WITTGENSTEIN EN RUSIA (1935)

 



EL EXTRAÑO VIAJE DEL DR. WITTGENSTEIN, 

DISTINGUIDO FILÓSOFO

Josep Pradas



En 1935, Wittgenstein y su compañero Francis Skinner viajan a la Rusia soviética con la esperanza de vivir y trabajar allí. La información disponible sobre esta aventura es escasa e insegura. No hay una datación cerrada, apenas hay documentos escritos sobre este viaje, aunque sí numerosos testimonios recogidos por John Moran en un artículo publicado en 1972, en la revista New Left Review, que nos ha servido de base para elaborar este trabajo. Son testimonios a menudo contradictorios, que hablan incluso de un manuscrito perdido en Rusia, el misterioso Cuaderno amarillo de Wittgenstein.


El interés de Wittgenstein por viajar a Rusia puede rastrearse en una carta a un amigo, datada en 1922; también aparece en una Memoria escrita por G. H. von Wright, uno de sus albaceas literarios, en la que hace referencia a este viaje a Rusia en 1935. De hecho, la mayor parte de los datos conservados sobre este viaje provienen de este escrito de von Wright, además de algunas cartas intercambiadas entre Wittgenstein y Keynes, anteriores al viaje. Como muchos intelectuales del momento, tal vez Wittgenstein albergaba esperanzas políticas en relación con la Rusia soviética, pero hay que tener en cuenta que no leía periódicos ni escuchaba la radio, y sí en cambio había leído a Tolstoi (durante la guerra, en Polonia, había comprado una edición del Evangelio abreviado). Hay una referencia a esta posible admiración hacia Rusia que data de 1931, en diálogo con Waismann donde afirma: “Rusia. La pasión promete algo; nuestras habladurías, en cambio, carecen de fuerza” (recogido en Waismann, Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena. FCE, 1973, pág. 93). 


La profesora de ruso y el joven amante

Wittgenstein y Skinner en Cambridge

El caso es que comenzó a estudiar ruso (su profesora, Fanja o Tania Pascal escribió A personal Memoir, que también nos sirve de referencia) porque había planeado irse a vivir a la URSS con su joven amante Francis Skinner. Wittgenstein y Skinner se conocieron en 1931, y fueron amigos íntimos hasta la muerte de éste, en 1941. Skinner era un prometedor matemático que asistió a las lecciones de Wittgenstein, y fue uno de los dos alumnos que tomaron notas de ellas para componer El cuaderno marrón, junto a Alice Ambrose, entre 1935 y 1936. En 1936 se alistó a las Brigadas Internacionales, pero no fue aceptado a causa de su enfermedad. Según Tania Pascal, Skinner dejó los estudios por influencia de Wittgenstein, que instaba a sus alumnos a renunciar a la filosofía académica y dedicarse a un trabajo honesto; y otro testimonio refiere que Wittgenstein fue muy amable con él al advertirle que no tenía cualidades como filósofo y que era mejor que buscase un trabajo. Y eso hizo: estuvo empleado en alguna factoría como técnico o mecánico, hasta su muerte. 


Pascal dio lecciones de ruso a ambos, y Wittgenstein aprendió con rapidez y llegó a leer a Dostoyevsky. Es su escrito, Pascal señala que Skinner no llegó a viajar a Rusia a causa de su mala salud, pues padecía las secuelas de un ataque de osteomielitis (inflamación ósea grave) sufrido en 1924. Pero otro testimonio indica que Skinner gozaba buena salud y que nunca había pensado ir a Rusia con Wittgenstein. Es un asunto que queda sin resolver.



La atracción por Rusia

Según explica Ayer, la atracción hacia Rusia se debía a la austeridad de su forma de vida, el ascetismo que impregnaba su visión idealizada de Rusia a causa de su admiración por Tolstoi. Esta simpatía por la Rusia soviética no alcanza a una militancia marxista, sino que tiene motivaciones mucho más personales, más éticas que políticas. 

Wittgenstein no era un liberal, al menos en el sentido británico del término, sino más bien un socialista romántico, o ascético, según se mire. Algunos de sus amigos y contactos sospechaban que era un estalinista, pero no hay motivos suficientes para aceptar esta idea, como mucho era un simpatizante, un rusófilo. Simpatizaba con los comunistas rusos mientras que los comunistas ingleses le ponían de los nervios, pero sabía que no podría ser militante de un partido al mismo tiempo que filósofo. Pero no podía ser tampoco un liberal, pues no creía en la adaptación de los individuos al mundo, sino en que el mundo debía dirigirse hacia la supresión de las clases sociales. 

Rusia es atractiva porque es menos occidental, es casi asiática, menos civilizada. El socialismo de Wittgenstein es un anhelo de austero primitivismo, veía un elemento casi religioso en el bolchevismo. Así que su interés por Rusia no era de carácter político. De hecho, transmitía una imagen de apolítico entre sus amigos y alumnos; pero no era políticamente indiferente, más que apolítico era antipolítico, y su interés por la forma de vida soviética se debía a su aparente defensa de una sociedad sin clases. Wittgenstein pensaba que el bolchevismo se salvaba de la decadencia occidental y representaba la promesa de una nueva cultura: la austeridad, la sencillez, el igualitarismo, etc., que ya estaban presentes en la obra de Tolstoi. 

