LA IMAGINACIÓN HUMANA
¡Qué monos!
«No es el uso de la razón lo que nos distingue del resto de los animales y a mi juicio lo que nos hace, si no superiores, sí mas interesantes»
THE OBJECTIVE, noviembre de 2015
Texto original en este enlace.
Volviendo a los animales, siempre han encontrado humanos para ensalzarlos más o menos retóricamente como más «sabios» que nosotros. No sólo es que ciertos bichos se han convertido gracias a las fábulas en prototipos de dones envidiables (la memoria de los elefantes, la astucia de los zorros, la paciencia de los asnos, la lealtad de los perros, la industriosidad de las hormigas, etc…) sino que siempre hay alguien ilustre que asegura preferirlos a sus congéneres por hallarles mayores virtudes y talento. «Cuanto mejor conozco a los hombres, más estimo a mi perro» dijo Schopenhauer… y sólo tenía un caniche. En cuanto a Montaigne, confiesa que cuando se entretiene jugando con su gata le entran dudas de si será ella la que se entretiene jugando con él. Por no hablar de nuestros animalistas modernos, que parecen considerar a los animales como poseedores de tantos derechos como cualquier humano e incluso sostienen (por ejemplo Peter Singer) que entre salvar a un niño mongólico o un chimpancé sano hay que dar preferencia al mono. Y nada de sacrificar a conejillos de Indias para experimentos de laboratorio, aunque de ese modo se salven muchas vidas de nuestros semejantes… Algunos zoólogos sostienen que hay monos como los bonobos y otros parientes que se educan unos a otros, hacen descubrimientos técnicos y resuelven sus conflictos por vía erótica en lugar de emplear la violencia (lo cual les evita en ocasiones no sólo ir al campo de batalla sino también a las fastidiosas comisiones del Senado). Muy recientemente, unos psicólogos de Berkeley y de la universidad de Utrecht han constatado que los chimpancés rectifican sus creencias cuando los hechos les demuestran que están equivocados. Es decir, procesan la información que reciben y de acuerdo con ella modulan sus decisiones según la evidencia disponible. Modificar criterios cuando aprendemos novedades que los desmienten se considera una característica del pensamiento racional, de modo que estos investigadores han lanzado las campanas al vuelo y llegan a la conclusión de que su estudio cuestiona la visión tradicional de que la racionalidad es una exclusiva de los humanos. Vaya por Dios, para un privilegio que teníamos…
A mí, que desde luego no soy un investigador de ninguna gran universidad anglosajona, siempre me ha parecido que los animales se portan de un modo muy racional: se protegen de los elementos adversos, buscan su comida cuando tienen hambre evitando las plantas venenosas, cuidan a su prole incluso con ternura (por lo menos las hembras, de los machos ya pueden los pequeños fiarse menos), no atacan a presas más grandes o fuertes que ellos y ciertos insectos tienen unas estructuras sociales de una complejidad y eficacia que ya quisiéramos los humanos. No hay animales ineptos a la hora de cubrir sus necesidades salvo catástrofe exterior y tampoco los hay caprichosos o extravagantes. Son modelos de cordura y todo lo que hacen tiene un justificado motivo… racional. Comparados con ellos nosotros cometemos muchos más errores y aplicamos razonamientos menos fiables, más improvisados. Tenemos la suerte de contar con máquinas que son como superanimales y desarrollan procesos racionales activos que suplen nuestras deficiencias, pero estamos expuestos a utilizarlas mal. Fabricamos aparatos racionales, pero somos poco razonables al emplearlos, de modo que el resultado muchas veces es peor que si fuésemos directamente irracionales.
No, no es el uso de la razón lo que nos distingue del resto de los animales y a mi juicio lo que nos hace, si no superiores, sí mas interesantes. Nuestra característica primordial es la imaginación, la cual asciende nuestro raciocinio por vías innecesarias e innovadoras. La imaginación nos obliga a desvariar, pero también a variar: por eso todos y cada uno somos micromundos, distintos e imprevisibles. Somos grandes técnicos, mejores que cualquier otro animal, pero en un campo en que los animales juegan a su propio nivel. Por añadidura también somos poetas (palabra que significa «creadores». Imaginadores) y por ahí escapamos a la zoología y entramos en una órbita milagrosa y terrible en la que estamos solos.

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