PROTÁGORAS: SUBJETIVISMO Y RELATIVISMO

 


Los principios básicos del pensamiento de Protágoras son el relativismo y el subjetivismo, aplicados a todos los órdenes del pensamiento filosófico: epistemología, ética, política, teología, etc. Se puede decir que Protágoras es el primer relativista de la historia.

Relativismo y subjetivismo se sintetizan en este fragmento rescatado de los inicios de su obra Sobre la verdad: "El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son" (DK 80 B1, es decir, Sexto Empírico, Adv. Mathem VII 60). Esto se conoce como homomensura. Se trata de un relativismo derivado de las condiciones epistemológicas de que parte Protágoras, y sus consecuencias éticas, pero sin llegar al radicalismo de negar la realidad última, o el Ser. Aunque la tesis hace referencia explícita al ser y al no ser, Protágoras se refiere al mundo sensible, a las impresiones, las sensaciones y a las opiniones que estas generan y que varían en función de las circunstancias (contextos, cultura, etc.) y de las personas. Son éstas el único criterio. Si Parménides afirma que el no ser no se puede decir ni pensar, Protágoras sugiere que no se puede decir el ser (Romilly, Los grandes sofistas…, págs. 107-108).

El hombre es el criterio de todas las realidades (Platón, Teeteto 151e-152a y 161cd; también Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos I 216 ss). Platón también lo refiere en palabras de Sócrates: “tal como las cosas me parecen, así son para mí” (Crátilo 386a). En consecuencia, el ser se reduce a apariencia (la experiencia humana), no hay verdad fuera de la sensación y la opinión; nuestras apreciaciones sólo valen para nosotros, los humanos. Según Romilly, esta tesis es extensible a todo el movimiento sofista (Romilly, Los grandes sofistas…, págs. 93 y 107). Antonio Alegre hace una lectura más actual de ese criterio: "El hombre es responsable de las construcciones políticas que edifica como también lo es de sus omisiones" (Alegre, "Del mito al logos...", Mania (UB), núm. 1, 1995, pág. 56).

También en Advs. math. menciona Sexto Empírico el lema de Protágoras y lo sitúa al comienzo de su obra Discursos demoledores: "También a Protágoras de Ábdera algunos lo incluyeron en el grupo de los filósofos que han eliminado el criterio, porque afirma que todas las representaciones y opiniones son verdaderas y que la verdad es una de las cosas relativas, ya que todo lo que se le representa o parece [ser] a alguien, inmediatamente cobra existencia para él" (Sexto Empírico, Advs. math. VII, 60).

No hay duda del ánimo polémico que hay en este texto, si el testimonio es correcto. Al relativizar la verdad (alétheia), Protágoras se enfrenta al peso que tiene este concepto en la cultura griega desde épocas arcaicas, convertida en una especie de deber universal unido muy frecuentemente a una demanda de justicia. Lo que Protágoras propone en Sobre la verdad ofrece un mundo sin verdades, y por eso la filosofía de Platón se enfrenta radicalmente a esta tesis, pues atisba el peligro que supone de diluir los límites del mundo. La importancia de la tesis de Protágoras es tal que Platón construye su filosofía como una respuesta crítica a estas teorías, presentando “con rigor obstinado una filosofía totalmente contraria”, inspirada en Parménides (Romilly, Los grandes sofistas…, págs. 108 y 110).

Este relativismo aparece también en los Discursos dobles, en “las argumentaciones que tienden a probar que el bien y el mal, lo hermoso y lo feo, lo justo y lo injusto, se confunden porque sólo son tales en función de un hombre y una situación” (Romilly, Los grandes sofistas…, pág. 107). Así se cuestiona la posibilidad de distinguir la verdad de la falsedad.

Protágoras, con todo, es más subjetivista que relativista, pone el acento en el sujeto que conoce y en los factores que determinan su percepción más que en el objeto conocido. Pero su idea no supone necesariamente una negación de la realidad objetiva, sino sólo el cuestionamiento de la objetividad del conocimiento de eso que llamamos real, aunque la interpretación de sus teorías al respecto presenta varias alternativas:

  • A)   No existe realidad exterior; dado que sólo conocemos representaciones subjetivas, nada justifica suponer que existen cosas detrás de esas representaciones (cercano al idealismo subjetivista de Berkeley).
  • B) Existe una realidad exterior, pero carece de cualidades inmanentes; las cualidades pertenecen a las representaciones (subjetivismo de base materialista, semejante a la cosa en sí de Kant).
  • C) Existe una realidad con cualidades diversas, percibidas diversamente por los hombres (subjetivismo relativista).

