ROSCELINO Y EL NOMINALISMO

Roscelino (contemporáneo de Anselmo, vivió durante el siglo XI), es uno de los primeros nominalistas. Se opone al realismo platónico, aunque no tanto al aristotélico. Pero formula que los universales no existen, no son más que palabras, palabras que tienen utilidad, pero solo como palabras (nombres, de ahí nominalismo); lo único real es lo empírico. 

Para explicar cómo poseemos ideas generales o universales a través de las palabras, Roscelino utiliza la teoría de la abstracción: si queremos obtener un concepto abstracto como Justicia, no tenemos más que observar un conjunto de actos conocidos como justos y abstraer (separar) de ellos la característica común y semejante, la justicia. Sin embargo, ¿cómo sabemos que tienen propiedades semejantes, si antes no tenemos la idea de semejanza, y esta idea no podemos conocerla mediante la abstracción, pues a necesitamos previamente para poder abstraer? Recordemos Platón resuelve el problema proponiendo ideas innatas. Esta teoría fue defendida por los nominalistas posteriores hasta llegar a los empiristas modernos, como Hume (que propuso leyes innatas que explican los procesos de asociación de ideas).

Los universales solo son palabras, conceptos, abstracciones de la mente sobre el mundo empírico. Un universal no es sino un nombre, un concepto. De hecho, no designa una forma universal, sino que designa a un conjunto de objetos que tienen ciertas propiedades en común, que conocemos mediante la abstracción. Lo único real son los particulares, lo empírico. Sus mayores representantes fueron, además de Roscelino, Ockham y Roger Bacon (siglo XIV), y su influencia favoreció el desarrollo del empirismo británico. Esta postura fue, naturalmente, perseguida por la Iglesia, porque contrariaba absolutamente todo el aparato teológico vigente: si se niega la existencia real de lo que no es particular, fácilmente se puede llegar a negar la existencia de Dios, que es también la Belleza, el Amor, la Verdad, etc. Roscelino fue perseguido, el nominalismo fue rechazado de plano, era un salto demasiado alto para la época.