NOTAS SOBRE OSWALD SPENGLER
Escrito antes de la I Guerra Mundial, se publica en julio de 1918 y vende 50.000 ejemplares en un año. Es recibido como la manifestación de la conciencia del fracaso alemán, extrapolada a la conciencia europea u occidental. Gran influencia sobre el pensamiento histórico del momento, sobre todo Toynbee. En ocasiones exagera los hechos y cae en cierta presuntuosidad, en parte por el desconocimiento de la bibliografía básica en filosofía de la historia. No siempre es coherente. Spengler no es un intelectual de relevancia, procede de una escuela técnica, aunque su tesis doctoral estuvo dedicada a Heráclito. Polemiza con la filosofía de la historia tradicional, basada en una concepción cristiana. Considera que Joaquín de Fiore es el primer pensador historicista del calibre de Hegel, y es bastante fidedigno en la interpretación de su influencia sobre Lessing (historia antigua, media y moderna como plenitud de la cultura occidental). Recoge influencia de Goethe (es muy retórico) y de Nietzsche (el ciclismo vinculado a la idea del eterno retorno, pero mal interpretada, porque Nietzsche no le ve ningún sentido a la filosofía de la historia ni a la historia misma). Critica las concepciones progresistas de la historia, pero éstas has sobrevivido a la crítica de Spengler, al menos en la práctica social y política.
Spengler da a la filosofía de la historia un puesto central en la filosofía, del que se deriva el resto de la tarea filosófica. Es la única tarea que tiene sentido para él: determinar en qué situación está la civilización occidental. Defiende un determinismo con el detallismo del que carecen los filósofos de la historia, generalmente más abiertos. Busca la visión global de la historia que hace inteligible la unidad en el curso de los acontecimientos. Esta estructura profunda sustentará a la Historia como explicación de los hechos, según una lógica semejante a los ciclos vitales. La historia es un conjunto de enormes ciclos vitales de carácter inexorable, un orden de sucesión necesario e inalterable, a semejanza de lo orgánico: nacimiento, desarrollo, vejez y muerte. Toda acción es inútil. Apunte de Popper: la evolución biológica, orgánica, está sometida a condicionamientos, pero es abierta, no está determinada, así que la acción tiene sentido, el de la libertad humana.
Usa el
principio de las biografías universales, es decir, la evolución de las
grandes civilizaciones es semejante a grandes biografías. Esa evolución sigue
un sentido: de lo sencillo a lo complejo.
Diferencia
entre cultura y civilización. Son dos etapas de un mismo sujeto
histórico. Cultura es el proceso de crecimiento de un pueblo, de su carácter
original que va desarrollándose con el tiempo. Las culturas son organismos cuya
historia es su biografía. Así, todas las manifestaciones de cada cultura tienen
paralelismos con otras, bajo parámetros naturalistas, estacionales.
Cuando
se han agotado todas las posibilidades, aparece la civilización, que es inicio
de su decadencia. Hay fenómenos típicos de la fase de civilización: importancia
de lo económico, crecimiento de las ciudades, de grandes urbes (frente a la cultura,
donde impera lo rural, no urbano). Se trata de grandes ciudades, ciudades
mundiales que determinan acontecimientos a escala mundial. La emergencia de
tales ciudades (Roma, París, Berlín) determinan lo decadente de la civilización
occidental: lo decadente es el espíritu urbano enfrentado al espíritu rural,
agrario, que queda desplazado. El hombre urbano está desarraigado, es solitario
e indiferente, nómada (las muchedumbres solitarias), ha perdido el sentido de
la tierra, de la realidad natural. Hay también una concentración urbana del
poder político, que en lo rural apenas tiene importancia. Así, las ciudades
acaban con la cultura que les dio inicio, agotan su capacidad creativa. La
ciudad recrea, manifiesta la cultura materialmente, como signo de su
agotamiento. Otro signo: la infecundidad, la baja natalidad.
¿Hay un
paso de la civilización decadente a una nueva cultura? La desurbanización
actual sería precisamente uno de los signos del paso del fin de una
civilización a la generación de una nueva cultura, sobre la base de un retorno
a lo rural, tal y como ocurrió al final del Imperio Romano (feudalización).
Así, a través del tema de la fragmentación y la crisis de las ciudades se podría
hablar de la actualidad de Spengler. No obstante, en Spengler no hay una
concepción universal del devenir histórico, sino múltiples historias de
nacimiento y muerte de las culturas y civilizaciones.
Su libro
es una reflexión sobre la cultura y la civilización occidental (fáustica), la
única que ha alcanzado la plenitud y, a la vez, presenta signos de decadencia, encaminada
a completar su ciclo. El siglo IV representa la transición de lo cultural a la
civilización, mientras que el siglo XIX marca la expansión de las grandes
ciudades que tomarán las riendas del mundo. Los procesos de concentración
económica y tecnológica en las ciudades del siglo XX y del XXI son evidentes. Pero
la civilización occidental deja de crecer, de ser original, sólo puede
expandirse.
La
civilización occidental como espíritu fáustico: voluntad sin límites,
orientación pragmática, aspiración a lo absoluto, fuerte conciencia histórica,
tendencia a la autobiografía, actividad inusitada en las ciudades.
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