Este interés por Rusia no se traduce en un vivo interés por Marx y el marxismo. Pascal confiesa en su escrito que se hubiera sorprendido al ver a Wittgenstein leer a Marx. Pero era sensible al malestar de los intelectuales de su tiempo hacia la sociedad occidental, por lo que esperaba encontrar en Rusia una especie de alternativa. Podría decirse que ver a Wittgenstein como estalinista sería absurdo, pero eso no significa que no tuviese interés por el marxismo, pues sí, había leído parte de El Capital y conocía algunos aspectos teóricos del materialismo dialéctico, e incluso hay quien dice que en sus Investigaciones filosóficas hay ideas marxistas. 

Tania Pascal confirma que lo que atrae a Wittgenstein de Rusia no es el marxismo ni Stalin, sino Tolstoi y Dostoyevsky, con quienes compartía su desconfianza en la propiedad privada y su creencia en la dignidad del trabajo manual y en la fraternidad entre los hombres. Ironizando, dice, hubiera entrado feliz en un kibutz. Otros testimonios afirman que Wittgenstein pensaba también en las comunidades utópicas que se fundaron en América. En cualquier caso, nada que ver con lo soviético, y mucho con la cara idealista del comunismo, que encajaba con las tendencias ascéticas de Wittgenstein.


El papel de John Maynard Keynes 

Keynes, que había visitado el país en 1925, ayudó en los preparativos. El papel de Keynes en este asunto puede rastrearse en las cartas mencionadas por Moran. En realidad, esta información corresponde a los preparativos del viaje y no confirma nada más. En una carta del 30 de junio, supuestamente de 1935, Wittgenstein pide ayuda a Keynes para contactar con el embajador ruso, Ivan Maisky, y conseguir permiso para entrar como turista y eventualmente vivir y trabajar en Rusia. Keynes no ve con agrado el viaje, pero le ayuda a contactar con el embajador; ha escrito a Maisky para decirle que “el Dr. Wittgenstein, distinguido filósofo”, desea obtener permiso para vivir en Rusia más o menos permanentemente, que no es miembro del Partido Comunista pero simpatiza con la forma de vida bolchevique, y que es súbdito austríaco aunque reside en Cambridge. 


En una carta de julio, Wittgenstein le agradece la ayuda prestada y le informa de sus planes: contactar con funcionarios rusos de Moscú y Leningrado para conocer la situación de las zonas periféricas de la URSS, las nuevas colonias donde Wittgenstein espera ver realizada esa forma de vida exaltada por Tolstoi. También asegura a Keynes que sus intenciones son políticamente inofensivas, y reconoce que el viaje en sí es una locura y responde a sus razones infantiles.






En el paraíso soviético

Entre julio y septiembre se lleva a cabo el viaje, pero no se quedaron mucho tiempo ni pudieron cumplir todos sus planes. Una postal enviada desde Moscú despeja toda duda sobre su estancia allí. Está dirigida a G. E. Moore, con fecha de 18 de septiembre de 1935, y en ella Wittgenstein le informa de su intención de regresar en el plazo de dos semanas y de su compromiso de permanecer en Cambridge un año académico. Quizás no era el mejor momento para visitar el país, dadas las circunstancias, entre la hambruna de 1932 y poco antes de la Gran Purga de 1938. 

En Rusia buscó trabajo manual, siguiendo el modelo del campesinado ruso mostrado por Tolstoi, pero en realidad su refinada educación no encajaba en ello. No se instalaron en Moscú, Wittgenstein no quería hacer turismo, sino visitar zonas periféricas, primitivas, atrasadas y pendientes de civilizar. Del Instituto de Filosofía de Moscú dan cuenta de una entrevista entre Wittgenstein y Sophia A. Janovskaya, profesora de lógica matemática en la Universidad de Moscú. Al parecer, entre ambos hubo intercambio de correspondencia durante bastante tiempo. Janovskaya falleció en 1966. También hay noticia de una entrevista con Tatiana N. Gornstein o Gornshteyn (1904-1980), en Leningrado, y con una psicóloga llamada Ladygiva-Kots. 

Tatiana Gornstein dejó testimonio de que Wittgenstein se ofreció para dar clases de filosofía en la Universidad de Leningrado, habiéndole entregado un ejemplar del llamado Cuaderno amarillo, supuestamente escrito en el mismo período que el Azul, en decir, entre 1933 y 1934; otras fuentes aportan el testimonio de las conversaciones entre Gornstein y Wittgenstein en Leningrado, recopiladas por la hija de ella, Ludmila, que confirma la entrega del Cuaderno Amarillo, finalmente perdido a pesar de todos los esfuerzos por encontrarlo. Al parecer, también se le ofreció un puesto en la Universidad de Moscú, y otro en la de Kazán, que Wittgenstein iba a aceptar, pero en aquel momento los ciudadanos alemanes (incluidos los austríacos) pasaron a ser sospechosos en Rusia, cosa que podría explicar el retorno a Inglaterra de Wittgenstein y su acompañante. 

Finalmente, Gornstein afirma que hubo un viaje posterior, en 1939, a Moscú, donde Wittgenstein residió y trabajó.


REFERENCIAS

A. J. Ayer, Wittgenstein. Barcelona, Crítica, 1986

John Moran, “Wittgenstein and Russia” en New Left Review vol. 73 (mayo-junio de 1972)

Eugene Ostayheusky, “The Case of ‘The Yellow Notebook’: Wittgenstein in Leningrad”, en Common Knowledge, 14.3, otoño de 2008, pp. 374-379.

Isidoro Reguera, Introducción a la edición de Gredos de las obras de Wittgenstein, Madrid, 2009,

V. Sanfélix, “¿Fue Wittgenstein un liberal?”, en Teorema, 2008

Waismann, Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena. México, FCE, 1973.










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