TOMÁS DE AQUINO Y DIOS
Tomás de Aquino (1225-1274) es una figura central en la Escolástica. Intentó
aristotelizar la teología y sus logros constituyen aún hoy la base
de la teología cristiana. Quiso ofrecer una descripción de la
relación hombre-Dios sin recurrir a afirmaciones de tipo místico y
carentes de fundamentos racionales.
Los antecedentes de la filosofía aquiniana son claramente los textos
aristotélicos que los árabes habían traducido del griego, y que
los monjes cristianos habían traducido a su vez al latín. Era
evidente que la filosofía aristotélica no era del todo compatible
con el cristianismo, pero en aquel momento la teología necesitaba
contar con todo este legado, y Tomás representa el intento más
exitoso de forzar esa conciliación entre fe y razón.
La incorporación de la filosofía aristotélica en el pensamiento
cristiano suscita un conflicto, ya presente en los primeros
pensadores cristianos en contacto con la filosofía platónica
(Tertuliano, por ejemplo). Se plantea ahora de nuevo el conflicto
entre la verdad revelada y la verdad racional. Los árabes también
afrontaron el dilema, y Averroes introdujo el concepto de “doble
verdad” para conciliar a Aristóteles con el Islam.
Para Tomás no debe haber conflicto entre una y otra, dado que ambas
parten de Dios mismo y en éste no puede haber contradicción. Sin
embargo, hay que distinguir entre:
- Verdades de Revelación: aquellas que son conocidas por la Revelación, que están en un plano superior al racional, en otro plano gnoseológico al que la razón no alcanza. Son verdades supra-naturales y a menudo escapan a ala comprensión humana. Por ejemplo, el concepto de Santísima Trinidad.
- Verdades de razón: aquellas que están al alcance de la razón en cuanto que pertenecen al ámbito natural, empírico. Cuando algunas ideas racionales no tienen parangón empírico, entonces a la razón le resulta difícil entender su esencia. Por ejemplo, que Dios existe. La razón, según Tomás, puede explicar la verdad de esta proposición, pero siempre dentro del ámbito natural, que corre paralelo al de la fe. Es lo que se llama teología natural.
Así pues, las proposiciones que sólo son conocidas por la
Revelación no entrarán en conflicto con la razón, porque están en
un plano superior, y pertenecen al ámbito de la teología
revelada. Pero a las proposiciones que participan tanto de la
verdad revelada como de la racional se las acoge en eso que llamamos
teología natural.
La existencia de Dios: las Cinco Vías
Tomás de Aquino intenta probar la existencia de Dios racionalmente,
y para ello utiliza cinco argumentos, las llamadas Cinco Vías.
Son argumentos basados en la experiencia, o que remiten a la
filosofía natural. Aquino se opone al tratamiento exclusivamente
conceptual de la cuestión, realizado por Anselmo, que él rechaza
como válido, ya que la razón no debe actuar en un terreno
supra-empírico (lo que llamaríamos puro),
y en el argumento ontológico de Anselmo se salta esa barrera.
Tomás, en cambio, piensa que toda
demostración racional ha de partir de la experiencia, y ésta es la
característica común de sus Cinco Vías. De esta forma, la razón
concilia la creencia con la experiencia: no podemos entender el orden
natural sin un ser superior. La naturaleza no puede ser entendida por
sí misma, porque es contingente, así que necesita algo por encima
de ella, algo que sea absoluto y necesario por sí mismo.
- Primera Vía: cinética o del cambio. Ha de haber una primera causa para explicar la serie de causas y efectos posteriores. Todos los efectos tienen una causa, nada puede ser causa de sí mismo en la naturaleza, y nada se calienta a sí mismo, necesita ser calentado por algo que tenga calor o sea capaz de dar calor; pero esto también ha de ser causado a su vez, de manera que podríamos retroceder infinitamente. Pero esto significaría que en realidad los efectos presenten serían irrealizables, puesto que la serie causal se remite al infinito. Para conseguir actualizar los efectos de las causas es necesario presuponer que hay una primera causa no causada, un Primer Motor Inmóvil, es decir, Dios.
