EL MITO DE PROMETEO SEGÚN PROTÁGORAS
En el Protágoras platónico, Sócrates comienza el enredo formulando su idea principal: esa clase de virtud, la areté política, nadie la puede enseñar, pero como Protágoras sostiene lo contrario, le pide que lo explique y lo demuestre (320bc). Protágoras responde llevando a cabo una epídeixis (exhibición de elocuencia), en la que explica el mito sobre los orígenes de la sociedad civil y la adquisición de las virtudes sociales como respuesta a la experiencia de los peligros que supone la vida en estado natural (la animalidad o la insociabilidad). Protágoras usa una narración mitológica para explicar estas ideas, pero recordemos que el sofista es un incrédulo en lo que respecta a los dioses.
Se trata del mito prometeico, relatado por Hesíodo (Trabajos
42-105 s, 190-210 y Teogonía 508 ss y 535-616). Según los textos de Hesíodo,
Prometeo aparece como el creador de los primeros hombres (los varones, las
mujeres serán creadas después), a base de arcilla, aunque en Teogonía
aparece sólo como bienhechor de la Humanidad, pero no creador, a costa de engañar
varias veces a Zeus. Ocurre que Zeus se enfada con Prometeo y los hombres, por
los engaños del astuto Prometeo en su afán de proteger a los hombres, y por
ello decide privarles del fuego, que se hallaba escondido dentro de los árboles
(Teogonía 562), cosa que obliga a Prometeo a robar algunas semillas de
fuego (Teogonía 565; Trabajos 50), o las roba de fuego del carro
de Helios (según Grimal). Como castigo a los hombres, Zeus les envió una nueva
criatura, la mujer, voluble y cínica, para amargarles la vida (Teogonía
570-603; Trabajos 60-68), además de un regalo especial, una mujer dotada
de todos los dones, Pandora, que recibe Epimeteo, el necio hermano de Prometeo,
que olvida la advertencia de su hermano de no admitir regalo alguno de Zeus,
aceptando el regalo, y viendo que al levantarse la tapa de la jarra que lleva
Pandora se diseminan por doquier todos los males, lo que conlleva a los hombres
la necesidad de trabajar (Trabajos 80-105).
Según este mito (en la versión de Protágoras, amañada para
adaptarla a la teoría sofista de los orígenes de la cultura y la sociedad,
según nota 27 de la edición de Gredos), los dioses encargaron a Prometeo y
Epimeteo, hermanos, uno astuto y habilidoso, y el otro torpe y necio (Teogonía
511), ambos son primos de Zeus, por ser todos ellos hijos de titanes, Zeus de
Cronos y Prometeo de Jápeto (de hecho, su nombre viene a significar eso, primo
de Zeus, prometheus), que distribuyeran las diferentes capacidades a
los seres mortales que iban a crear. Epimeteo se hizo cargo de ello, bajo la inspección
de Prometeo. Fue repartiendo las capacidades de forma desigual entre las
diversas especies, de modo que todas ellas tuviesen algún modo de asegurarse la
supervivencia (320c-321b). El caso es que al llegar a los hombres (que no las
mujeres, todavía por crear), advierte que ha gastado todas las capacidades en
el reparto, y no le queda nada con que dotar a los humanos (321c). Prometeo se
da cuenta, y apurado porque apenas le queda tiempo para salvar la situación,
roba el fuego a Hefesto y la sabiduría profesional (la techné) a Atenea,
y dota a los hombres con ello, confiando en que así tendrán medios para
sobrevivir (321cd). Por ello, Prometeo recibió el correspondiente castigo (Teogonía
522-527); y los hombres recibieron el regalo maldito de Pandora (mediante
el necio Epimeteo). Sin embargo, el hombre aún carecía del saber para la vida
social, que estaba en manos de Zeus, y sólo había obtenido un mínimo saber para
sobrevivir (322a), en alusión a un estado natural basado en la insociabilidad.
A partir de aquí, el ser hombre comienza su andadura por el mundo carente de todo
sentido social y moral, disperso y aislado, sin construir ciudades, víctima de
las fieras y de si mismo, pues cuando intentaba unirse a otros acababa inmerso
en enfrentamientos porque carecía del arte político (322ab). Zeus contempló
esta situación y envió a Hermes para que diera a los hombres la areté
política, el sentido moral y el de la justicia, con la instrucción de
repartirlo a todos por igual _al contrario que las diferentes habilidades técnicas_,
y para que todos fueran capaces de contribuir en el mantenimiento de la
comunidad (322bd).
Sobre el sentido moral, hay que considerar un aspecto
derivado de las dificultades de traducción de la palabra griega aidôs,
que puede traducirse como sentimiento moral o conciencia moral, o
incluso como sentido del bien y del mal, de la justicia (en este caso, hay un
vínculo con la diké). En su sentido original significa pudor, respeto
o vergüenza (ante los demás, pero también ante uno mismo, frente a la culpabilidad
heredada de la tradición judeocristiana). El traductor piensa que es mejor sentido
moral que conciencia moral, porque este último término es demasiado
moderno. Por otro lado, parece que Platón ha preferido aidôs y diké
a sophrosyné y dikaiosyné por motivos meramente estilísticos,
para dar al relato prometeico en boca de Protágoras un tono arcaico
(auténtico), pero hay que considerar también las diferencias entre los primeros
términos, más vagos, y los segundos, más concretos (nota 31, pág. 526 de la
edición de Gredos).
Por eso cualquier ciudadano (es decir, los hombres, las mujeres
no han sido dotadas de ello) puede intervenir en la Asamblea (isegoría)
en asuntos políticos, pero sólo los expertos hablan en cuestiones técnicas (322d-323a).
Esto ocurre porque cualquiera participa del sentido moral o de la justicia,
salvo que se haya constatado de quien desee opinar un carácter antisocial evidente,
o tendencias hacia la injusticia, o que hable contra la mayoría aunque diga
sinceramente lo que piensa, de modo que es lícito que no se le deje hablar
(323bc).
Pero al mismo tiempo, ese sentido de la moral no se da por
naturaleza ni de forma espontánea, por lo que debe ser educado. Es un
aprendizaje social, no necesariamente formal, porque el ejercicio de la vida en
sociedad es de por sí una forma de educarse, igual que la adquisición de la
lengua materna y las costumbres, pero tiene un fondo natural, una donación de
los dioses. Pero los sofistas pueden complementar esa educación (323c), porque
los hombres contener elementos contrarios, injusticia o impiedad, sobre lo que
se han de tomar medidas, como la reprensión o el castigo, que sirven para
modificar la conducta (323d-324a).
FUENTES
Grimal, Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona, Paidós, 1991.
Guthrie, Historia de la filosofía griega, vol. IV, Madrid, Gredos.
Hesíodo, Obras y fragmentos. Madrid, Gredos.
Platón, Protágoras, en la edición de Gredos de los Diálogos de Platón.
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