EL LENGUAJE MITOLÓGICO
La
cultura griega arcaica tiene una de sus bases en lo mitológico. El
discurso mítico, propio de los pueblos primitivos, fue
prodigiosamente elaborado por los griegos, y de él no pudieron
prescindir ni los mejores filósofos, como Platón. No hay una
oposición clara entre mito y logos, ya que el mito es también
una forma de logos y, en sus orígenes, una forma de saber, de
representación del universo mediante una narración explicativa.
Sólo a partir del desarrollo pleno de la filosofía griega, en su
momento clásico, el mito es puesto en oposición al logos. Por eso
es preciso señalar la diferencia entre el uso platónico del mito,
claramente consciente en su intencionalidad pedagógica, y el uso
arcaico e inconsciente del mismo, para captar el sentido primigenio
del esquema mítico.
El concepto de mito no se aplica a una categoría precisa de
narraciones sagradas relativas a los dioses o los héroes, sino que
designa realidades muy diversas: teogonías y cosmogonías,
ciertamente, pero también todo tipo de fábulas, genealogías,
cuentos infantiles, proverbios, moralejas, sentencias tradicionales:
en resumen, todos los se-dice que se transmiten
espontáneamente de boca en boca. Los mitos eran utilizados por los
griegos para narrar el origen del mundo, las genealogías y el número
y la jerarquía de los dioses, pero también describían aspectos más
cotidianos, relacionados con la vida y la muerte, el bien y el mal,
las reglas políticas y sociales, e incluso se detienen en describir
el origen y el uso de algunas armas u otros artefactos, para
dedicarlos a la guerra o al trabajo. En el mito, pues, mediante
fábulas alegóricas, se recrean hechos primordiales, intentando dar
una explicación a las creencias, a las costumbres sociales, etc., a
través de la exposición genealógica de estas creencias o
costumbres. De este modo, los mitos lo que hacen es reproducir de
modo ideológico los cimientos de las culturas o sociedades que los
crean. Y a pesar de su enorme variedad, existe una uniformidad,
versando sobre todo acerca del origen y sentido de la vida y de la
sociedad, del origen del mundo, del significado de la muerte, etc.,
con lo que tienen un valor ejemplar o modélico, generando
determinados valores y normas sociales. Por eso dan una explicación,
un intento de saber de las instituciones sociales y de las diversas
normas. De esta forma, también el mito, como la filosofía, es un
sistema de interpretación que comprende tanto lo cósmico como lo
humano. Enmascarado bajo la forma de alegoría narrativa, el mito
pretende ser una explicación del cosmos en su totalidad; en cuanto a
su extensión, pues, coincide con la explicación propiamente
filosófica, aunque difieren ambas en su método, racional en la
filosofía, y alegórico, remitiéndose al tiempo primordial, y
frecuentemente "sagrado", en el mito, que frecuentemente se
transmite de forma oral y sin espíritu crítico reflejo.
El mito se presenta, por consiguiente, en el contexto griego, no como
una forma particular de pensamiento, sino como el conjunto que
vehicula y difunde al azar los contactos, los encuentros, las
conversaciones, ese poder sin rostro, anónimo, que Platón llama
pheme, el "rumor". En este sentido se puede definir
el mito como la narración o doctrina tradicional que no es
justificada racionalmente, siendo transmitido, normalmente, por
poetas, sacerdotes, etc. Su doctrina se refiere sobre todo a las
cosmogonías, teogonías, teogenia, sobre el origen del hombre y el
sentido de la existencia (de los dioses, del hombre y del cosmos).
Esta visión no es, sin embargo, compartida por Aristóteles, quien
consideraba al mito como un producto inferior o deformado de la
actividad intelectual, un saber inferior, en la medida en que los
valoraba desde la contraposición entre ficción y verdad. Al mito se
le atribuye como máximo un valor de verosimilitud, siendo, sin
embargo, por el uso que hace de las imágenes, un buen medio
pedagógico y un eficaz instrumento de persuasión.
El esquema mítico, o la mentalidad mítica, no responde al concepto
de hecho o acaecimiento individual, delimitado, particular. Esto es
propio del discurso analítico, filosófico, o científico, es decir,
lo que llamaremos logos. Antes de ese paso del mito al logos, el
discurso de la cultura griega es simbólico, en el sentido en que el
lenguaje, lo narrado en el mito, es una especie de emisario, una
representación que reviste al hecho individual de una cierta aureola
de significado. El pensamiento mitológico no define, no delimita
lingüísticamente un concepto, sino que lo traslada a un
acontecimiento, o a una persona concreta. Por ejemplo, la belleza. En
los tiempos homéricos, no se definió como aquello arrebatador, sino
que se represento en el mito del rapto de Helena (Selene, la belleza
de la Luna), y su consecuencia inmediata, la guerra contra Troya para
liberarla. O, también, la llegada de las primeras colonias griegas a
las costas orientales del Mar Negro (Ponto Euxinos o Mar Tenebroso)
no se describió sino a través de la leyenda del viaje de los
argonautas en busca del vellocino de oro.
Este tipo de narraciones, sobre todo la épica homérica, encierran
siempre un mito en torno a personas concretas, más o menos
históricas, que fueron las imágenes en las que el griego arcaico
pudo contemplar lo que e el alma llevaba mezclando imágenes, ideas y
anhelos. El hecho o persona que protagonizan un mito tienen la virtud
de encarnar modelos ideales que el griego arcaico no podía definir o
analizar conceptualmente, en abstracto, tenía que concretarlo en
imágenes, en criaturas o en acontecimientos.
El mito, dejando tecnicismos aparte, es siempre un ideal, un
modelo, que se lleva en el alma y que espolea e impele a buscar en lo
real, en lo concreto, un caso en que se verifique, con mayor o menor
aproximación, y, encontrado, hace del mito aureola de lo real, lo
engrandece, abulta, sublima y dignifica, y bajo tales arreos
desaparece siempre una parte de lo real, que a veces queda reducido a
simple pretexto, ocasión y punto de apoyo de la potencia
idealizadora del alma de un pueblo. De alguna manera, parece que el sentido
mitológico tiene algo de profundo y misterioso que está fuera del
alcance de toda conceptualización racional posterior, Al considerar,
por ejemplo, la belleza, el lenguaje mitológico se refiere al rapto
de Helena, la más bella de las mujeres, mientras que los filósofos
hablan del orden, de la armonía de las formas, de lo placentero a la
vista, etc.
Comentarios
Publicar un comentario
Deja un comentario, a ser posible relacionado con la entrada. Gracias.