SPANISH REVOLUTION
La Junta Electoral Central ha declarado ilegales las concentraciones populares en el día de reflexión y el domingo electoral. Todo esto de las leyes es discutible, unos estarán de acuerdo, otros en contra, bla, bla, bla. Incluso me parece discutible que a esto se le llame revolución. Pero hay una cosa muy evidente: estos juristas no han entendido que las concentraciones populares pueden ser ilegales sin dejar de ser legítimas. Lo legal y lo legítimo son dos conceptos diferentes, no siempre convergentes, las más de las veces contradictorios.
Tenemos una democracia formal y unos dirigentes legales que no siempre actúan con legitimidad. La legalidad ha de ir emparentada con la justicia social para ser legítima. Mientras las cosas fueron bien, nadie discutió la legitimidad de la democracia formal que siempre hemos tenido. ¿Por qué ahora? Porque estamos en crisis y nos toca recortar mientras algunos siguen con su tren de vida. Pero el plumero se les veía desde mucho antes: todos los sistemas democráticos ponen filtros para que la democracia no sea real, es decir, popular: el sistema de partidos políticos impide que los líderes elegibles sean demasiado descentrados; la distribución de votos favorece la concentración de escaños entre los partidos mayoritarios; la prohibición del mandato imperativo (en el artículo 67.2 de la Constitución de 1978) evita que los diputados puedan ser responsables de las promesas incumplidas y de los compromisos adquiridos con sus representados. Vamos, que esto está en la legislación desde 1978, y nadie ha protestado nunca por esta falta absoluta de corazón popular en la democracia.
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