EL MITO COMO DISCURSO PREFILOSÓFICO
La cultura griega arcaica
tiene sus bases en lo mitológico. El discurso mítico, propio de los pueblos
primitivos, fue prodigiosamente elaborado por los griegos, y de él no pudieron
prescindir ni los mejores filósofos, como Platón. No hay una oposición clara
entre mito y logos, ya que el mito es también una forma de logos y, en
sus orígenes, una forma de saber, de representación del universo mediante una
narración explicativa. Sólo a partir del desarrollo pleno de la filosofía
griega, en su momento clásico, el mito es puesto en oposición al logos. Por eso
es preciso señalar la diferencia entre el uso platónico del mito, claramente
consciente en su intencionalidad pedagógica, y el uso arcaico e inconsciente
del mismo, para captar el sentido primigenio del esquema mítico.
Las
mitologías pueden entenderse como “preludios significativos de los intentos
propiamente racionales de explicar el mundo” (Kirk & Raven), es
decir, de la filosofía. Pero no se puede considerar un salto entre unas y la
otra, sino que hay entre ambas una transición. Dentro de los discursos
mitológicos hay algunos que son el resultado de un modo de pensar más empírico
y menos simbólico, de manera que se acercan a las posteriores formulaciones de
los naturalistas jonios, las primeras que pueden calificarse de filosóficas.
Así, pues, el paso del mito al logos tiene un estadio intermedio,
cuasi-racionalista, que se centra principalmente en explicar el nacimiento o la
creación del mundo (cosmogonía), preocupación que también encontraremos en los
naturalistas de Mileto (Kirk & Raven).
El
concepto de mito no se aplica a una categoría precisa de narraciones sagradas
relativas a los dioses o los héroes, sino que designa realidades muy diversas:
teogonías y cosmogonías, ciertamente, pero también todo tipo de fábulas,
genealogías, cuentos infantiles, proverbios, moralejas, sentencias
tradicionales: en resumen, todos los se-dice que se transmiten
espontáneamente de boca en boca. Lo que los mitos revelan es, en general, un
ejemplo de la condición humana, pero un ejemplo entendido como forma precedente
de entender la realidad, para explicarla. No se trata sólo de describir “lo que
hicieron los dioses” y que los humanos imitan porque o hicieron los dioses (es
decir, no sólo es un se-dice, sino también un se-hace), sino que
el mito “revela una estructura de lo real que escapa a la aprehensión
empírico-racionalista”, de manera que “el mito descubre una región ontológica
inaccesible a la experiencia lógica superficial” (por ejemplo al hacer provenir
dos divinidades opuestas de un mismo origen, haciéndolas hermanas). En el mito
hay, pues, una expresión plástica y narrativa de lo que en la metafísica se
expresaría dialécticamente, y llega a manifestarse incluso en las primeras
formulaciones filosóficas: “Dios es el día y la noche, el invierno y el verano,
la guerra y la paz, la saciedad y el hambre: todas las oposiciones están en él”
(Heráclito).
Y de estas oposiciones hay ejemplos en casi todas las manifestaciones
mitológicas (iranias, hindúes, etc.) (Mircea Eliade, Tratado de historia de
las religiones. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1981, cap. XII, apdo. 158).
Los
mitos eran utilizados por los griegos para narrar el origen del mundo, las
genealogías y el número y la jerarquía de los dioses, pero también describían
aspectos más cotidianos, relacionados con la vida y la muerte, el bien y el
mal, las reglas políticas y sociales, e incluso se detienen en describir el
origen y el uso de algunas armas u otros artefactos, para dedicarlos a la
guerra o al trabajo. En el mito, pues, mediante fábulas alegóricas, se recrean
hechos primordiales, intentando dar una explicación a las creencias, a las
costumbres sociales, etc., a través de la exposición genealógica de estas
creencias o costumbres. De este modo, los mitos lo que hacen es reproducir de
modo ideológico los cimientos de las culturas o sociedades que los crean. Y a
pesar de su enorme variedad, existe una uniformidad, versando sobre todo acerca
del origen y sentido de la vida y de la sociedad, del origen del mundo, del
significado de la muerte, etc., con lo que tienen un valor ejemplar o modélico,
generando determinados valores y normas sociales. Por eso dan una explicación,
un intento de saber de las instituciones sociales y de las diversas normas. De
esta forma, también el mito, como la filosofía, es un sistema de interpretación
que comprende tanto lo cósmico como lo humano. Enmascarado bajo la forma de
alegoría narrativa, el mito pretende ser una explicación del cosmos en su
totalidad; en cuanto a su extensión, pues, coincide con la explicación
propiamente filosófica, aunque difieren ambas en su método, racional en la
filosofía, y alegórico, remitiéndose al tiempo primordial, y frecuentemente
"sagrado", en el mito, que frecuentemente se transmite de forma oral
y sin espíritu crítico reflejo.
