AVANCE EDITORIAL: La historia de Edward Drake, de Stiven Peláez Morales (2014)
Stiven Peláez es un joven de 17
años aquejado de una rara enfermedad, distrofia muscular de Duchenne. Esta es
su carta de presentación: su dolencia condiciona absolutamente su vida,
y la de su familia. Desde su primera infancia comenzaron a manifestarse los
primeros síntomas de la distrofia, que es progresiva y carece de tratamiento,
salvo intervenciones paliativas que permiten alargar un poco más la esperanza
de vida de estos pacientes, aunque no logran evitar el deterioro progresivo de
su calidad de vida.
Actualmente, Stiven hace vida
sin apenas salir de su cama. Aunque conserva intactas sus capacidades
intelectuales, su cuerpo entero se resiente de la parálisis que progresivamente
se ha adueñado de sus músculos, necesita una máquina que le ayuda a respirar
mejor durante la noche, los medicamentos afectan a su metabolismo y los
sedantes alteran su ciclo de sueño, etc. Aún conserva el movimiento en las
manos, lo que le permite manejar los mandos electrónicos de los aparatos que le
permiten evadirse de esta situación. A los pies de su cama hay una pantalla de
televisión, conectada a un equipo de videojuegos, además de un portátil, un
móvil, etc., etc. Sin estos artilugios, la vida de Stiven sería lánguida y
gris. La televisión emite más basura que otra cosa, pero entretiene la mente,
le permite evadirse de la autoconciencia. Los videojuegos más aún. Stiven pasa
horas y horas moviéndose en mundos virtuales llenos de sorpresas y amenazas.
Es preciso tener en cuenta todas
estas circunstancias para entender cómo ha sido posible llevar a cabo este
trabajo, el libro que presentamos, que es el segundo que Stiven escribe, y el
primero que hace por su cuenta y riesgo. El pasado curso emprendimos junto a su
madre la tarea de editar unas memorias comunes, bajo el título La esperanza vive en mí. El punto de
partida fue un borrador que ya me encontré redactado, y al que sólo le faltaba
darle una forma más literaria.
Cuando iniciamos el presente
curso, en septiembre de 2013, nos planteamos el reto de ir más allá y
sobrepasar las experiencias propias, que es también una forma de superar las
limitaciones que la enfermedad le impone a Stiven, y atrevernos con la ficción.
Así se gestó esta narración de piratas, La
historia de Edward Drake.
Stiven es alumno del INS Ventura Gassol, de Badalona. El propósito de invertir las horas de atención
docente a domicilio (que es un servició cubierto por la escuela pública) en
esta tarea creativa se debe específicamente a que las condiciones físicas y
anímicas de Stiven no son las adecuadas para seguir estrictamente el currículum
correspondiente a su nivel académico, actualmente el 4º curso de ESO. Stiven ha
perdido muchos años de escolaridad, pero sobre todo ha perdido interés por los
contenidos escolares. ¿A quién le interesan las raíces cuadradas, o los
pronombres, o la economía medieval, si su perspectiva vital está trastocada por
una dolencia degenerativa que ahondará cada vez más su deterioro físico? Sería
ciego el maestro que se empeñase en seguir un currículum concreto, ni siquiera
uno adaptado a su nivel académico.
Sin interés no hay aprendizaje.
Algunos pedagogos de tendencia liberal, como A. S. Neill, piensan que el
interés por aprender tiene mucho que ver con la libido, y por eso opera impulsivamente (1).
Viene de dentro de nosotros. Por eso los maestros quizás podamos imponer la
atención, pero nunca el interés. Así que se trata de buscar el lugar donde se
esconde el interés de los alumnos, y tirar de él. Y más aún en el caso de
Stiven. En un aula se pueden llevar a cabo diversas estrategias para convertir
los procesos de enseñanza en auténticos procesos de aprendizaje, estimulando el
interés de los alumnos. A los pies de la cama de Stiven es otro cantar. Hay que
contar con él, hay que partir de él, olvidar pequeños prejuicios de docente y
tirarse al vacío. La finalidad de su maestro no ha de ser el aprendizaje del
currículum, sino despertar en él un mínimo interés por llevar a cabo alguna
actividad intelectiva, aunque desde un punto de vista estrictamente académico o
escolar no lo parezca.
