Corrupción revolucionaria, ayer y hoy
Aquesta entrada està dedicada a les tres Maries, i a totes les víctimes de la corrupció política, de qualsevol signe.
Tras la ejecución de Luis XVI, en enero de 1793, la situación de María Antonieta en la prisión del Temple cambia
sensiblemente: se relaja la vigilancia, parece que la revolución ya se ha
saciado. No hay indicios en ese momento de que la Convención quiera llevarla a
la guillotina, sino simplemente tenerla prisionera como medida de presión
frente al enemigo austriaco.
De Coblenza llega a París el exgeneral Jarjayes, cuya mujer fue dama
de honor de la reina. Llega en secreto a principios de febrero de 1793, y se
pone a disposición de la reina. Con la ayuda de uno de los vigilantes, María
Antonieta se entrevista con él en el Temple, y planean una evasión.
Sin embargo, al saberse entre los conjurados que la vigilancia en las
salidas de París se había intensificado, llegaron a la conclusión de que sólo
podría evadir con seguridad a la reina, pero no a toda la familia. María
Antonieta, al saberlo, renunció a seguir adelante con el plan, porque no quiso
abandonar a sus hijos.
No obstante, Jarjayes se ofreció como correo para hacer llegar al
conde de Provenza, hermano del rey, algunos objetos pertenecientes a Luis XVI,
así como una carta al conde de Artois y un mensaje para Fersen que ha sido
ocultado por los historiadores realistas y que demuestra el amor que María
Antonieta sentía por él: se trata de un objeto con una inscripción que reza: todo me lleva hasta ti.
Al mismo tiempo, el barón de Batz, banquero de la contrarrevolución, que intentó liberar a Luis XVI el mismo día de su ejecución,
está empeñado en sacar a la reina del Temple, e inicia por su cuenta y riesgo otra
conspiración, pero se trata de un proceso totalmente
independiente del anterior.
Esta conspiración puede llevarse a cabo porque Batz dispone de mucho
dinero con que comprar los corazones sans-culottes
más fieles. Tal es el punto débil de la Revolución francesa en este momento,
cosa que Robespierre supo ver e intentó corregir, sin éxito: la corrupción se
instala allá donde se mueve el poder, por mucho que el poder cambie de manos, y
mucho más fácilmente si cambia de manos. Al mismo tiempo que el poder político,
los revolucionarios republicanos han obtenido empleos oficiales que antes
ocupaban otros, y sobre todo han de manejar dinero público, ese poderoso
corrosivo que agita las almas humanas, dice Zweig. Y a ese dinero acceden
gentes de toda condición dentro del espectro revolucionario: proletarios,
periodistas, artesanos y agitadores callejeros que, de un día para otro, asumen
la gestión de mucho capital, a menudo sin demasiado control desde arriba. Y no
son muchos los que disponen de la integridad de un Catón para resistir la
tentación de unir ese dinero al poder que les han confiado. Esta ligazón se
establece por encima de los corazones.
No hay duda de que las cosas no han cambiado demasiado: el poder cambia de manos, pero entre esas manos nuevas siempre hay algunas que vienen sucias de origen, y no son pocas. Da igual que sea el gobierno de los revolucionarios o el gobierno dels millors, todos hacen lo mismo, la vista gorda ante movimientos de corrupción; o ellos mismos la promueven, colocando amigos, clientes, familiares incluso, en los niveles de la administración que desean controlar. Y lo hacen de forma que sea difícil detectar esos movimientos, neutralizarlos y mucho menos revertirlos, como se verá más adelante. Ni Robespierre, empeñado en hacer una limpieza de raíz, pudo con ellos. A los que asisten de cerca a tal espectáculo sólo les queda una alternativa ética a la indiferencia (dado que la denuncia podría ser inútil e incluso perjudicial para ellos): intentar no verse arrastrados por la corriente, mantenerse al margen, evitar las salpicaduras que manchan a tantos otros, más allá de lo que imaginamos.
Robespierre |
Por eso el barón de Batz consiguió llegar con facilidad hasta la
reina, presa en el Temple y vigilada por fieles revolucionarios y una
guarnición de hombres armados: porque había muchos candidatos a dejarse llevar por la corriente de la corrupción. Batz sobornó a los superiores y acabó colocando
a sus propios hombres como guardianes, y él mismo, buscado en toda Francia, llegó
a entrar en el Temple disfrazado de soldado. La operación salió mal sólo por
una pequeña casualidad, derivada de un chivatazo de alguien que no fue
sobornado adecuadamente. Se suspendió la operación en el último momento. María
Antonieta no pudo ser liberada, ni ella ni sus hijos. Pero la operación no fue
descubierta, los sobornados apenas quedan bajo sospecha durante un corto
tiempo, e incluso los de mayor rango acaban transferidos a cargos de mayor
responsabilidad (como vigilar a la reina en la Conciergerie). Parece que la
Comuna no se ha tomado en serio las denuncias y los rumores.
En realidad, dice Zweig, las autoridades de la Comuna, que había asumido
la responsabilidad de vigilar a la reina, sí se tomaron en serio esa tentativa
de evasión orquestada desde el exterior, pero no quisieron que el asunto
tuviese demasiada publicidad. Cuando meses más tarde se llevó a cabo el juicio
contra María Antonieta, previo a su ejecución, al salir a relucir esta conjura
el Comité de Salud Pública recomendó al acusador pasar por encima de los
detalles del mismo.¿Para qué dar detalles de la operación, si así quedarían en
evidencia, a la vista de todo el mundo, los niveles de corrupción presentes en
el nuevo régimen? El silencio fue tal, dice Zweig, que durante muchos años
estos detalles fueron ignorados por los historiadores.
Hoy, en realidad, ya casi es igual que la información sobre las corruptelas se haga pública: se pierde en el magma informativo, ante la indiferencia de los ciudadanos que se van de vacaciones para olvidarse de todo.
Fuente: Stefan Zweig, Marie-Antoinette. Paris, Grasset, 2010.
Merci, mon frère. C'est bien vrais: ille faut une révolucion maintenant. Mais... l'eté ést arrivé!!!
ResponderEliminarUne marie très en colère;)