HERÁCLITO Y EL FUEGO, VERSIÓN POPPERIANA
UNA PERSPECTIVA HETERODOXA
Según Popper, hay en Heráclito dos discursos que se complementan y dan sentido a su filosofía, según la importancia que se le dé a uno o a otro. El problema que se plantea es cuál de los dos representa lo esencial de su pensamiento y cuál lo secundario. Se trata de la doctrina del fuego (todo fluye) y la doctrina del logos (la unidad de las partes opuestas).
Popper plantea esta cuestión
en su libro La sociedad abierta y sus enemigos (1945), cuando trata de asociar
a Heráclito con el historicismo (como enemigo de la sociedad abierta) (cap. 2,
y especialmente nota 2, págs. 446-447 de la edición de Paidós). Popper defiende
como esencial a Heráclito la opción del fuego por encima de la doctrina del
logos, porque le conviene par el desarrollo de su tesis, que Heráclito era un
historicista (de hecho, el fundador filosófico del historicismo).
La discusión sobre este
asunto debe partir del fragmento 124 de Diels (se puede leer en este enlace).
El fragmento dice: “El cosmos es, en el mejor de los casos, una pila de basuras
amontonadas al azar”. Según Popper, este texto favorece la preponderancia de la
doctrina del fuego sobre la doctrina del logos, que es la aceptada por la
ortodoxia historiográfica, y por ello ha estado sometido a la tentativa de desacreditar
su autoría por parte de ciertos autores.
Este texto se recoge bajo otras versiones:
- Frag. 822 (22 B 124) Teofrasto, Metaph. 15 7a: “El más bello ornamento es como un montón de desperdicios echados al voleo” (según la edición de Gredos (1981), pág. 393, edición y traducción de Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá). Los editores asocian este fragmento con otros afines (694, 780 y 783), y vinculados a la doctrina del logos o unidad de los contrarios, según nota 101 en pág. 381), y se consideran todos ellos como “probablemente auténticos”. No obstante, señalan que han traducido kósmos como ornamento o adorno, porque en caso de traducirlo por mundo, el término quedaría devaluado, por lo que no encajaría en la teoría del logos (nota 125 en pág. 394).
- R. Mondolfo, en su obra Heráclito. Textos y problemas de interpretación (México DF, Siglo XXI, 1966), cita el fragmento DK 124 como fiable (pág. 45), según esta traducción: “[Absurdo debería parece también a aquellos (que establecen principios materiales), que si todo el cielo y cada una de sus partes están todos en orden y en proporción y por las formas y por las potencias y por los períodos, en cambio, no hubiera nada por el estilo en los principios, sino que] ‘como una barredura de cosas esparcidas al azar, fuera _dice Heráclito_ el bellísimo cosmos’.”
La teoría del fuego es la
base del pensamiento de Heráclito, según las investigaciones de Zeller y Grote,
según cita Popper, a los que sigue. Esta interpretación se ajusta, justifica
Popper, a los testimonios más importantes, que son los de Platón y Aristóteles,
según estas referencias que Popper menciona.
De Platón:
- Crátilo 401d, 402ab, 411, 437 y 440.
- Teetetes 153cd, 160d, 177c, 179d ss y 182a ss.
- Banquete 207d.
- Filebo 43ª.
De Aristóteles:
- Metafísica 984 a 7, 987 a 33, 989 a 2, 996 a 9, 1001 a 15, 1010 a 13, 1067 a 2, 1078 b 13.
- Física 205 a 3.
Según Popper, estos
pasajes dan apoyo a la tesis de la teoría del flujo universal como médula del
pensamiento de Heráclito, y su presencia en los textos de otros pensadores
muestra que causó impresión en su momento. El resto de las ideas aportadas por
Heráclito son subsidiarias de esta.
Según Popper, la doctrina
de la unidad de los opuestos (o doctrina del logos) es más abstracta y menos
fundamental, y parece precursora de una teoría lógica o metodológica, y vinculada
al misticismo de Heráclito, pero nunca puede constituir el hilo conductor de su
pensamiento. Sin embargo, algunos especialistas han intentado recuperar la
teoría de la unidad de los opuestos para situarla en el lugar de la teoría del
flujo universal. Se refiere a Burnet y Taylor.
