ARQUÍMEDES, APUNTES BIOGRÁFICOS


Nace en Siracusa, entre 290 y 280, probablemente en 287. Su padre, Fidias, era astrónomo. Su familia es acomodada, en contacto con la corte de Hierón II, que gobernó desde 265 iniciando un periodo de paz y desarrollo de las artes y la cultura, lo que le permite estudiar primero en su ciudad y luego recibir una formación en Alejandría, para luego dedicarse a la vida teorética.

    En Alejandría entra en contacto con discípulos de Euclides, como Konon de Samos, Dositheos y Eratóstenes. Con ellos mantuvo amistad y correspondencia, e intercambio de información, lo que ahora hacen los científicos por la vía de sus publicaciones (papers) o intervenciones en congresos.

    Acabados los estudios, regresa a Siracusa, donde residirá el resto de su vida, dedicado a la investigación pura y a la invención mecánica. No obstante, algunas referencias aluden a que no regresa inmediatamente a Siracusa, sino que viaja por algunos lugares, como su estancia de la corte de Eclidérides, rey de los cilodrastos, en la península ibérica, a quien auxilió en materia militar, según testimonio de Leonardo da Vinci. Autores árabes aseguran que regresó a Egipto, reclamado por el rey Ptolomeo, para ocuparse del problema de las inundaciones anuales del Nilo. Para ello diseñó diques y puentes, pero sobre todo destacó por la invención del tornillo hidráulico, que permitía elevar agua para drenar zonas inundadas, o elevarla para regar zonas por encima del nivel del río. Diodoro Sículo cuenta que este mecanismo se utilizó en las minas de Hispania para desaguar minas, y era llamado tornillo egipcio (posiblemente porque el invento les llegó desde Egipto, donde había sido ideado por Arquímedes).



    Otros mecanismos desarrollados por Arquímedes en Egipto fueron las lámparas eternas, instrumentos quirúrgicos (mencionados por Galeno), un prototipo de lentes que fueron antecedentes de la maquinaria óptica instalada en el faro de Alejandría; llevó a cabo un catastro del país, y construyó un órgano hidráulico, pero destacó sobre todo por la esfera que lleva su nombre, una especie de planetario que reproducía mecánicamente los movimientos estelares. De esta máquina hay numerosos testimonios. El propio Arquímedes habla de ella en su obra Esferopeia, pero el texto se ha perdido. Se conservan otras referencias en Ovidio, Sexto Empírico, Lactancio y Cicerón (en sus Tusculanae Disputationes I, 63; y en De re publica I, 14).

De regreso a Siracusa, goza de gran popularidad y prestigio a causa de sus inventos mecánicos. Esta popularidad genera numerosas anécdotas, recogidas por historiadores como Polibio, Tito Livio o Plutarco, pero no todas son fiables (por ejemplo, la de los espejos que reflejaban la luz sobre los barcos romanos hasta llegar a incendiarlos).

La II Guerra Púnica lleva a los romanos a las puertas de Siracusa, hacia el 215 a. C. A la muerte de Hierón II, es sucedido por un sobrino adolescente y débil, lo que desemboca en luchas intestinas que llevan a la disolución de la monarquía y el establecimiento de un régimen republicano. En este contexto, la ciudad ha apostado por apoyar a los cartagineses, que desde el 218 se enfrentan a los romanos por el dominio de esta parte del Mediterráneo.

En este momento de crisis, el cónsul romano Marcelo dirige sus tropas contra la ciudad de Siracusa e inicia un asedio que durará tres años. Arquímedes ayuda en la defensa de su ciudad desarrollando máquinas de guerra como catapultas, garfios y grúas que levantan los barcos por la proa y los hunden por la popa, así como los controvertidos espejos ustorios. Estas máquinas entorpecen el avance de los romanos, pero después de tres años de asedio, finalmente entran en Siracusa (Plutarco narra este episodio en Marcelo XV-XVIII).

