ARISTÓTELES Y LA CIUDAD IDEAL

Introducción

El empeño de Aristóteles, en el desarrollo de la política como ciencia, es la búsqueda del mejor de los regímenes políticos. En este empeño se explica incluso su exhaustiva tipología de los regímenes, y el estudio de su dinámica. Esta intención, además, queda anunciada tempranamente, y de ella se deriva buena parte del contenido de su tratado, pues de lo ideal pasará a lo real y se extenderá en un análisis pormenorizado de los regímenes políticos vigentes en su tiempo, incluyendo también los diferentes estudios que llevó a cabo sobre las constituciones políticas de numerosas polis griegas, de las que apenas se conservan textos como la Constitución de Atenas, a pesar de haber estudiado, se calcula, unas doscientas más. Pero es al final de la Política donde desarrollará plenamente su aspiración de describir cuál es la ciudad ideal.

Para entender la relación que se establece entre lo real y lo ideal en la Política de Aristóteles, conviene tener en cuenta el siguiente fragmento del inicio del libro II, 1260b (se ha utilizado la edición de Gredos):

 

Puesto que nos proponemos considerar, respecto de la comunidad política, cuál es la más firme de todas para los que son capaces de vivir lo más conforme a sus deseos, hay que examinar también las otras formas de gobierno, tanto las que usan algunas ciudades que tienen fama de tener buen gobierno, como otras propuestas por algunos teóricos y que parecen estar bien, para ver lo que tengan de recto y útil, y además para que el buscar algo distinto de ellas no parezca querer dárselas de sabio, sino que se vea que aplicamos este método por esto: por no ser buenas las que actualmente existen.

 

En este texto, Aristóteles presenta su método, que combina el análisis de lo real con la referencia última a lo ideal. Aristóteles no quiere ir directamente a lo ideal para luego analizar si las ciudades reales se ajustaban a tal ideal, como había hecho Platón, sino dar una oportunidad a aquellos regímenes que tienen fama de regirse bien, para ver qué tienen de bueno y de malo, para llevar a cabo mejoras factibles. Como método, lo ideal no se justifica sino en virtud de que lo real tiene defectos y surge la necesidad de acudir a las condiciones ideales, a las propuestas teóricas.

No se trata, desde luego, de describir la polis ideal, sino de definir las condiciones imprescindibles para que una ciudad cumpla sus funciones adecuadamente, y estas condiciones son: libertad de desenvolvimiento, estabilidad política y ausencia de conflictos sociales.

Dentro de este esquema metodológico, Aristóteles considerará cuatro cuestiones, a partir de este fragmento (Política IV 1, 1288b):

 

En todas las artes y las ciencias que no se limitan a una parte, sino que abarcan por completo un género determinado de objetos, es propio de una sola considerar lo que corresponde a cada género: por ejemplo, qué ejercicio conviene a qué cuerpo y cuál es el mejor (pues al más perfecto y mejor dotado por naturaleza le corresponde necesariamente el mejor ejercicio), y qué ejercicio, en general, conviene a la mayoría (pues también esto es tarea de la gimnástica); más aún, si alguien no desea la constitución física ni el conocimiento adecuados para la competición, será igualmente tarea del profesor de gimnasia y del entrenador proporcionarle al menos esa capacidad. Y vemos que eso mismo ocurre con la medicina, la construcción de barcos, la confección de vestidos y todas las demás artes.

Así que es evidente que también en el caso del régimen político es propio de la misma ciencia considerar cuál es el más perfecto y qué cualidades debería tener para adaptarse mejor a nuestros deseos si ningún obstáculo exterior lo impide, y qué régimen es apropiado para qué personas (porque para muchos es quizás imposible alcanzar el mejor, de modo que al buen legislador y al verdadero político no debe pasarles inadvertido el régimen que es el mejor en absoluto y el que es el mejor dadas unas circunstancias); y además, en tercer lugar, el régimen que parte de un supuesto previo (pues también esta ciencia debe poder considerar respecto de un régimen dado cómo se formó desde un principio y de qué modo, una vez establecido, puede conservarse más tiempo. Me refiero, por ejemplo, al caso de una ciudad que no esté gobernada por el mejor régimen y que no esté dotada de los recursos necesarios y tampoco tenga el régimen dadas sus circunstancias, sino uno inferior).

 

Estas cuatro cuestiones son:

  1. Cuál es la mejor constitución en términos absolutos.
  2. Cuál es la mejor constitución teniendo en cuenta las circunstancias.
  3. Cuál es la constitución de tipo inferior adecuada a las ciudades poco ambiciosas.
  4. Cuál es la constitución que mejor conviene a todas las ciudades.

 

Estos cuatro puntos son desarrollados por Aristóteles a través del símil gimnástico previo, del que trasladamos sus equivalencias (excepto para la cuarta cuestión):

 

  1. Cuál es el mejor ejercicio para el cuerpo.
  2. Cuál es el mejor ejercicio para la mayoría.
  3. Cuál es el mejor entrenador y ejercicio para quién no lo quiere.

 

Los dos primeros puntos son los más importantes. Para Aristóteles, la ciencia política debe conocer y considerar ambos:

  • Lo mejor en sentido absoluto, ajeno a todo obstáculo exterior, sin depender de las circunstancias.
  • Lo mejor bajo determinadas circunstancias.

