ARISTÓTELES Y LA TIRANÍA (y cómo conservar el poder)
Régimen unipersonal en el
que la ley es sustituida por la arbitrariedad del tirano, que obra según su
voluntad absoluta en vistas a sus propios intereses. Tiranía equivale a
ausencia de ley, negación de lo político por el excesivo predominio de una
voluntad personal (o colectiva, que sería una aproximación a la idea de
totalitarismo de Arendt).
En general, la tiranía es
la desviación absoluta de todos los regímenes, es la ausencia de estado civil y
el retorno a algo que podría equivaler al estado natural hobbesiano. Al ser la
negación de lo político, se podría decir que la tiranía no es un régimen, sino
la ausencia de régimen.
Aristóteles distingue tres
formas tiránicas:
- Monarquía tiránica o
absoluta, debida a la voluntad absoluta de un hombre.
- Oligarquía tiránica,
debida a la voluntad de varios hombres.
- Democracia tiránica,
debida a la voluntad absoluta de todo el pueblo.
En cuanto a la relación
entre la tiranía y la ley, Aristóteles considera que en una tiranía no impera
la ley, sino la voluntad del tirano, esto es, la arbitrariedad. La anulación de
la ley desemboca en la tiranía, en la arbitrariedad de quien tiene la fuerza.
La ley es la que, con su permanencia, asegura que esto no ocurra. El ejercicio
del poder según la ley garantiza que hay una libertad basada en el respeto
común a una ley común.
La diferencia entre la
tiranía y la demagogia radica en que el tirano puede adoptar medidas violentas
contra el pueblo, mientras que el demagogo basa su poder en el apoyo del
pueblo.
Estabilidad de la tiranía
Aristóteles se interesa
políticamente por la tiranía en tanto que tiene una realidad histórica, e
incluso teoriza sobre cómo preservar este régimen. Si nos atenemos a la idea de
tiranía como negación de todo lo que es político y vuelta al punto originario
del desorden y el caos, esto equivale a considerar que la tiranía es un régimen
esencialmente precario, sometido a muchas tensiones y mantenido por la fuerza
del tirano y quienes le apoyan, frente a la constante amenaza de otros que
también tienen fuerza. Por la orientación violenta y destructiva del poder del tirano,
este se encuentra siempre enfrentado a todos y amenazado por todos, y ha de
recurrir a su fuerza y astucia para mantenerse en el poder.
Pero, a pesar de esta
precariedad, Aristóteles constata que las tiranías subsisten y llegan a consolidarse.
Explica esta paradoja aduciendo que en la tiranía estable debe haber una cierta
forma de justicia que la mantiene, sumada al consentimiento de los gobernados,
que renuncian de alguna manera a su voluntad de liberarse del tirano, lo
aceptan y aceptan el orden que este impone, por algún motivo.
En Política V,
10-12, Aristóteles analiza las causas de esta paradójica estabilidad de las
tiranías, cosa que se puede entender como consejos al tirano para mantenerse en
el poder (cosa que nos recuerda a Maquiavelo):
- A la manera de las
monarquías bárbaras orientales, de carácter familiar, el despotismo queda
asegurado hereditariamente, y también por el carácter servil de estos
pueblos. Se podría hablar aquí de una especie de consentimiento natural
(también en Política III, 14).
- Uniformizar al pueblo,
igualar a todos y anular a los que sobresalgan. O lo que es equivalente:
rodearse de mediocres para así sobresalir el tirano.
- Prohibir las
asociaciones y los contactos sociales; eliminar en lo posible los lazos
sociales, la vida social, promoviendo un clima de desconfianza mutua y el
aislamiento de los ciudadanos. Desaparece la amistad como vínculo social. Destrucción
misma de la comunidad. Aquí se muestra la importancia de la amistad como
factor político esencial, según Aristóteles).
- Eliminar la privacidad y
extender en el pueblo el miedo total. Estado policial y espionaje total.
Todos controlan a todos y nadie puede confiar en nadie.
- Eliminar la cultura, que
no haya reflexión sino ignorancia. Imposibilitar la acción desde el
pueblo, incapacitar al ciudadano como tal, crear gentes apocadas (esto
conecta con la idea de acción concertada de Arendt).
- Hacer real la
tiranía, es decir, hacer que se parezca a una monarquía. En este sentido,
es necesario adoptar una serie de tácticas para hacer creer al pueblo que
el tirano no lo es, para lo que el tirano ha de saber representar el papel
de un monarca, aparecer como tal:
- Deberá limitarse en su
arbitrariedad, mostrar intenciones benévolas, aunque conservando su
fuerza.
- Limitar la corrupción a
su alrededor, dar cuenta de ingresos y gastos (lo que hoy llamamos transparencia),
establecer una tecnocracia y una gestión racional del poder.
- Mostrar voluntad de no
enriquecerse personalmente con los impuestos.
- Mostrarse digno y no
duro, no ser cruel si no es necesario, no ser despreciable y mantener una
buena reputación guerrera. Procurar no humillar ni ofender; no ser odiado
sino reputado.
- Aparentar moderación y
sobriedad en los placeres corporales.
- Embellecer la ciudad y
distribuir honores.
- Ser paternalista en la
aplicación de la justicia, y que sean otros quienes ejecuten los
castigos.
En definitiva, la solución
que Aristóteles contempla para la conservación de una tiranía consiste
básicamente en que deje de serlo, al menos aparentemente, en su forma externa.
Y esto ya es un paso político, una aproximación a formas más benignas en tanto
que se aleja de la arbitrariedad. Para Aristóteles, lo arbitrario es sí mismo
está condenado al fracaso, y solo en la medida en que se someta a un mínimo
orden podrá conservarse el poder del tirano. Solo el poder limitado por algún
tipo de orden o ley tiene posibilidades de subsistir en condiciones frente a
quienes se le opongan.
Aristóteles se adelanta a
Maquiavelo cuando aconseja la simulación, que el tirano adopte la apariencia de
un monarca, que parezca bueno aunque haya de recurrir a las malas artes.
También encontramos semejanzas
con el análisis contemporáneo del totalitarismo, desde Orwell a Arendt. Esta
última señala algunos factores que Aristóteles también remarca:
- Aislamiento e impotencia
de los ciudadanos.
- Ideología como sustituta
del pensamiento; ideología como realidad.
- Soledad y ausencia de
lazos sociales, desconfianza.
- Identidad entre la persona y el partido.
Es inevitable asociar estas reflexiones a la actualidad: el desarrollo de las democracias autoritarias, que parecen democracias pero esconden actitudes tiránicas, despóticas e incluso totalitarias.
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