LOS SOFISTAS Y LA DEMOCRACIA ATENIENSE (ampliación)

El éxito de los sofistas en Atenas se debió en parte a que la ciudad ya estaba preparada para recibir sus ideas, porque la práctica de la democracia había puesto en marcha un cierto cambio en las mentalidades, necesario para permitir una buena recepción de las propuestas sofistas; por ejemplo, la erosión de las tradiciones religiosas y sociales podría haberse iniciado ya, como resultado de la democratización en Atenas. La ideología sofista encajó en los cambios sociales y políticos del momento en que floreció, entre los siglos V y IV, y su función estuvo justificada sin forzar nada. Los sofistas desvelaron la conciencia social del momento y le pusieron un discurso comprehensivo a las circunstancias históricas y culturales en que se desarrollaron sus ideas, pusieron voz y letra a las prácticas sociales, políticas y morales que los atenienses llevaban a cabo casi cotidianamente.
La democracia, sobre todo a partir de Pericles, acostumbró a los atenienses a considerar que cada uno tiene sus opiniones y que tanto vale la opinión de uno como la del otro. El triunfo de la democracia se basaba en la negación de que unos ciudadanos fuesen por naturaleza o por familia más capaces de gobernar, más virtuosos políticamente, que otros. Así pues, un implícito escepticismo y relativismo se encontraba ya en el ambiente de la época. Los sofistas se encargaron de hacer explícita esa actitud implícita, de articular de un modo coherente ese escepticismo y relativismo frente a creencias y valores.
Atenas había evolucionado por sí misma hacia la democracia participativa y hacia una teoría política afín a tales prácticas. Como complemento, recibe la influencia de unos intelectuales extranjeros, los sofistas, venidos de experiencias democráticas inspiradas en Atenas, y que arropan los desarrollos políticos atenienses; y estas prácticas atenienses, a su vez, influyeron sobre los teóricos extranjeros en la medida que el funcionamiento democrático ateniense fue tomado como ejemplar y explicitado como modelo a seguir.
Aunque en los filósofos anteriores había una principal preocupación por el orden cósmico, por el mundo y las cosas, en las fases tardías de ese periodo también comienza a despuntar el interés por lo humano, del cual la sofística y el socratismo son la culminación. De hecho, las raíces de la tradición ilustrada ateniense, de su interés por lo humano, que llega a su clímax en los sofistas y en Sócrates, están en la filosofía jónica, porque allí, bajo el interés por la observación de los asuntos celestes, comenzó también el interés por la observación de los asuntos humanos.
Estas causas circunstanciales, de contexto histórico y cultural, son ajenas a la evolución interna de la filosofía, si es que puede considerarse tal cosa ajena a la evolución histórica y cultural. De alguna manera, el descubrimiento del mundo oriental, la formación de una conciencia común helénica, la irrupción de las masas en la vida pública ateniense tuvieron que ver con el desarrollo de la sofística. Sobre todo esta última circunstancia condicionará el interés por el hombre, por lo social y lo político, por lo pedagógico también, desplazando el interés jónico por el cosmos. El movimiento hacia lo político remplazará también el afán de verdad y orden por el afán de convencer y refutar.
No obstante, su posición filosófica como movimiento intelectual nunca fue suficientemente clara, y aunque tampoco actuaron como un grupo sectario, con espíritu corporativista (pues cada sofista persiguió sus propios intereses, sin intentar sostener el peso de una escuela), acabaron levantando sospechas en algunos sectores sociales y políticos. Sobre todo levantaron suspicacias por su capacidad de movilización social, por su atractivo y su capacidad de influencia. Algunos siguieron incluso la misma suerte que Sócrates acusados de corromper a los jóvenes (se sospecha que Pródico de Ceos fue también condenado a beber cicuta). Todas las interpretaciones modernas coinciden en este último aspecto, en el encaje del movimiento sofista en la sociedad ateniense, en el inevitable protagonismo de los sofistas sobre la vida cultural ateniense.
Con los sofistas nace una nueva actitud intelectual. "Antes de la sofística, la filosofía era especulación solitaria e inclusive desdeñosa; el intelectual era el hombre en soledad, que monologaba o a lo sumo dialogaba. Con la sofística aparece el filósofo como hombre en sociedad que en vez de meditar o dialogar, discute" (Ferrater, Diccionario de Filosofía, op. cit., vol. II, págs. 701-702).
La práctica de la democracia en su vertiente participativa extiende la discusión en todos los ámbitos de la vida pública ateniense. No se trata de un fenómeno propio de la época de los sofistas, sino de una costumbre arraigada en la democracia ateniense, que llega desde Solón incorporando ciudadanos a la participación política. El ateniense es un tipo apegado a la participación, y no deja de asistir a la Asamblea ni de ejercer las funciones que le son asignadas. La designación por sorteo suponía que casi todos los ciudadanos, al menos una vez en su vida, podían ocupar algún puesto importante, cosa que también explica el apego de los atenienses por su ciudad. El ateniense accedía al poder como cosa normal y propia de su situación civil; ser ajeno a la política era considerado incluso un vicio.
Todo esto genera una necesidad, la de saber hablar ante una asamblea de ciudadanos, cosa que se convierte en condición para todos aquellos que deseen ejercer la política en los más altos niveles. Oratoria y retórica serán, entonces, disciplinas propias en la formación de los que se preparan para la política. Por otro lado, en el mundo judicial también era necesario saber hablar, pues el acusado debía defenderse a sí mismo, y los jueces no eran sino ciudadanos elegidos al azar, y no juristas profesionales, es decir, personas susceptibles de ser influenciadas por un discurso adecuado.
De este modo, acabó generándose en Atenas un gran interés por aprender a hablar elocuentemente y a argumentar persuasivamente, sobre todo entre los jóvenes de las buenas familias. Y los sofistas, profesionales de la formación política, fueron los encargados de dar salida a tal demanda, al precio adecuado. Los sofistas estaban allí precisamente para satisfacer tal necesidad: enseñaban oratoria y retórica a los jóvenes aspirantes a políticos. Pero desde este punto de partida filosóficamente modesto, se interesaron por temas culturales, pedagógicos y filosóficos.
Fueron pioneros en muchos campos del saber vinculados al uso del lenguaje. Los sofistas fueron algo más que eruditos, sin llegar al reconocimiento exterior como filósofos, aunque a muchos filósofos, incluso a los Siete Sabios, se les llamaba sofistas. Fueron víctimas de la confusión que su nombre genérico creaba en el entorno cultural en que desarrollaron su actividad.

Alcanzaron gran popularidad y eso les generó un aumento también de discípulos. Atraían por su saber enciclopédico y su facilidad de palabra; su discurso era garantía de inteligencia y sabiduría, además de garantía de espectáculo para las masas. Si nos atenemos a la relación de temas que interesaban a los sofistas, no se puede dudar del carácter enciclopédico de sus intereses y de las enseñanzas que impartían: asuntos divinos, temas naturales, el ser y el cambio, leyes, política y todas y cada una de las artes; cálculo, geometría, astronomía, música, literatura, etc. (véase Platón, Protágoras 318d y Sofista 232be).


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