 

La primera de las interpretaciones, sostenida por Taylor (Taylor, Plato, the Man and his Work. Londres, 1937), no parece encajar en el conjunto de las ideas de Protágoras. La objeción protagórica se plantea sobre la posibilidad de conocer la realidad objetivamente, pero no sobre la realidad misma. Lo que se conoce del mundo son sus representaciones de las cosas, no los elementos reales que existen en las cosas, sino aquellos elementos que son causa de la percepción. Pero no se puede saber si hay una realidad en sí o no.

La interpretación B), que es el subjetivismo en sentido estricto, ha sido sostenida por Guthrie (Historia de la filosofía griega III).

La interpretación C), que es pluralista, es aceptada actualmente (Dodds, The Ancient Concept of Progress. Oxford, 1973; Kerferd, "Plato's Account of the Relativism of Protagoras", Durham University Journal, 1949).

Según Romilly, parece que Protágoras se refiere a una subjetividad individual, a sensaciones individuales, según los ejemplos que se citan en el Teeteto platónico, como que “infinita es la diferencia entre uno y otro, por el hecho mismo de que para uno es y aparece esto, y para otro aquello” (Teeteto 166d) (Romilly, Los grandes sofistas…, pág. 100). A lo que añade Romilly un fragmento del comentario de Dídimo el Ciego, referido a una cita atribuida a Protágoras: “A ti que estás allí, yo parezco sentado; a otros ausentes, no: si lo estás o no, no está claro [para ellos]” (Romilly, Los grandes sofistas…, pág. 108 y nota 6). Para Romilly, esto viene a confirmar el carácter individualista del relativismo de Protágoras, pero hay cierta controversia en cuanto a este sentido tan subjetivista porque, se argumenta, en este momento, siglo V a. C., no se piensa el individuo de forma aislada de la colectividad, que Protágoras no deja de lado, obviamente. El relativismo de Protágoras cuenta con lo colectivo y tiene por ello un componente práctico, en cuanto a las relaciones entre los hombres, un componente de utilidad, como reconoce Protágoras: el sofista puede convencer a los demás de que alguna cosa mala es buena, como hace el médico con el enfermo para que acceda a tomar una medicina amarga, del mismo modo que algunas cosas buenas son malas (Romilly, Los grandes sofistas…, pág. 109, con referencia a Teeteto 166d; hay referencias a esta cuestión en Protágoras 334ac y Gorgias 500a).

Los fragmentos del Teeteto antes citados son esenciales para la comprensión del pensamiento de Protágoras, del carácter subjetivista de su relativismo, de su referencia a las sensaciones, no al ser de las cosas; de ellas no pueden derivarse consecuencias existenciales, la percepción no dice nada de la cosa en sí, y Protágoras no se refiere a ella, sino a las representaciones. Así que se puede concluir que el relativismo de Protágoras no es ilimitado, no es un escepticismo radical que desemboca en el nihilismo, pero sí que constituye una réplica a las tesis que pretenden formular una verdad objetiva, como serían las de Parménides o Platón, derivadas de argumentaciones o de creencias dogmáticas. Así que este relativismo, aun siendo limitado a lo epistemológico, pone en cuestión las convicciones sobre las que se sustentan los valores sociales y morales, eso que algunos consideran que son los puntales de la vida. Más que individualista, la tesis del hombre como medida de todas las cosas tiene un componente antropocéntrico que desplaza a los dioses como referentes de toda verdad, rechazando la trascendencia que hay en toda referencia teológica. Todo lo que conocemos queda encerrado en el mundo empírico, el de las sensaciones y las opiniones; no más allá (Romilly, Los grandes sofistas…, págs. 109 y 111).

