DESCUBRIENDO A GIORDANO BRUNO
Reseña mía de dos libros de M. A. Granada dedicados a Giordano Bruno:
M. A. Granada (ed.), Cosmología, teología y
religión en la obra y el proceso de Giordano
Bruno. Barcelona, Publicacions de la Universitat
de Barcelona, 2001.
M. A. Granada, Giordano Bruno. Universo
infinito, unión con Dios, perfección del hombre.
Barcelona, Herder, 2002.
Fue publicada en Lateral en octubre de 2003.
A Giordano Bruno le costó la vida atreverse a
proponer algo, que el universo es uniforme e
infinito, que hoy nadie discute (salvo en el detalle
de que no se trata de una extensión infinita, sino
más bien de un espacio curvo del que no se puede
salir). El proceso de Bruno (1592-1600) se
desarrolló en un momento en que dos posiciones
cosmológicas pugnaban en una lucha a muerte
para dirimir si era la Tierra o el Sol los centros de
las órbitas de los planetas, esto es, si nuestro
mundo era el centro del universo o si era un
simple y errático cuerpo. En esa lucha se
comprometían algo más que teorías, puesto que la
religión andaba por medio. Copérnico no vivió
para ver su libro incluido en el Índice de la
Inquisición, pero Galileo tuvo que abjurar para
evitar la hoguera. Bruno, dicen que por tozudez, o
por eso que Spinoza llamó perseverancia en el
ser, prefirió morir como hereje que traicionarse a
sí mismo.
En 1999, la Universidad de Barcelona organizó
un congreso sobre Bruno para conmemorar el
cuarto centenario de su muerte, acaecida en
febrero de 1600. Y ese congreso se dedicó, bajo el
lema "Cosmología, teología y religión en la obra y
el proceso de Giordano Bruno" a examinarlas
razones por las cuales acabó ardiendo una
concepción tan original y sugestiva como la
bruniana. Bajo la dirección de Miguel Ángel
Granada, el congreso recogió participaciones de
especialistas internacionales, comenzando por
Giovanni Aquilecchia, decano de los interesados
en la figura del filósofo nolano. Lo que aquí
presentamos son, pues, las Actas de aquel
congreso, que constituyen un material de primera
mano sobre los últimos avances de las
investigaciones sobre Bruno y su época. A pesar
del talante erudito de algunas de estas
contribuciones, publicadas en la lengua en que
fueron leídas, hay otras más divulgativas y
accesibles. No obstante, el público universitario
interesado en Bruno sabrá valorar globalmente la
importancia de esta edición.
Otro texto de M. A. Granada |
Miguel A. Granada es también autor de un
ensayo sobre Bruno que, por ser de una sola pluma
está más centrado en el tema y sigue un hilo
conductor coherente. Al menos el autor pretende
repasar todos los rasgos definitorios de la filosofía
bruniana, que va más allá de ser una filosofía
natural, amparada en el heliocentrismo, para
contener implicaciones religiosas, antropológicas
y hasta políticas, de una manera tan esenciales que
no se repite en otras cosmologías coetáneas. Bajo
las ideas astronómicas de Kepler o Copérnico hay
naturalmente una base metafísica y hasta religiosa,
pero en el caso de Bruno ésta se expresa mucho
más intensamente, como crítica social, política y
antropològica.
La idea de un universo uniforme e infinito,
nunca hasta el siglo XX aceptada, es en un plano
filosófico la antesala de la modernidad, puesto que
contiene tres elementos indispensables en ella:
universalidad del hombre, universalidad del
espacio y universalidad del poder. Descartes
perfeccionó los dos primeros bajo las nociones de
res cogitans y res extensa. El tercero se consolidó
por sí sólo, desde los descubrimientos geográficos
hasta el establecimiento de los imperios
económicos coloniales, cuya herencia es hoy la
economía global (que no es sino una repetición de
sistemas interconectados), limitada por el hecho
de que la Tierra sí es un lugar cerrado del que, por
el momento, no podemos salir. Pero todo llegará,
recuerden las Crónicas marcianas, las de
Bradbury.
Un capítulo muy interesante de la filosofía
bruniana, que es tenido en cuenta a lo largo del
libro de Granada, es la pretensión de total
independencia de la filosofía respecto de la fe. La
religión ha sido durante siglos un lastre para la
filosofía, del que sólo ha podido zafarse
completamente a partir de mediados del XIX, y no
en todas partes ni en todos los ámbitos. La
filosofía, piensa Bruno, ha de ser el lastre de la
religión, su vigilante, el pensamiento adecuado y
racional frente al mito, al prejuicio y la creencia
dogmática. Aunque mito y logos acaban en
ocasiones confundidos, la historia demuestra
ciertamente qué ocurre si nadie vigila a la religión:
que vuelven las hogueras en forma de sharias o de
autobuses quemados. La reacción de Bruno ante la
intromisión de la religión en el mundo
especulativo desemboca en la más dura crítica que
el cristianismo ha recibido antes de Nietzsche.
En cuanto a la actitud personal de Bruno ante
su proceso y su condena a muerte, en este libro
quedan aclaradas las implicaciones filosóficas y
biográficas de la cuestión. Hay una gran
semejanza con el proceso a Sócrates y su actitud
de preferir morir a dejar de ser como es, esto es,
renunciar a la filosofía en nombre de los dioses de
la ciudad. Cuánto se parecen Bruno y Spinoza, en
relación con la vida teorética. El holandés prefirió
seguir puliendo lentes en su taller en lugar de
arriesgar su independencia intelectual a cambio de
una cátedra. Qué grande es la filosofía cuando no
quiere comer en el plato de los cortesanos.
la poca vergüenza que tienen los religiosos criminales Inquisición queriendo todavía seguir engañando al Mundo con sus cuentos y mentiras que es la basura religión
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