El mito se presenta, por consiguiente,
en el contexto griego, no como una forma particular de pensamiento, sino como
el conjunto que vehicula y difunde al azar los contactos, los encuentros, las
conversaciones, ese poder sin rostro, anónimo, que Platón llama pheme,
el "rumor". En este sentido se puede definir el mito como la
narración o doctrina tradicional que no es justificada racionalmente,
siendo transmitido, normalmente, por poetas, sacerdotes, etc. Su doctrina se
refiere sobre todo a las cosmogonías, teogonías, teogenia, sobre el origen del
hombre y el sentido de la existencia (de los dioses, del hombre y del cosmos).
Esta visión no es, sin embargo, compartida por Aristóteles, quien consideraba
al mito como un producto inferior o deformado de la actividad intelectual, un
saber inferior, en la medida en que los valoraba desde la contraposición entre
ficción y verdad. Al mito se le atribuye como máximo un valor de verosimilitud,
siendo, sin embargo, por el uso que hace de las imágenes, un buen medio
pedagógico y un eficaz instrumento de persuasión.
El
esquema mítico, o la mentalidad mítica, no responde al concepto de hecho o
acaecimiento individual, delimitado, particular. Esto es propio del discurso
analítico, filosófico, o científico, es decir, lo que llamaremos logos. Antes
de ese paso del mito al logos, el discurso de la cultura griega es simbólico,
en el sentido en que el lenguaje, lo narrado en el mito, es una especie de
emisario, una representación que reviste al hecho individual de una cierta
aureola de significado. El pensamiento mitológico no define, no delimita
lingüísticamente un concepto, sino que lo traslada a un acontecimiento, o a una
persona concreta. Por ejemplo, la belleza. En los tiempos homéricos, no se
definió como aquello arrebatador, sino que se representó en el mito del rapto
de Helena (Selene, la belleza de la Luna), y su consecuencia inmediata,
la guerra contra Troya para liberarla. O, también, la llegada de las primeras
colonias griegas a las costas orientales del Mar Negro (Ponto Euxinos o
Mar Tenebroso) no se describió sino a través de la leyenda del viaje de los
argonautas en busca del vellocino de oro.
Este
tipo de narraciones, sobre todo la épica homérica, encierran siempre un mito en
torno a personas concretas, más o menos históricas, que fueron las imágenes en
las que el griego arcaico pudo contemplar lo que e el alma llevaba mezclando
imágenes, ideas y anhelos. El hecho o persona que protagonizan un mito tienen
la virtud de encarnar modelos ideales que el griego arcaico no podía definir o
analizar conceptualmente, en abstracto, tenía que concretarlo en imágenes, en
criaturas o en acontecimientos.
"El
mito, dejando tecnicismos aparte, es siempre un ideal, un modelo, que se lleva
en el alma y que espolea e impele a buscar en lo real, en lo concreto, un caso
en que se verifique, con mayor o menor aproximación, y, encontrado, hace del
mito aureola de lo real, lo engrandece, abulta, sublima y dignifica, y bajo
tales arreos desaparece siempre una parte de lo real, que a veces queda
reducido a simple pretexto, ocasión y punto de apoyo de la potencia
idealizadora del alma de un pueblo" (Introducción a La Ilíada, pág. VIII). De alguna manera, parece que el sentido
mitológico tiene algo de profundo y misterioso que está fuera del alcance de
toda conceptualización racional posterior, Al considerar, por ejemplo, la
belleza, el lenguaje mitológico se refiere al rapto de Helena, la más bella de
las mujeres, mientras que los filósofos hablan del orden, de la armonía de las
formas, de lo placentero a la vista, etc.
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