HUME Y EL PRINCIPIO DE INDIVIDUACIÓN

 

Es más importante que el principio de la copia, y esencial en la crítica a las metafísicas tradicionales. Es, además, un principio no empírico sino racionalista, que puede encontrarse en Descartes y está en la base del método socrático y la dialéctica platónica.

En esencia, si dos ideas pueden ser percibidas (pensadas) distintamente (una sin la otra), son entonces dos ideas distintas y diferentes entre sí.

O lo que es igual: si lo que se piensa es distinto, es distinto en lo que representa.

El principio de individuación se aplica en la idea de la infinita divisibilidad: por ejemplo, la idea de un grano de arena no es separable en veinte ideas de grano de arena.

En caso contrario, encontraríamos que, si no podemos pensar dos ideas separadamente, sino que han de pensarse unidas, entonces son dos ideas que han de ir necesariamente unidas, en el pensamiento, en la representación (pero no necesariamente en una realidad externa al pensamiento). Por ejemplo, no puedo pensar la idea de línea sin una dimensión; no puedo pensar un color sin que tenga un grado concreto, una intensidad como tal; por tanto, no están separadas tales ideas. Esto es equivalente a lo que Descartes decía de la montaña, que no me la puedo representar sin valle, aunque en la realidad no exista ninguna montaña. Pero recordemos que Descartes propone que no podemos pensar la idea de Dios sin la idea de existencia, no nos podemos representar a Dios como no existente, de la misma manera que no nos podemos representar un triángulo de cuatro lados y, por lo tanto, Dios existe. Hume podría estar de acuerdo con todo esto hasta que Descartes da el salto de la idea o representación, a la pretensión de realidad, de existencia real más allá de la representación (aunque luego también discutirá que la existencia sea una cualidad que se pueda añadir a las restantes cualidades de Dios, anticipándose a Kant).

Esto es importante de cara a la crítica a la metafísica racionalista, por ejemplo, la spinoziana. El problema de las identidades necesarias es que conducen a la identidad de las ideas que han de ir necesariamente unidas, por lo que podría darse la situación de no poderlas diferenciar. Es un problema que ya aparece en el Protágoras de Platón: si todas las virtudes están relacionadas con el Bien, entonces hay que concluir que todas las virtudes, a pesar de sus diferencias, son una sola virtud, el Bien.

Así, Hume fundamenta una ontología individualista: la realidad está constituida por átomos de sensación, irreductibles entre sí (las ideas simples). El universo es un pluralismo de ideas distintas y diferentes entre sí, sin posterioridad a la identidad. Se aleja de una metafísica de la Sustancia, toda reductible a la unidad en la que las cosas se diferencian en géneros entre los que hay diferencias específicas dentro de un universo jerarquizado por esa unidad sustancial. Para Hume, hay una pluralidad de ideas sin relaciones de dependencia.

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