HISTORIA DE LA CIENCIA
Reseña mía del libro:
LOS INICIOS DE
LA CIENCIA OCCIDENTAL
David C.
Lindberg
Barcelona, Paidós, 2002
La ciencia, tal y como la conocemos
hoy, germinó
durante el Renacimiento, gracias a
la crisis del modelo
cosmológico de Aristóteles, que era
el oficialmente
reconocido como válido por la
autoridad ideológica de
la época, la Iglesia de Roma. La
llamada Revolución
científica, cuyos protagonistas
fueron Bruno,
Copérnico, Brahe, Galileo, Kepler y
Newton, es uno de
los periodos más interesantes de la
historia del
conocimiento humano, y por ello ha
sido objeto de
intenso estudio y cuenta con una
amplísima colección
de escritos dedicados a ella desde
finales del siglo
XIX. Sin embargo ha faltado una
dedicación igual a
épocas anteriores, al menos desde
el punto de vista
de la divulgación de los
investigaciones más eruditas.
La ciencia occidental tiene su
semilla en las épocas
clásica y media de nuestra
historia, pero estos
periodos, quizá por quedar en
segundo plano ante el
renacentista, quizá también por
carecer de grandes
logros desde el punto de vista de
la física moderna, no
han sido tan divulgados por los
historiadores de la
ciencia.
El libro de Lindberg viene a
compensar tanta
desigualdad. Su propósito abarca
desde la prehistoria
hasta los comienzos de la crisis
del aristotelismo, y
hay que decir que tamaña ambición
acaba por
perjudicar el resultado de esta
obra, aunque era desde
luego necesario poder presentar la
física medieval
doscientas páginas después de la
física de Aristóteles,
de la que es hija (tal vez
ilegítima). La parte dedicada
a la ciencia antigua merecería una
mayor amplitud, es
demasiado sintética, e incluso no
va más allá de lo
que en cualquier manual de
filosofía puede
encontrarse. No obstante, sirve de
introducción a la
parte dedicada a la ciencia
medieval, mucho mejor
trabada, plena de detalles y
continuas referencias a
sus orígenes clásicos.
Por otro lado, Lindberg reflexiona
simultáneamente
sobre el significado de la ciencia
como actividad
humana sometida a la historia. La
palabra "ciencia" no
debe confundirnos, pues ni los
antiguos ni los
medievales, y mucho menos los
prehistóricos ejercían
lo que hoy tenemos por científico,
ni pretendían
hacerlo. No eran "científicos
errados", sino gentes
interesadas en conocer su entorno
natural, en
ocasiones con intereses divergentes
de los nuestros y
a través de métodos que desde
Galileo serían
rechazados. Practicaban una forma
de acceder al
mundo (real o no) tan poco
experimental como poco
experienciales son las actuales
ciencias llamadas
empíricas. Lindberg insiste en esta
cuestión: el
tratamiento histórico de la ciencia
antigua exige una
mentalidad relativista, una
adaptación a la lógica
antigua y a la ausencia de lógica
prehistórica. De esta
forma se puede apreciar que los
"errores" antiguos no
lo son tanto, y que sus aciertos
consiguen que
descubramos cuán próximas están sus
inquietudes de
las nuestras. Al fin y al cabo, los
auténticos problemas
de la ciencia, como el origen del
cosmos, siguen sin
ser resueltos.
Publicada en Lateral, julio-agosto
2003
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