El poeta, según la visión de Píndaro, es un educador, capacitado para ello en virtud de su propia condición, de su naturaleza como poeta. El poeta es un sabio, tiene un conocimiento profundo de las cosas, relacionado con verdades intemporales reflejadas en los mitos. Es veraz frente a otros poetas mentirosos, que saben usar los recursos poéticos para el engaño. Aquí aparece tempranamente la polémica sobre si la poesía es engañosa o no. Píndaro reconoce que hay poetas que usan los recursos de su arte para engañar, pero distingue entre estos y los verdaderos poetas, los que reciben inspiración divina y usan las técnicas poéticas para canalizarla en un lenguaje bello, atractivo y seductor. No obstante, hay que reconocer el poder seductor de la poesía, como arma para el engaño. “El arte alado del poeta sabe revestir de majestad hasta las mentiras, y las ficciones del genio nos seducen y nos engañan”, escribe (Nemeas, VII), o “la poesía, de la que nacen todos los encantos para los ojos de l...
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