- Segunda Vía: de la causalidad eficiente. Causa eficiente es el evento que hace posible un cambio en la cosa dada. Pero es evidente que nada es causa eficiente de sí mismo: el efecto no puede existir antes de producirse el cambio, ya que entonces la causa sería idéntica al efecto. Ha de haber un agente anterior, independiente, que provoque el cambio. Todos la cosas han sido causadas por algo de esta forma, volviendo a encontrarnos con la posibilidad de una serie causal infinita, en la que no se produciría ningún cambio. Es necesario, pues, suponer que hay un ser que es causa eficiente sin ser a su vez causado, un ser independiente y de lo que depende todo lo demás. Una primera causa no causada: Dios. Hay que añadir que no se trata de una causación en sentido temporal, sino que Dios es la causa del mundo como tal, en sentido sincrónico.
- Tercera Vía: de la contingencia. Contingente es todo aquello cuya existencia no es imposible, pero tampoco necesaria, es decir, que podría no existir. Necesario es aquello que no podría no existir, sino que su esencia consiste en existir, de modo que existe por necesidad. Para Tomás, el mundo natural es contingente. No hay nada cuya esencia sea existir, no hay nada por necesidad; todo lo que es el mundo podría no existir, ni el mundo mismo. En algún momento debe haber comenzado a existir, pero no podría haber sido a partir de la nada porque de la nada no podría haberse producido el mundo, por contingente que éste sea. El hecho de que haya algo existente de forma contingente quiere decir que antes debía haber algo cuya esencia fuese existir siempre (sin haber venido del no ser). Ese ser necesario es Dios.
- Cuarta Vía: de los grados de la perfección. Tomás observa que ciertas ideas como la bondad, la verdad, la belleza y otras formas de perfección se encuentran ejemplificadas en el mundo pero sólo en cierto grado, pues en el mundo empírico no encontramos la perfección absoluta, la bondad en sí, la verdad en sí, la belleza en sí, sino sólo tales ideas bajo formas que son imperfectas. Sin embargo, piensa Tomás, la existencia de tales conceptos imperfectos presupone su existencia bajo la forma perfecta, en un nivel ontológico superior: la imperfección presupone su contrapartida, la perfección. La existencia de cosas imperfectas necesita de la existencia de cosas perfectas, de la perfección absoluta, es decir, Dios.
- Quinta Vía: teleológica o de la causa final. Todo lo que pasa en el mudo tiene un sentido y está determinado por una regla constante, no por el azar, la casualidad o el caos, sino que hay cosmos, orden. Esto supone que este orden tiene un propósito o finalidad establecida por una inteligencia planificadora. Como en la naturaleza misma no hallamos esta inteligencia, hay que pensar que se encuentra fuera de ella, y que es Dios.
Tomás de Aquino reconoce que los conceptos que utiliza son conocidos
a partir de mundo natural, empíricamente, y después se aplican a
Dios de una forma que acaba desbordando el alcance de la razón,
porque la esencia de Dios queda más allá de lo racional. Los
atributos de Dios son proyecciones de los conceptos naturales bajo la
forma de la perfección suprema, pero no como un mero ejercicio del
lenguaje, sino con un alcance ontológico que va más allá de la
razón. Por eso decimos que Dios no es sabio en el mismo sentido en
que lo es un hombre, sino que Dios es la sabiduría misma, expresión
de la sabiduría perfecta, que no podemos describir de forma
empírica; o decimos que Dios es eterno, pero no en el sentido de que
su existencia es continua en el tiempo, sino en el sentido de que
Dios no está sometido al plano temporal, no está en el tiempo; por
lo mismo, Dios es omnipresente porque no depende de las
determinaciones del espacio.
Lo de los grados de perfección no lo entiendo, o no lo comparto. ¿Cuales son los criterios objetivos para decir lo que es mejor? ¿Cuales son los criterios para esa gradación entre ellos?. Me parece que no los hay. Hay situaciones en las que es muy obvio lo que es mejor y lo que no pero hay otras muchas en las que no es así, es muy subjetivo.
ResponderEliminarHola, Luis: todo esto se mueve en el ámbito conceptual. No hay experiencia de la perfección absoluta. Imaginamos lo absolutamente bello a partir de algo que consideremos bello, igual que lo bueno, etc. Eso no debería ser un problema, pero Tomás de Aquino dice algo muy comprometido: el hecho de que exista la imperfección, implica que existe su contrapartida, la perfección.
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