CULTURA, SEGÚN LÉVI-STRAUSS

Una definición de cultura, según Lévi-Strauss


A grandes rasgos, una cultura consiste en los diversos modos de pensar, creer y actuar, socialmente adquiridos y practicados por los miembros de una comunidad más o menos amplia, en un determinado territorio y momento histórico. La cultura constituye formas de vida colectiva (conductas y pensamientos) que alcanzan a determinar las formas de vida individual: los seres humanos repiten lo que ven hacer, y lo transmiten de unos a otros por imitación y por el lenguaje (y en tiempos históricos, por la escritura). En otras palabras, la cultura es el resultado de la interacción entre personas que viven juntas y acaban llevando a cabo los mismos procedimientos, formas de vida, creencias, etc., reproducidos y transmitidos de unos a otros mediante la comunicación, el lenguaje y, en última instancia, la imitación de unos a otros.

Todos los hombres sin excepción poseen un lenguaje, unas técnicas, un arte, unos conocimientos de tipo científico, unas creencias religiosas y una organización social, económica y política. Pero esta dosificación no es nunca exactamente la misma para cada cultura.[1]

La cultura no sólo tiene una dimensión histórica, es decir, relacionada con la escritura y el lenguaje, sino que remite a épocas anteriores a la invención de la escritura y el desarrollo del lenguaje humano: hace dos millones de años, el homo habilis fue capaz de construir las primeras herramientas de piedra y generar así las primeras culturas, es decir, técnicas específicas de tallar piedras desarrolladas en un espacio y tiempo determinados por los diversos grupos humanos que componen la historia evolutiva de la especie.
El ejemplo más claro lo tenemos en la cultura achelense (bifaces) y sus diferentes variaciones cronológicas, iniciada por el homo ergaster mucho antes de la aparición del lenguaje. La cultura achelense se dispersó por el mundo en diversas fases coincidentes con las migraciones del homo ergaster, desde su punto original en África (lago Turkana, Kenia, Valle del Rift, capa II de Olduvai, Etiopía, etc.) hasta Oriente Medio, Asia y finalmente Europa, donde se encuentran los yacimientos más tardíos, que datan de hace 600.000 años (fase abbevilliense).

Una cultura es un ámbito cerrado, que conlleva un inevitable etnocentrismo. En palabras de Lévi-Strauss,

Todo miembro de una cultura es tan estrechamente solidario con ella como este viajero ideal lo es con su tren [que le sirve de eje de referencia], puesto que desde nuestro nacimiento, el medio ambiente hace penetrar en nosotros de muchos modos conscientes e inconscientes, un complejo sistema de referencia consistente en juicios de valor, motivaciones y puntos de interés, donde se comprende la visión reflexiva que nos impone la educación del devenir histórico de nuestra civilización. [...], las realidades culturales del exterior no son observables más que a través de las deformaciones que el sistema le impone.[2]

Esto implica, pues, que la primera tarea del observador antropológico sea distanciarse de su propia cultura para intentar ver las otras sin deformaciones.





[1] Lévi-Strauss, Raza y cultura, op. cit., pág. 74.
[2] Lévi-Strauss, Raza y cultura, op. cit., pág. 69. También hay referencias similares en págs. 118-119.

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