ENTREVISTA A FÉLIX DE AZÚA
Félix de Azúa: "Averiguar lo que a uno le gusta cuesta una vida entera"
El escritor catalán publica 'Genesis', una novela con dos relatos paralelos
Cultura | 04/05/2015
Pedro Vallín
Poeta, ensayista, novelista, intelectual en sentido clásico, Félix de Azúa (Barcelona, 1944)
publica Génesis (Random House), una novela con dos relatos paralelos, uno legendario, otro novelesco, que
integra al mismo falso protagonista de Autobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de
papel (Mondadori, 2013) en un singular proyecto conjunto de heterodoxas falsas memorias.
Sus novelas no son novelas, o no lo son exactamente.
Hago lo que puedo para no parecerme a Ken Follet. Lo cual, en primer lugar, es extraordinariamente fácil y, en
segundo lugar, es muy estúpido, porque si me pareciera un poco más ganaría mucho más dinero. Pero
efectivamente, lo que voy escribiendo no es exactamente el modelo de novela para leer en el metro.
Y tienen un componente de fábula, en el buen sentido.
Éste más que ninguno, claro.
Bueno, aquí hay un relato legendario en paralelo con una historia contemporánea.
Es la explicación del origen del falso protagonista de las autobiografías a partir del mito judeocristiano. En cierto
modo es como si dijera: "Ustedes que nunca han leído la biblia, que nunca se han ocupado más que de los
resultados del Barça, lo sepan o no, son ustedes una creación del mito bíblico". Toda la civilización occidental es
un puro resultado del mito judeocristiano.
¿Desde el principio, sus dos autobiografías, la artística y la literaria, tenían como cierre este libro de ficción?
Han salido desordenadas, pero esta es la primera. Luego, como has visto, ahí aparece el protagonista de las
autobiografías, que al final del libro dice: "a partir de ahora me voy a dedicar a las artes y las letras". Entonces
vendrían las otras dos, las artes y las letras, respectivamente. Y luego viene la cuarta, que es la que quiero empezar
este verano, que cierra el ciclo. Mi ilusión, y cuando digo "mi ilusión" soy como esos jugadores de segunda que
dicen que su ilusión es jugar en el Deportivo de la Coruña, mi ilusión, digo, es que estas cuatro autobiografías se
reúnan. Que la primera fuera esta, el origen, luego las otras dos, que explican a lo que ha dedicado su vida el
protagonista, y luego viene la cuarta, que es la muerte del protagonista, claro.
Se da la paradoja de que siendo Génesis el origen, y contando como se convierte el protagonista en un adulto determinado, debería ser el libro más marcadamente identitario, más que los dos anteriores, por narrar la construcción de la personalidad. Pero es al revés.
Muy buen lector. Quizá justamente por eso, por ser ésta un origen, la fábula es la que domina. La ficción está
mucho más presente porque hay muchos más elementos reales. Es verdad que hubo una familia de exiliados
españoles en Venezuela con la que yo he tenido mucha relación. Es verdad buena parte de lo que se cuenta aquí.
Tan verdad que tengo que escribir otra parte en la que tengo que explicar la muerte. No puedo evitarlo. En los dos
de en medio, precisamente por tratar las actividades a las que el protagonista se dedica después de haber perdido
un paraíso, que son las artes y las letras, la fabulación no era tan importante, era más importante la experiencia.
Por eso, como usted ha visto, las dos de en medio son las experienciales, y las dos de los extremos las más
realistas.
Nick Hornby escribió que lo importante no es lo que te gustaría ser, como subraya la tradición protestante, sino lo que te gusta. ¿Eso es un poco lo que hay en las dos autobiografías?
Claro, es extraordinariamente difícil saber lo que le gusta a uno. Es muy difícil porque normalmente lo que uno
cree que es lo que le gusta es en realidad lo que le gustaría que le gustara.
Sobre todo cuando es joven.
Averiguar lo que a uno le gusta cuesta una vida entera. Yo ahora, que ya estoy acabando, creo que sé unas pocas
cosas, muy modestas, que me gustan. Y en cambio me he pasado toda la vida dependiendo de lo que me gustaría
que me gustara. Por ejemplo, la poesía. En realidad, no era verdad, qué le vamos a hacer. Pero necesitas toda una
vida para eso. El protagonista de esta novela dice que cuando has perdido el paraíso sólo te quedan las artes y las
letras. Bueno, casi todos, menos los que tienen suficiente con los partidos del domingo, hemos perdido el paraíso.
Pero muy pocos se van a dedicar a averiguar qué es exactamente lo que han perdido, qué es lo que realmente les
gusta. Esa es una tarea de los adultos y como nuestras sociedades empujan cada vez más hacia el peterpanismo, y
todo el mundo ha de ser muy joven, incluso con 80 años, y debe dedicarse a viajar con otros jóvenes de 80 años a
bailar en la cubierta de un buque hasta que le meten el pulmón artificial, es muy difícil averiguarlo. Antaño,
mucha gente, incluso mucha gente que hoy llamaríamos ignorante o analfabeta, reflexionaba sobre estas cosas.
