CÓMO ACABAR CON LA CULTURA (7)
Otra forma de suicidio intelectual consiste en convertirse en víctima de uno mismo, como es el caso de
Fyodor Gladkov (1883-1958). Hasta la publicación de su novela
Cemento, en 1925, Gladkov era
uno de más de los escritores que intentaban abrirse paso en el
mundillo de las letras soviéticas, aunque ya gozaba de cierta
posición de ventaja como secretario de la revista Novy Mir
desde 1921 (aquella que en 1956 rechazó Doctor Zhyvago).
El éxito de Cemento
radicaba en que se ajustaba a la perfección a las exigencias del
realismo socialista, que hasta entonces sólo contaba con referentes
previos a la Revolución, como La Madre,
de Gorky, publicada en 1906. Esta reformulación estética presente
en Cemento será
considerada un nuevo clásico del género, es decir, un modelo que
los futuros escritores debían emular para ser aceptados por los
consejeros de Novy Mir
y de la Unión de Escritores Soviéticos. Al fin y al cabo, esta
novela es la primera que narra dramáticamente el desarrollo
industrial soviético, justo en el momento en que se va a poner en
marcha el asunto de los Planes Quinquenales. Y su protagonista se
convertirá también en el modelo de los héroes literarios
promulgados por el realismo socialista.
Hasta tal punto asume Gladkov
las condiciones que él mismo había seguido en esta primera novela,
que su producción posterior se resentirá enormemente, hasta
deteriorarse. Por ejemplo, en Energía
(1932-1938) describe la construcción de una presa, como ejemplo del
esfuerzo del pueblo soviético, pero atendiendo tan estrictamente a
los cánones oficiales que convierte la novela en un tratado de
ingeniería. No obstante, recibió el Premio Stalin en 1949.
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