VARENNES, 20-21 de junio de 1791
Desde octubre de 1789, la familia real francesa reside en París, en el palacio de las Tullerías. Es una reclusión forzosa, aunque causada por la falta de motivación del rey en la consolidación de la Revolución. Sus enemigos, aristócratas incluidos, quieren tenerlo cerca.
La pugna entre constitucionalistas y realistas genera tensiones. Mirabeau había intentado ayuda a conciliar estas dos posturas (información sobre el papel de Mirabeau), pero su repentina muerte dejó a los reyes sin aliados de peso en la Asamblea. El emperoramiento de la situación y las indecisiones del rey, que
prefiere esperar en lugar de tomar alguna iniciativa audaz, como recomendaba
Mirabeau, lleva a María Antonieta a pensar en la necesidad de huir para
conseguir libertad de maniobra y recuperar las posiciones perdidas. La acción
de los emigrados, a cuya cabeza estaba uno de los hermanos de rey, el conde de
Artois (futuro Carlos X), también contribuía a empeorar la situación del rey en París, porque se
le contemplaba como un aliado de las potencias absolutistas, que amenazaban a
Francia. Todo ello hizo acuciante la necesidad de huir.
A partir de la muerte de Mirabeau a primeros de abril de 1791, que
había sido el último aliado de los reyes ante la Asamblea, aunque sólo un
aliado oculto e interesado, comienza a planificarse la operación con sumo
cuidado, a cargo de Fersen, que jugó un papel clave en la organización de la
huida, haciéndose cargo de todos los detalles de la intendencia, buscando por
su cuenta los carruajes, los caballos, el dinero para sobornos, los disfraces
que iban a usar en la huida, etc. Y todo ello llevado con una gran discreción,
porque el entorno de las Tullerías estaba plagado de espías, hasta en el
personal de cámara de los reyes.
El plan es llegar a la frontera, donde los austriacos darían protección
a la familia real. A medio camino, un regimiento francés, bajo las ordenes del
leal general Bouillé, les esperaría para darles escolta. Toda la operación ha
de coordinarse en secreto, evitar que un solo mensaje sea interceptado, y poner
a todos los implicados de acuerdo. Todo ello será obra de Fersen, que actúa por
el amor que siente hacia María Antonieta (más información sobre Fersen).
Por otro lado, para justificar la huida del rey a ojos de la
realeza europea, hay que forzar la situación y provocar la ira de los
revolucionarios de manera que parezca evidente que el rey huye porque su
seguridad personal y su libertad están en peligro. Por ello, el rey anuncia que
desea pasar las Pascuas a Saint-Cloud, es decir, abandonar las Tullerías. El 19
de abril se disponen a trasladarse a este castillo cercanoa París, pero los
jacobinos movilizan a las masas y lo impiden.
Ya hay, pues, una excusa para justificar una honorable huida, y
los planes comienzan a ponerse en marcha inmediatamente. En este punto, Zweig
considera que se cometieron numerosos errores que desembocaron en el fracaso de
la operación. Los preparativos se prolongaron demasiado tiempo. Con dos coches
sencillos y poco equipaje, esa misma noche hubieran podido haberse evadido
discretamente y con rapidez. Pero los reyes no podían realizar un viaje así de
sencillo, necesitaban asistentes, ropa, vajilla, cava de vinos. Y son catorce
personas en total, por lo que los dos carruajes son grandes, pesados y tirados
por muchos caballos; es decir, nada de discreción. Además, a modo de enlace,
han enviado nada menos que a Léonard, el peluquero de María Antonietta, que es
el tipo menos indicado para la diplomacia.
Zweig dice que, dado que la familia real ha vivido de espaldas a
la realidad, fracasa estrepitosamente en su primer contacto serio con la
realidad, porque ignora absolutamente cómo gestionar esa situación.
Finalmente, se establece el 19 de junio como fecha para la huida.
Pero un artículo de Marat airea la posibilidad de un complot para sacar al rey
del país. Cuando ya está todo preparado y coordinado, una de las camareras
de los reyes, amante de un revolucionario, podría estropear todos los
preparativos, así que se decide salir la noche del 20, en que esta camarera
libra; pero eso supone volver a coordinarse nuevamente con Bouillé.