El relativismo de Protágoras tiene una base subjetiva en la percepción, que puede llevar a percepciones contradictorias entre dos sujetos perceptores sobre un mismo objeto, pero no admite el paso de lo subjetivo a un orden lógico que no admite las contradicciones. Dado que no hay referente objetivo con el cual comparar, las percepciones son infalibles, a pesar de la aparente contradicción de dos predicados sobre A emitidos por dos sujetos diferentes; no hay tal contradicción, porque los perceptores se refieren a cosas diferentes, sus propias percepciones, y no a una sola cosa objetiva. Protágoras asumía el principio lógico de no contradicción (Parménides), pero las afirmaciones "X es A" y "X es no-A" no se contradicen porque se trata de representaciones diferentes, incomparables entre sí y con un criterio objetivo.

¿Qué hay en lugar de verdades?

  • A un punto de vista se le opone otro, dos logoi que chocan.
  • No hay posibilidad de saber cuál es el correcto, una tesis puede ser tan válida como la contraria.
  • En el mundo sólo hay eso, logoi que se oponen, y ésta es la ley que rige las cosas humanas.

En el Teeteto (166d ss), Platón permite a los amigos de Protágoras hacer una defensa de sus ideas, a partir de la formulación de su lema: "cada uno de nosotros es la medida de las cosas que son y de las que no son". Para Protágoras, el relativismo tiene una base subjetiva y está relacionado con la subjetividad de las percepciones, que conduce a la multiplicidad de las versiones que del mundo genera cada cual, o lo que es igual, el mundo puede ser interpretado y formulado de múltiples maneras. La percepción de alguien en estado febril no es incorrecta a efectos de interpretación del mundo, de conocimiento del mundo, en tanto que la verdad es relativa al sujeto que percibe y las experiencias siempre son verdaderas en relación con el sujeto que las experimenta. Unas interpretaciones pueden ser mejoras que otras, pero no más verdaderas.

Aunque Protágoras no los formula en estos términos más modernos, se está refiriendo a estados mentales subjetivos, que son independientes, no hay comunicación entre ellos y, por tanto, no es posible la comparación entre varios estados mentales, ni respecto de un supuesto mundo exterior y objetivo (posición a la que llegó Descartes en uno de los estadios de la duda metódica). Los estados mentales son privados, no pueden ser públicos, intersubjetivos. Toda experiencia sensorial es privada, incomunicable, incomparable con otras, y sólo el lenguaje permite poner en común las experiencias, como una mediación, pero no como una descripción de la realidad, sino que cada formulación remite a la experiencia privada y particular de cada sujeto.

No hay que perder de vista el carácter lingüístico del relativismo subjetivista de Protágoras: en tanto que es la palabra la que pone de manifiesto lo que piensa un hombre sobre el mundo. La subjetividad es, inevitablemente, lingüística cuando se manifiesta como intersubjetividad. Y la confrontación entre una visión y otra de las cosas se produce inevitablemente a través de los discursos de los hombres, y no mediante la confrontación entre las interpretaciones sensitivas de las realidades. Tampoco es posible confrontar un discurso con una supuesta realidad objetiva, puesto que ningún hombre accede directamente a ella, sólo la puede representar a través de su propio discurso subjetivo. En uno de sus famosos discursos, Cleón reprocha a los atenienses haberse dejado llevar por la retórica y haber dado más credibilidad a las palabras que a los acontecimientos (Tucídides, Historia III 38, 1-4), como si los acontecimientos pudieran presentarse ellos mismos, sin la mediación del lenguaje humano. No ha lugar a esta comparación, no hay hechos, sólo hay lenguaje, que sirve para construir hechos, palabras con las que se representan los hechos, incluso aunque podamos acceder a los acontecimientos mediante las imágenes, pues éstas no pueden mostrar la totalidad de los hechos, sino sólo una parte mediatizada por los procesos de comunicación, es decir, de mediación entre el mundo y su representación desde el emisor hasta el receptor.

Es evidente que Protágoras no pudo haber intuido todo esto que pertenece a la cultura de los medios de comunicación de masas. Pero puso la primera piedra de la teoría de la concepción lingüística del mundo.


REFERENCIAS

Romilly, Los grandes sofistas en la Atenas de Pericles. Barcelona, Seix Barral, 1997.

 

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