Burnet, autor de un texto
de referencia ya clásico (Early Greek Pfilosophy, 1892, 1908 Y 1920), defiende
estas ideas a partir de la afirmación de Heráclito de que “la sabiduría no es
el conocimiento de muchas cosas, sino la percepción de la unidad subyacente de
los opuestos en conflicto” (citado por Popper, en cap. 2, nota 2, pág. 447; la
referencia es a los fragmentos DK 34 y 107, que reza «Los ojos y los oídos son
malos testigos para los hombres, si poseen almas que no comprenden el lenguaje»;
también incumben los frag. 516 a 519 de la numeración de K&R). También
aduce Burnet que la teoría del flujo sería anterior al propio Heráclito, y que
éste simplemente la recoge y aprovecha; autores como Anaximandro ya ensayaron
la idea de la disolución de la estructura del cosmos. Por último, Burnet se
apoya en un oscuro pasaje que se atribuye a Heráclito sin que aparezca su
nombre, sino “la más vehemente de estas Musas”, citado en el Sofista de
Platón (242d ss): “Lo divergente, pues, siempre converge” (citado por Mondolfo,
pág. 17); así como un pasaje de Filón el Judío (Cuestiones sobre el Génesis,
III, 5: “De aquí que Heráclito compuso sus libros sobre la naturaleza, habiendo
tomado en préstamo de nuestro teólogo [Moisés] las sentencias acerca de los
contrarios, agregándole sinnúmero de pruebas con gran trabajo”; texto citado
por Mondolfo, pág. 14).
Popper considera que los
argumentos de Burnet son débiles [sobre la debilidad de la tesis de Burnet,
cfr. el texto de Popper, cap. 10, notas 39, 56 y 59] y da la razón a Zeller y
Grote, porque las evidencias suministradas por Platón y Aristóteles no pueden
ser ignoradas, pero también por la coherencia interna del pensamiento de
Heráclito: la doctrina del flujo universal obliga a explicar la aparente
estabilidad de algunas cosas, así como las regularidades, y aquí es donde entra
en juego la teoría de la unidad de los opuestos.
Popper vincula la preferencia ortodoxa por la doctrina del logos (unidad de contrarios) a la lógica del cambio desarrollada por Aristóteles, en tanto que el cambio debe entenderse como transición de un estado a otro, por lo que da a entender que todos los procesos son diferentes fases de un ente único en perpetuo cambio, el fuego; pero no está nada claro que Heráclito se expresase en términos tan aristotélicos (Popper, cap. 2, nota 11, pág. 449).
La importancia del fuego
como símbolo del cambio radica en que es a la vez proceso y objeto, según
Popper, es decir, flujo y reposo. “La
llama es un símbolo obvio del flujo, del proceso que parece, por muchos
conceptos, un objeto”, de ahí que se confunda el fuego de Heráclito con la
esencia de los milesios (Popper, La
sociedad abierta…, nota 7 del cap.
2, pág. 448). El fuego explica el cambio, pero también el reposo y las
regularidades que se observan. No dice Heráclito que todas las cosas sean fuego
en el mismo sentido que Tales dice que todas las cosas son agua, sino que todas
las cosas son como fuego, incluido el universo mismo y las leyes que lo rigen,
sometidas también a la continua combustión que acabará irremediablemente con
todo (alusión a la idea de la conflagración cósmica que aparece en algunos
fragmentos de Heráclito) (Popper, La
sociedad abierta…, nota 7 del cap.
2, pág. 449).
El fuego es, pues, también una explicación de la aparente estabilidad
de las cosas dentro de la estructura del flujo absoluto. Si este eterno devenir
se combina con alguna forma de periodicidad, se pueden explicar entonces las
regularidades y las uniformidades de los ciclos naturales (Popper, La sociedad abierta…, nota 7 del cap. 2, pág. 449; aquí Popper
se refiere a la creencia de Heráclito en el Gran Año (cada 18 o 30 mil años),
una conflagración periódica vinculada a su idea del destino; cfr. Aristóteles, Física 205 a 3, y K&R, Diels, frag. 66).
REFERENCIAS
Mondolfo, R., Heráclito. Textos y problemas de interpretación. México DF, Siglo XXI, 1966.
Kirk & Raven, Los filósofos presocráticos. Historia crítica con selección de textos. Madrid, Gredos, 1981.
Popper, Karl R., La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 1991.
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