RESEÑA: cartas de Pasolini (1997)
Reseña mía del libro recopilatorio de
Pier Paolo Pasolini, Cartas luteranas
(Madrid, Trotta, 1997).
Publicada en Lateral en algún número de 1997.
Cuando Pasolini murió asesinado en 1975, había
dejado numerosos manuscritos; Ediciones
Trotta ha publicado una recopilación de algunos de sus textos dedicados a la
crítica social. Crítica, desde luego, no falta en este libro, y de la más
mordaz que pueda leerse. Está compuesto de dos partes bien diferenciadas: Gennariello,
un tratado de pedagogía inacabado _y es una lástima, porque el hilo se rompe
justo en el momento de mayor tensión_; y las Cartas luteranas
propiamente dichas, que recogen una serie de artículos publicados en la prensa,
sobre todo en Il Corriere della Sera, en los que Pasolini analiza la
situación política italiana.
Escritos
con un estilo directo, con la espontaneidad del columnista apresurado, en
ocasiones escandalizado y en otras consciente de poder escandalizar a algunos
lectores. Pero Pasolini no se refugia en moralinas; dice lo que piensa. Su punto de
vista es el del intelectual marxista, pero heterodoxamente marxista y
heterodoxamente militante. Podemos apreciar en estos escritos la situación de
un italiano que se resiste a reconciliarse consigo mismo y con su sociedad,
porque sigue viendo fascismo en su país, sólo que cambiado de máscara. Si el
poder autoritario clásico trataba de imponer una concepción moralista o
religiosa de la vida, frecuentemente con violencia, el poder del nuevo
capitalismo ha conseguido imponer su concepto hedonista de la vida casi sin
esfuerzo ni violencia; de lo que no duda Pasolini es de que se trata una
imposición.
Encontraremos, pues, una denuncia descarnada y pesimista del hedonismo
de finales de siglo: el hedonismo es la rebelión contra las formas del
capitalismo rígido y disciplinario _que en Pasolini tiene nombre propio:
fascismo. Pero piensa que esta rebelión está protagonizada por el propio
capitalismo, que es la auténtica gran revolución de la derecha. Ser hedonista y
rebelde era, en 1975, y ahora lo sería aún más, una forma de entrega absoluta
al nuevo orden de cosas, un acto de obediencia, basado precisamente en la
rentabilidad del desorden.
La de
Pasolini resulta ser una visión contrapuesta al optimismo de Lipovetsky, autor
de La era del vacío, que sostiene que la rebeldía y la ruptura frente al
capitalismo disciplinario a través del hedonismo consumista, es la clave para
la preservación de la paz y la sociabilidad, y que el hedonismo es la vacuna
contra las guerras y el totalitarismo. La era del vacío es eso, un vacío casi
deshumanizado, insulso y superficial, pero sin el peligro de las guerras y las
tentaciones totalitarias. Pero Pasolini protesta precisamente contra este
optimismo, porque es capaz de intuir que es posible la combinación entre
hedonismo y fascismo, que es el tecno-fascismo. Y el protagonista de esa
combinación es la Democracia Cristiana italiana, que representa a la nada
ideológica mafiosa. Por eso pide insistentemente el procesamiento de sus
dirigentes, adelantándose veinte años a los acontecimientos.
Como
alternativa a la decadencia social que ha provocado el hedonismo consumista,
Pasolini prefiere los valores tradicionales, el desorden, la pobreza y el
vitalismo napolitanos al racionalismo padano; prefiere la mafia antigua,
honesta consigo misma, al vandalismo criminaloide y sin sentido de la juventud
italiana de mediados de los 70. Sabe que la revolución consumista y hedonista
ha transformado el vitalismo de los valores subproletarios en la mediocre
languidez clónica del pequeño burgués contemporáneo, contagiando al
proletariado en su descenso a los infiernos del consumismo hedonista y fútil.
Es esta,
pues, una reflexión sobre la decadencia de la burguesía italiana, asimilada a
la necesaria masificación e instrumentalización del consumo. Recuerda por su
talante al análisis que Italo Svevo realizara a principios de siglo en su
trilogía triestina, retratando la languidez y senilidad de la burguesía del
norte.
Precisamente por la anticipación de sus planteamientos, tenemos en las Cartas
luteranas de Pasolini un libro imprescindible para interpretar qué ocurre
en Italia y en Europa hoy mismo. Algunas de sus observaciones sobre las
diferencias entre el Norte y el Sur de Italia resultan muy sugerentes en estos
tiempos de separatismo padano, y permiten ver que las diferencias entre el
Norte y el sur de Italia se remontan a la época de la industrialización, cuando
el Norte recibió las inversiones necesarias y la mano de obra del Sur, y al
mismo tiempo, en muchos locales de Turín se prohibía la entrada a los terroni,
los emigrantes subproletarios del Sur.
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