciones internas ha de ser cierto.

¿Cómo se puede interpretar esto?

  • Por un lado, cada parte de la realidad se relaciona con alguna otra parte, de manera que entre ambas hay algo común que fundamenta esa relación.
  • A su vez, ese fundamento común ha de hacer referencia a algo común superior, que une a los demás fundamentos de las otras partes particulares.
  • Si conociéramos la naturaleza de cada una de las partes, conoceríamos la naturaleza del todo.
  • Si conociéramos la naturaleza del todo, podríamos conocer el fundamento de las relaciones de todas las partes y de las partes mismas.


Si el axioma es correcto, estamos antes una expresión de monismo metafísico y axiológico, realidad y verdad absolutas. En consecuencia, hay una totalidad que relaciona todas las partes: cualquier parte está relacionada con la totalidad y cualquier otra parte de esa totalidad, bajo el mismo tipo de relación. Así, “la naturaleza de A, que es la misma cosa que A, contiene los fundamentos de sus relaciones con todo lo demás tanto como B”, de manera que todo lo que se diga de A deberá ser lo mismo que lo que se diga de B y de cualquier otra cosa.

Más aún, todo esto conduce a la idea de que “no existen relaciones en absoluto”, dado que la realidad es una y simple (si fuese compuesta, habría relaciones entre las partes). La idea de Bradley es que toda concepción pluralista es contradictoria, porque implica que hay relaciones entre las partes, pero si hay relaciones es que hay una unidad superior que las fundamenta. En realidad, no existen partes, sino una sola cosa, defienden los monistas. Si parece haber una relación entre partes, en realidad se trata tan sólo de una relación de adjetivos.

En realidad, sólo hay una cosa, que es el todo. “La verdad final y completa debe consistir en una proposición con un sujeto, es decir, el Todo, y un predicado”. Pero esto va a poner en tensión al axioma del as relaciones internas: para realizar tal operación predicativa es necesario poder distinguir entre sujeto y predicado, como si pudieran ser cosas diferentes. Por ejemplo, al decir, “todo es materia” o “todo es mental” (las tesis monistas por excelencia).

Para Russell, este es el punto débil del axioma de las relaciones internas. La definición de un término no puede ser algo absolutamente idéntico al término definido, salvo que hablemos de tautologías o proposiciones analíticas. Toda definición debería darnos los límites de ese término para distinguirlo de otros. Eso es definir, poner fines, límites. Si A es B, no puede ser que A y B signifiquen exactamente lo mismo, salvo en aquellos casos en que haya una relación simétrica entre ambos (tautologías, proposiciones analíticas, etc.). Para que A sea predicado por B, debe haber una relación asimétrica entre ellos. Y si A y B son distintos, entonces la relación que haya entre ambos no podrá reducirse a algo que no sea una relación, como pretenden los monistas, esto es, que un término no sea algo distinto de su naturaleza o fundamento (aquello que lo define).

Si llevamos el axioma de las relaciones internas a sus últimas consecuencias, todas las proposiciones o son tautológicas o son analíticas, y sujetos y predicados pueden intercambiarse puesto que no hay distinción alguna entre ellos. En tal caso no tendría sentido decir que “A es B” o que “B es un predicado de A”, dado que A y B son la misma cosa. Así que, replica Russell, un sujeto ha de ser distinto de su predicado, por lo que el axioma de las relaciones internas es falso.

El monismo, en este sentido, no puede explicar la diversidad del mundo, la identidad y la diferencia presentes por doquier. Los elementos que hallamos en el mundo no pueden ser a la vez idénticos y diferentes, sino que poseen algunos rasgos idénticos y algunos diferentes. Acabamos en un mundo poblado de muchas cosas cuyas relaciones no pueden reducirse a una esencia. Es la tesis pluralista.

Una manera más sencilla de plantear esto puede ser considerar la función de la definición aplicada a totalidades. Si todo lo que existe es una sola cosa, material o mental, podemos tener dificultades para definir esa cosa que es un todo, porque no podemos distinguir la cosa definida para definirla, y entramos en el resbaladizo terreno de los objetos indiscernibles. ¿Cómo podemos definir una cosa si no podemos oponerla a otra diferente, ya que no hay nada diferente? No obstante, esto es un problema de definición, pero no un problema ontológico: que tengamos dificultades para definir algo no implica que ese algo no sea real o no sea la realidad.

 

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