Al fin y al cabo, las
apariencias son prescindibles y lo que realmente cuenta es lo que ocurre por
dentro. Y para escribir una narración es necesario mover cosas por dentro. Por
supuesto, la elección del tema ha dependido de Stiven. Su mundo interior ha
sido determinante en esta cuestión. Los videojuegos centran casi toda su
actividad diaria, y sus temáticas forman un espectro de intereses que compone
todo su imaginario. Así que el tema de esta narración iba a salir
necesariamente de ese magma de pequeñas historias que transitan en los
videojuegos que Stiven maneja: Call of Duty, Assassin’s Creed, Battlefield,
Grand Teft Auto, etc. Sí, escalofriante
colección para un joven de 17 años. No tanto si pensamos que hay chavales de
apenas 10 años que también los juegan.
Pero antes de alarmarse, piensen
que de toda esa amalgama de experiencias virtuales ha salido esta historia de
piratas. De algo habrá servido pasar horas y horas jugando a Assassin’s Creed
Piratas del Caribe. La elección de la temática pirata ha ido de la mano de este
último videojuego, quizás también por influencia de las películas de la serie
homónima, protagonizada por Johnny Depp. El mundo de los zombis estuvo
revoloteando en nuestras cabezas durante un tiempo, pero lo descartamos en
favor de los piratas porque el tema iba a dar más de sí, como se podrá apreciar
al leer esta historia.
En realidad, escribir una
historia de ficción supone un trabajo intelectual absolutamente compatible con
las exigencias de un proceso de aprendizaje escolar. De hecho, debería formar
parte de la actividad escolar en el aula. Sólo que nosotros nos hemos saltado
muchos de los pasos que se producen en un aula. Para comenzar no nos hemos
dejado controlar por el tiempo, ya tenemos suficiente con el espacio, que tanto
nos condiciona. Usamos las TIC de acuerdo con nuestras necesidades, es decir, casi
siempre: Internet ha sido nuestra fuente de información, hemos investigado los
detalles de nuestra narración a medida que iban surgiendo en la redacción, pero
sin dejarnos limitar por la realidad histórica. En el texto conviven personajes
de ficción con personajes históricos, y hemos distorsionado el tiempo según nos
ha parecido mejor. Si Christian Jacq fue capaz de juntar a Ramses II con
Homero, a pesar del medio milenio de diferencia real entre ellos, qué nos van a decir
a nosotros por hacer coincidir a Francis Drake con Barbanegra. Sin embargo,
hemos tenido en cuenta el pasado, hemos indagado en la realidad de la vida
marinera y de la piratería, en la geografía y la historia de los procesos
coloniales, e incluso en el léxico propia de ese mundo.
Hemos contado, además, con la
colaboración de Roser Boutín, también alumna del INS Ventura Gassol, que nos ha
ilustrado la cubierta de este libro y está llevando a cabo el proyecto de
ilustrar toda la narración. Esperamos por ello llegar a lanzar una edición
ilustrada de La historia de Edward Drake,
en un plazo que aún no podemos determinar.
La historia que se narra a
continuación podrá ser más o menos atractiva al lector que busca emociones
literarias. Eso es por ahora una incógnita. Ni siquiera el autor consagrado
sabe si lo que escribe será bien recibido por el público. Pero al menos hemos
cumplido con alguno de los objetivos pedagógicos iniciales. Nos hemos reído y
divertido trabajando en este proyecto, y eso es, al fin y al cabo, lo más
importante.
______________
NOTAS
(1) Sobre esta cuestión, ver mi artículo dedicado a Neill, publicado en la web de neurodidáctica Escuela con Cerebro, en mayo de 2013, en este enlace.
Comentarios
Publicar un comentario
Deja un comentario, a ser posible relacionado con la entrada. Gracias.