Entonces no sólo se producían personajes como Montaigne, que es muy característico, sino que de alguna
manera, en todos los pueblos había un Montaigne. Eso ha sido combatido ferozmente por la modernidad y
nosotros estamos ya entrando en una sociedad, la próxima, la vuestra, en que estará prácticamente prohibido
reflexionar sobre lo que le gusta a uno. Sobre todo porque si uno llega a saber lo que le gusta, lo va a pedir. Y
naturalmente el engranaje político económico no está para caprichos.
¿Por qué eligió a Caín?
Jehová condena a Caín a peregrinar toda su vida, pero también dice que será maldito aquel que lo mate. Caín no
puede morir. Por eso lo coloco como el origen de Occidente: todos somos hijos de asesinos y tenemos una
culpabilidad monstruosa que desconocemos y de la que no queremos saber nada. La tenemos apartada y evitamos
de pensar en la culpabilidad que nos atañe. Fíjate en la Guerra Civil, que todavía sigue porque los españoles no
están dispuestos a saber cuál es su grado de responsabilidad en ella. Están siempre buscando culpables. Dicen:
"Los asesinos son los franquistas, no nos dejan abrir las tumbas". Cada vez que dicen algo así lo que están
diciendo es "yo soy inocente". Cada vez que alguien se proclama inocente, tienes ante los ojos a un culpable.
Pascal Bruckner sostenía que cuando uno ya tiene sus necesidades cubiertas, abraza la
aristocracia del derrotado, la nobleza de la víctima, porque al convertirse en acreedor de una
deuda moral, al ser víctima, uno se eleva sobre los demás, es una sublimación del poder.
Es puro narcisismo. Echarle la culpa a los demás es afirmar que tú eres inocente, pero también es luchar por todos
los medios para no saber quién eres. El caso catalán es evidente. ¿Quién es el culpable de nuestra decadencia?
España. Ya está, estupendo. Gracias a eso nunca sabremos lo que hemos hecho mal. Y la gente está encantada,
claro. Si no estamos muy vigilantes todos corremos el riesgo de echar la culpa a los demás. ¿Sabes eso de los
italianos?: "Piove, ¡porco governo!". Pues es exactamente eso. En esta novela, el origen trata justamente esta
cuestión. ¿Qué es lo más importante que uno tiene que averiguar? Primero, cuál es su origen, y en segundo lugar,
cuál es su culpa. Porque los dos los llevamos dentro. El falso protagonista de esta novela averigua que su origen
está en esa familia de exiliados, lo que no tiene clara es su culpa, y esa será la cuarta parte, el cuarto libro. Junto
al proceso puramente novelesco, incluso de novela barata de la familia en Venezuela, enGénesis está lo otro, el
relato bíblico, que es una advertencia: cuidado porque de todas estas historias, y Madame Bovary, La Regenta y la
que usted quiera, su origen está aquí: que nuestros padres vivían en un jardín pero quisieron saber demasiado y
fueron castigados por ello. La ciencia occidental. Y el primer hijo que tuvieron fue un asesino, pero no un asesino
normal y corriente sino un fratricida. Si uno no se fija seriamente en cuál es el mito originario de nuestra cultura
no entiende nada. Últimamente, por ejemplo, hemos visto esos grupos islámicos que raptan a doscientas niñas,
las violan y las van matando cuando tienen tiempo libre. Eso provoca una enorme indignación en Occidente. Pero
en ningún otro sitio provoca indignación. Es algo asombroso la ausencia de respuesta de los países islámicos.
¿Por qué? Porque no tienen la misma concepción de la culpabilidad que tenemos nosotros. Nosotros nos sentimos
responsables del mundo entero. Cuando alguien toca a un niño en Sudán, sufrimos. Porque somos hijos del mito
judeocristiano, llevamos la culpabilidad dentro y eso ha permitido construir una cultura, la occidental, que es
simultáneamente la máquina de matar más potente que se ha construido jamás, y la máquina de culpabilizar más
perfecta que se ha conocido. Claro, es para volverse loco. La pregunta del millón, obviamente, es si nos
volveremos locos, si ya nos estamos volviendo locos. Seguramente, como civilización y como cultura, sí. Creo que
casi todo el mundo que se ocupa de estas cosas se da cuenta de que esto se está acabando, que realmente es una
cultura que ha llegado al límite, es una chifladura perpetua. Estamos todos locos. Si se mira con más cariño, te
das cuenta de que lo que se está acabando es un periodo democrático que empezó con la revolución francesa y que
duró hasta la invención de Internet. Yo tengo una hija de tres años, tengo que ponerme a su altura y pensar que
hay que vivir, que algo haremos. Pero del viejo mundo, el de mi generación, nosotros somos los últimos. No
sabemos lo que vendrá, pero el mundo que hemos conocido hasta mi generación, el mundo de la cultura universal,
de la responsabilidad universal, de la culpa universal, de la democracia en un sentido serio, no lo que están
vendiendo ahora, de las artes y las letras, de la lectura como herramienta crítica fundamental… se acabó. Da
mucho miedo.
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