La noche del 20 al 21 de junio de 1791, el rey huye con su familia a
Varennes. Fersen dirige la operación, disfrazado de cochero. Salen a escondidas de
las Tullerías sobre las once de la noche, todos disfrazados. Por otro lado, el
hermano del rey, el conde de Provenza, huye por otra vía, con la intención de
coincidir una vez pasada la frontera. Atraviesan París en un coche ligero, y una vez fuera de los límites de
la ciudad tomarán una carroza más grande, que les espera, y en la que harán el
viaje con todas las comodidades que necesitan. En esta primera operación
pierden dos horas.
En Bondy, Fersen deja el mando de la operación y se separa del grupo.
No se sabe si es por decisión del rey, que no desea tenerlo cerca. Se reunirán
al cruzar la frontera.
Sobre las 4 de la tarde entran en Châlons. En la población llaman la
atención, se les toma por nobles que huyen. Pero cruzan sin problemas, aunque
poco después se extiende por la villa el rumor de la huida del rey. Cuatro
leguas más allá deben encontrarse con un regimiento de húsares, que les ha de
servir de escolta. Pero no hay nadie, comienzan los problemas.
Cae la noche. En Saint-Menehould les ha de esperar un grupo de dragones
alemanes, pero los mensajes de Léonard, el peluquero, han confundido a los
enlaces y creado descoordinación entre ellos, y los dragones les esperaban en
otro punto cercano de la ciudad. En esta población llaman la atención de las
gente y del dueño de la estación de postas, que es jacobino. Un poco más tarde,
los dragones alcanzan la posición de la carroza, pero la población no permite
que escolten a la carroza. Prosiguen el viaje, pero la noticia sobre la
verdadera identidad de los ocupantes del coche les sigue de cerca.
El jefe de la estación de postas, Drouet, sospecha en firme que se
trata del rey y su familia, así que toma un caballo y, campo a través, se
dirige a Varennes, con la esperanza de adelantarse a la lenta carroza y avisar
a las autoridades de esta ciudad, para conseguir detener la huida. En las
afueras de Varennes se había planeado hacer un recambio de los ocho caballos,
pero nadie espera. Nuevamente los mensajes de Léonard no han sido correctos.
Esperan poder recambiar los caballos dentro de la ciudad, pero al
entrar en ella son detenidos por la muchedumbre. Drouet ha llegado diez minutos
antes y ha dado la alarma. Son llevados a un albergue, regentado por el procurador
(alcalde), que les pide el pasaporte y lo da por vákido. Pero
Drouet insiste en identificar al rey e impedir la huida. El procurador invita a
los detenidos a pasar la noche en Varennes, en su albergue, pensando que al día
siguiente todo se solucionará por sí solo. El rey también lo espera, confía en
la inminente llegada de los dragones, aunque
ha de ser antes que el cercano acuartelamiento de la Guardia Nacional
sea avisado.
Llegan los dragones. El jefe del grupo ofrece al rey una huida rápida,
aunque arriesgada. El rey duda. Pasa el tiempo y la población ya se ha
preparado, hay barricadas en las calles, la Guardia Nacional está alerta. Es
imposible huir de Varennes.
La Fayette había enviado delegados por todas partes, y dos de ellos
llegan a Varennes (Petion y Barnave). Presentan al rey el decreto de la
Asamblea que le relega de sus funciones y le obliga a volver a París. Luis se
resiste a partir, esperando que aparezca Bouillé y sus soldados. Pero no llega.
Emprenden la vuelta, escoltados por el populacho. Los soldados de Bouillé
llegarán media hora después de la partida.
El viaje de París a Varennes duró veinte horas. El regreso a París
llevará tres días. Según Zweig, el camino de Versailles a las Tullerías, en
octubre del 89, fue un paseo comparado con este retorno a París, pues en cada población que atravesaron debieron detenerse para escuchar los insultos del pueblo.
BIBLIOGRAFIA:
Stefan Zweig, Marie-Antoinette. Paris, Grasset, 2010 (1932), caps. XXVII y XXVIII.
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