RESEÑA: UN LIBRO DE KOLAKOWSKI (2002)


Reseña mía del libro Libertad, fortuna, mentira, traición, de Leszek Kolakowski (Barcelona, Paidós, 2001), publicada en Lateral, en marzo de 2002.
















Varias son las formas de plantearse los problemas morales, aunque el prejuicio académico discrimina a los que practican el senderismo en lugar de ceñirse a las rutas oficiales. Hay que reconocer, sin embargo, que la reflexión puede proceder muy adecuadamente sin necesidad de cubrir el expediente académico, siempre y cuando se cumpla con la necesaria calidad de la reflexión misma. Todo esto viene a cuento del presente texto, firmado por el ensayista polaco Kolakowski (1927), teórico marxista lo suficientemente crítico como para haber sido expulsado del PC polaco, en 1966, y tener que exiliarse en Inglaterra en 1970. Autor también de Las principales corrientes del marxismo (1976-1978) y de Intelectuales contra el intelecto, descubrimos con él que el lado opuesto del academicismo no es la divulgación, sino la frívola superficialidad; descubrimos que también desde ella pueden escribirse bellas páginas. No siempre es así. Con frecuencia Kolakowski transita entre obviedades, con argumentos ante los cuales resulta necesario asentir pero sin hallar ni grandes verdades ni ingeniosas ideas.




Realiza un prolijo despliegue de sentido común que provoca más indiferencia que otra cosa. Es toda una casuística jesuítica, apoyada no en principios morales rígidos sino en circunstancias variables que modifican los casos concretos. La genialidad aparece, sin embargo, cuando más se hunde el autor en la frivolidad, como ocurre en el capítulo dedicado al gusto por viajar, que es  uno de los más conseguidos del libro. Aquí las obviedades están muy bien argumentadas, y desde premisas tan superficiales se alcanzan conclusiones ciertamente elevadas acerca de la condición humana. Es en conjunto un texto amable que presenta el problema moral como algo cercano, cotidiano y hasta asequible a las mentes más endurecidas por la vida cotidiana, a veces fundada más en prejuicios que en obviedades razonadas. Lo superficial conviene si sirve para volver a escuchar lo que ya sabemos pero olvidamos por estar inmersos en la inercia de lo puramente cotidiano.



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