Arquímedes muere en manos de un soldado romano, en 212-211, a los 75 años. Numerosas referencias narran este último episodio de la vida de Arquímedes, a menudo cayendo en un estilo novelesco.

Marcelo había conquistado buena parte del territorio de Sicilia, por lo que contaba con mayor ventaja en el asedio de Siracusa. Además, había detectado los puntos débiles de sus defensas, y aprovechó la ocasión de la celebración de las fiestas en honor de Artemisa para hallar desprevenidos a los siracusanos y ocupar la ciudad, en 212 a. C. Durante el inevitable saqueo de la ciudad, un soldado entra en la casa de Arquímedes, no lo reconoce y lo asesina a sangre fría. El relato de Plutarco no tiene desperdicio, pues refleja el talante típico del intelectual absorto en sus pensamientos, ajeno e indiferente al mundo que se derrumba a su alrededor (Plutarco, Marcelo XIX; el texto transcrito pertenece a una edición de 1821):

 

Mas lo que principalmente afligió a Marcelo fue lo que ocurrió con Arquímedes: hallábase éste casualmente entregado al examen de cierta figura matemática, y, fijos en ella su ánimo y su vista, no sintió la invasión de los romanos ni la toma de la ciudad. Se le presentó repentinamente un soldado, dándole orden de que le siguiese a casa de Marcelo; pero él no quiso antes de resolver el problema y llevarlo hasta la demostración; con lo que, irritado el soldado, desenvainó la espada y le dio muerte. Otros dicen que ya el romano se le presentó con la espada desnuda en actitud de matarle, y que al verle le rogó y suplicó que se esperara un poco, para no dejar imperfecto y oscuro lo que estaba investigando; de lo que el soldado no hizo caso y le pasó con la espada. Todavía hay cerca de esto otra relación, diciéndose que Arquímedes llevaba a Marcelo algunos instrumentos matemáticos, como cuadrantes, esferas y ángulos, con los que manifestaba a la vista la magnitud del Sol, y que dando con él los soldados, como creyesen que dentro llevaba oro, le mataron. Como quiera, lo que no puede dudarse es que Marcelo lo sintió mucho, que al soldado que le mató de su propia mano le mandó retirarse de su presencia como abominable, y que habiendo hecho buscar a sus deudos los trató con el mayor aprecio y distinción.

 

Valerio Máximo aporta otra versión, en la que se remarca que Marcelo había dado orden de preservar la vida de Arquímedes, a quien admiraba, pero un soldado que entró en su casa para saquearla, sin reconocerlo, perdió la paciencia con un Arquímedes que pedía tiempo para acabar de resolver el problema geométrico que tenía entre manos, y lo mató (Valerio Máximo, Facta et dicta memorabilia VIII, 7 7).

Nuevamente hallamos la actitud del intelectual indiferente hacia l mundo, a pesar de verse rodeado de destrucción. Aquí destacan dos elementos: la capacidad de abstracción de Arquímedes, absorto en sus pensamientos mientras la ciudad es saqueada, y el hecho de que Marcelo admiraba al sabio y quería protegerlo, y en esto coinciden todos los comentaristas.

En cuanto a la tumba de Arquímedes, este había ordenado que, al morir, en su tumba hubiese una inscripción grabada, representando una esfera inscrita en un cilindro, además de la razón entre ambos sólidos (problema planteado en su obra Método, Proposición II, sobre la curvatura de la esfera). Así se hizo, y al parecer, Cicerón, admirador de Arquímedes, cuando siendo Cuestor llegó a Siracusa, buscó la tumba del geómetra y la halló gracias a esta inscripción, como él mismo cuenta en su obra Tusculanae Disputationes.

La decadencia de Siracusa conllevó el olvido de la ubicación de la tumba de Arquímedes. Actualmente sólo se conserva un lugar llamado Tumba de Arquímedes, pero solo a título simbólico. 


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REFERENCIAS

Introducción a la edición del texto de Arquímedes, Mètode. Barcelona, Bernat Metge, 1997.

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