 

Lo ideal en términos absolutos es inalcanzable, de modo que, si hay que considerar lo mejor en términos de posibilidad hay que atender a las circunstancias, a lo práctico, a lo que es practicable. La perfección de un régimen es más fácil de realizar desde el conocimiento de lo que ya hay. Los hombres que conocen las imperfecciones de los regímenes existentes son más fáciles de persuadir en la idea de cambiar y en la posibilidad de llevar a cabo ese cambio.

Aquí, Aristóteles traza el complemento entre lo ideal y lo práctico, resaltando la dimensión práctica de la ciencia política, que no solo ha de preocuparse por lo ideal, sino también por ayudar a perfeccionarse los regímenes existentes dentro de sus posibilidades. Así pues, vemos que cuando Aristóteles se plantea la cuestión de la ciudad ideal, no busca una utopía metafísica, sino que señala los hechos sociológicos obtenidos de la observación empírica. De ahí el respeto que muestra Aristóteles por la realidad dada, consecuencia de lo cual es su análisis, su disección, de los regímenes existentes en su época y en tiempos pasados. Todo ello desde el reconocimiento, un tanto pesimista, de que la política no hace a los hombres, sino que depende de la naturaleza de estos.


Fundamentos morales de la polis ideal

La base del estado ideal ha de ser moral, es decir, la ciudad no ha de tener como meta la acumulación de riquezas ni territorios, sino la felicidad de sus habitantes, el desarrollo de todas sus potencialidades. Tal ha de ser el único fin del Estado.

 

Requisitos materiales de la polis 

Estructura social y económica

Para desarrollarse adecuadamente, la ciudad ha de contar con dos requisitos importantes:

  • El número de ciudadanos ha de ser el adecuado para garantizar la autosuficiencia, pero no mucho más.
  • El territorio ha de ser del tamaño suficiente para poder ser defendido con el número de habitantes disponible, bien situado, en lugares de fácil defensa, y provisto de agua.

Aristóteles se plantea qué principio debe regular las relaciones entre los diversos grupos o clases sociales, y establece que este principio ha de ser el de la igualdad, propio de los regímenes democráticos. Según este principio, la participación política ha de estar abierta a la mayoritaria clase media, que poseerá una riqueza moderada.

Así pues, la estructura social de la polis ideal debe contemplar la existencia de una clase media mayoritaria, que doble en número a las clases baja y alta. Se trata de una estructura híbrida, intermedia, sin desigualdades pronunciadas y, por tanto, estable.

En este sentido, los ciudadanos se reparten la propiedad de las tierras. El trabajo corresponderá a los esclavos, y las rentas obtenidas de ese trabajo servirán para sustentar a los ciudadanos, que gozarán así del suficiente ocio para dedicarse a sus propias funciones: política, guerra, sacerdocio, etc.

El comercio quedaría relegado a los metecos.

 

Estabilidad política

El principio fundamental que Aristóteles considera es el de la estabilidad política, por encima del bien o la justicia ideal. En esto se separa de Platón.

Aristóteles no toma partido por ningún régimen concreto. Después de tantos cambios y revoluciones observados a lo largo de su vida, considera que lo más importante de un régimen no es que sea bueno, sino que sea estable: las leyes estables son leyes arraigadas y respetadas, y favorecen la estabilidad del régimen, y solo en un régimen estable se pueden hacer cosas.

Considerando este criterio, la constitución más estable será aquella que contemple la mayor parte de las posibilidades prácticas, la que esté hecha a partir de lo mejor de todas las constituciones conocidas. Hablamos entonces de constituciones híbridas: la oligarquía y la democracia. No son los regímenes ideales, pero sí los más estables, porque contemplan el poder en manos de las clases medias, el término medio entre la aristocracia y el demos. Será estable porque respetará los intereses de la mayoría.

 

El ciudadano ideal

El ciudadano de la polis ideal es aquel que participa plenamente en la vida pública. Debe poseer estas cualidades:

  • Sentido de la justicia
  • Fortaleza
  • Prudencia

El ciudadano ha de poseer la areté política, es decir, ha de saber mandar y obedecer (equivalente a ser justo). Obedecer las leyes y respetar la igualdad han de ser sus intereses políticos.

Ha de disponer de mucho tiempo libre para poder dedicarse a las tareas políticas, obligación de todos los ciudadanos, por lo que las tareas privadas (domésticas, comercio, agricultura, etc.) se reservan a aquellos que no son ciudadanos: mujeres, esclavos, metecos).

La actividad del ciudadano ha de complementar a la del resto de los habitantes: defensa, legislación, impartir justicia, sacerdocio; todo ello conforme avance en edad. El sacerdocio, por ejemplo, está reservado a los ancianos, y los mejores de ellos podrán dedicarse a la filosofía.

 

La educación del ciudadano

Para Aristóteles, el Estado es una institución educativa: tiene la función de educar a sus ciudadanos.

La educación debe correr por cuenta del estado, que la impartirá a todos los ciudadanos por igual con la intención de salvaguardar la estabilidad de la ciudad. El fin de la educación es formar ciudadanos buenos, capaces, virtuosos, dignos y comedidos, magnánimos, animosos, justos y disciplinados. Una ciudad habitada por ciudadanos así alcanzará su plenitud y razón de ser.

Desde su nacimiento, el Estado debe procurar unas buenas condiciones de vida para el ciudadano.

La primera educación consistirá en juegos apropiados y narraciones convenientes, preparando al niño para las actividades que deberá llevar a cabo más adelante.

Después, el joven deberá ocuparse en aprender las disciplinas prácticas y útiles, como la escritura, la lectura y el dibujo; así como las disciplinas espirituales, como la gimnasia, la música y la poesía.

 

  

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