HESÍODO: LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS
Hesíodo
inicia un proceso de renovación en el pensamiento arcaico griego, superador de
la tradición homérica y aristocrática, pues no en vano su obra se sitúa en el
momento de la crisis del sistema monárquico micénico y el surgimiento de las
polis arcaicas. En este proceso renovador intervendrá también Arquíloco, así que
ambos representan un intento de dar voz en la cultura y en la política a una
incipiente burguesía comercial de las polis arcaicas.
De su poema didáctico Los trabajos y los días se desprende la idea de que el orden se ha desequilibrado y las cosas se han salido de su sitio. Pero esto lo dice con un claro sentido social, aportando además una cierta reivindicación del trabajo, como colaboración del hombre con el orden cósmico.
La tarea
de Hesíodo representa, en suma, un intento de renovación en un momento de crisis:
una cultura que aún siente nostalgia de los tiempos pasados representada por
Homero (en las colonias griegas de Anatolia), y Hesíodo (en el continente).
Pero Hesíodo intenta recomponer las ideas de ese momento sobre un marco y una
mentalidad nuevas, basada ésta en las nuevas condiciones económicas de las
incipientes ciudades comerciales.
Los
trabajos y los días es una obra diferente dentro de la poética arcaica,
inconcebible en Homero: Hesíodo habla de sí mismo, de su propia experiencia
personal y con un cierto idealismo, adelantándose a lo que será la lírica de
Arquíloco. Pero lo importante de este poema didáctico es que “puede
considerarse como la primera ética explícita de los griegos, aunque se trate de
una ética prefilosófica, arcaica.
Esta ética tiene dos ideas básicas: reivindicación del trabajo y confianza en la justicia arcaica, dos temas que aparecen entrelazados.
Reivindicación del trabajo
Hesíodo canta a la excelencia y la estimación fruto del trabajo y la riqueza que éste genera. Canta a esa burguesía comercial de su tiempo, que pugna con la indolente aristocracia. Es un canto que recuerda en parte a la ética calvinista. Estas ideas anuncian la consolidación de una sociedad de mercaderes y artesanos libres que, desde la costa jonia de Anatolia, se extenderá después al continente, acabando con las estructuras arcaicas y con el poder de la aristocracia de origen dorio, e impondrá las bases de una política burguesa cuyo máximo exponente será Atenas.
Pero Hesíodo aún se mueve dentro de los límites arcaicos, no analiza conceptos, sino que personifica cada aspecto importante de la vida en un dios, teologiza los conceptos. Esta adscripción arcaica de Hesíodo se debe también a un factor geopolítico: Beocia, región agrícola y rica, conservó siempre una tradición agraria, hasta incluso la época en que otras regiones menos ricas se dedicaron al comercia. En estas circunstancias, pues, “es probable que persistieran actitudes del siglo IX aún en la segunda mitad del siglo VIII, cuando Hesíodo escribía” (Forrest, pág. 58). Sin embargo, a pesar de situarse Hesíodo dentro de un marco cultural arcaico, su mensaje ya no es un canto a las excelencias de los héroes, cuyo destinatario es el rico, sino que su poema didáctico se dirige al pobre que no quiera morir de hambre, para que no tenga que mendigar. Es a la vez una queja contra la justicia de los jefes locales, los nobles, los basileos, a los que Hesíodo llama dorophagoi, devoradores de regalos, y los compara con gavilanes que apresan a ruiseñores.
Forrest considera que esta es una excepcional ocasión en la que el demos clama en la voz de Hesíodo, una voz descontenta con esos amos. “Se ha dicho con frecuencia que en Hesíodo encontramos los primeros síntomas de protesta contra el gobierno aristocrático”, aunque no hay que confundir ese movimiento histórico con el asunto personal y el resentimiento privado de Hesíodo, que clama a los dioses sin más esperanza que ser escuchado por ellos (Forrest, pág. 60). No olvidemos que Hesíodo es medio aristócrata, cuenta con una extensa hacienda y una comodidad económica que le permite disponer de tiempo para pensar y escribir, y le proporciona cierta sensación de seguridad y de protección a la hora de hablar contra los basileos, aunque pensando y escribiendo como un miembro del demos que empieza a rebelarse contra el excesivo poder de la aristocracia.
Justicia arcaica
El poema didáctico de Hesíodo parece estrechamente vinculado con el pleito que mantuvo con su hermano, a causa del reparto de la herencia paterna. Dos fueron, de hecho, los pleitos: uno celebrado, y el otro, pendiente. A causa del primero, al parecer perdido por Hesíodo, aparece el tema de la justicia; y en referencia al pleito pendiente, aparee el tema del trabajo. El trabajo es un medio lícito y seguro para el progreso humano, el único, y así se lo dice Hesíodo a su hermano Perses: “cuando te hayas provisto bien, entonces sí que puedes suscitar querellas y pleitos sobre haciendas ajenas” (Trabajos y días). Pleitear es una forma tonta de lograr fortuna, una manera ilícita y poco digna. Del resultado del primer pelito podemos hacernos una idea de lo que Hesíodo entiende por injusto: “pues ya repartimos nuestra herencia, y tu te llevaste robado mucho más de la cuenta, lisonjeando descaradamente a los reyes devoradores de regalos, que se las componen a su gusto para administrar ese tipo de justicia” y llevar a cabo ese tipo de pleitos ilícitos (Trabajos y días).
Hesíodo resalta, pues, la injusticia de ese exceso (hybris) de su hermano, y de esos reyes que se dejan regalar y seducir para luego devolver favores ilícitos, en la forma de fallos judiciales. Esta experiencia real sirve a Hesíodo para hacer un análisis de su mundo y exponer su opinión sobre la justicia y la conduta de los reyes locales. Sin duda que tal libertad de palabra deriva de su acomodada situación económica, y por el báculo, comparable al cetro de los reyes, que las Musas le concedieron en el Helicón, es decir, por su prestigio como poeta, aedo. Pero esta idea de justicia es aún arcaica, aunque sus objetivos no lo sean. Hesíodo clama a los dioses porque la justicia es divina (Diké), y son los dioses quienes la ejercen sobre los hombres. La justicia está por encima de las decisiones individuales de jueces corruptos, y no está en manos de los hombres recibirla de otros hombres.
Hesíodo aún no confía en las posibilidades de conocimiento, todo está en manos de los dioses y hay que confiar en su poder para equilibrar de un momento a otro los excesos cometidos. Acaso la intención de Hesíodo radique más en mostrar la falta de justicia en ese mundo en crisis que en intentar aportar algún medio para lograr su restablecimiento en manos del pueblo llano. Hesíodo nos muestra también una visión del noble muy diferente de la que aparece en Homero, y en esa diferencia captamos la evolución que ha habido desde el héroe homérico, que se apoya en la excelencia, en su honor y en su capacidad para hacer justicia, hasta el noble criticado por Hesíodo, que ya no se mueve en ese mismo plano de honorabilidad y ejerce un poder corrompido.
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REFERENCIAS
Forrest, Democracia griega. Madrid, Guadarrama, 1966.
Hesíodo, Obras y fragmentos. Madrid, Gredos. 2000.
Mosterín, J., Historia de la filosofía. 1. El pensamiento arcaico. Madrid, Alianza, 1983.
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